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México D.F. Jueves 30 de octubre de 2003

Vilma Fuentes

Edith Piaf y Jean Cocteau

Otoño, el melancólico otoño de Verlaine, la temporada parisiense de premios literarios, el vértigo de inauguraciones de todo género... Las hojas se encienden como llamaradas en las ramas de los árboles, antes de caer y esperar, como en la canción, ''qu'on (les) ramasse à la pelle''. Esas feuilles mortes interpretadas por Yves Montand, quien tuvo la suerte de enlazar unos momentos de su vida a la leyenda de Edith Piaf.

El día es radiante: su frío seco, su cielo puro y azul, el sol brillante invitan a uno de esos paseos en el laberinto de las calles de París, con metas supuestas, posibles, pero no forzosas. ƑCuál es la mejor manera de caminar una ciudad que aún da esa libertad a los peatones?

El doctor Alexandre Dennetière, amigo de infancia de Jacques, propone dirigirnos hacia el Grand Palais: Gauguin y Vuillard nos esperan. Como Boticelli en el museo de Luxemburgo, o Zao Wou Ki en otro lado. Las librerías ofrecen el premio Goncourt (su entrega fue adelantada este año de su centenario por el jurado, de ahí la microcósmica querella entre los miembros de ésta y otras preseas).

Nos dejamos guiar por el sol, las sombras, el viento, y cruzamos el Sena. Frente a los locales de exposición del Hôtel de Ville vemos personas de todas edades, venidas de cerca o de lejos, de París o de otras comarcas, aglutinarse para cruzar sus umbrales y visitar la exposición dedicada a la cantante Edith Piaf, fallecida hace 40 años.

El mismo año -y, para mayor precisión, el mismo día, a unas cuantas horas de distancia, la noticia de la muerte de su amiga Edith dio un último golpe al poeta, ya muy enfermo- en que murió el dramaturgo y poeta Jean Cocteau. El museo Baubourg, algunas calles más lejos, le dedica una exposición en su famoso y último piso para rendir homenaje a su obra y su vida.

Decidimos entrar a ver la exposición de la cantante cuya inimitable voz dio y sigue dando la vuelta al mundo.

Edith Piaf y Jean Cocteau aparecen juntos en algunas fotografías. Se escuchan las canciones en la oscuridad del local. Los proyectores iluminan fotos, vestidos, periódicos de la época en donde se cuenta su vida. ''Se cuenta'', como se contaría una leyenda, un cuento de invierno, la invención de un mito. Jacques nos detiene frente a una foto de la môme Piaf a sus cinco o seis años. Un gran listón adorna su pequeña cabeza, el moño más grande que ella. Los ojos gigantescos, curiosos, ávidos, invaden todo su rostro de niña: parece mirar el futuro, desafiarlo.

ƑNació al alba, en la calle, bajo la luz de un farol, el 19 de diciembre de 1915? Ni ella podría afirmarlo, ni eso ni muchas otras cosas que acaso olvidó haber inventado, tal vez porque no le agradaba su realidad. Pero ésa es, quizá, justamente la estructura del mito y del extraño poder que emana: ocurre a algunos seres, muy raros, que la ficción como la verdad se apoderan de su destino al extremo de que el historiador con las mejores intenciones no es capaz de separarlas. ƑVerdad, falsedad? Cuando se trata de un personaje mítico, esto deja de tener importancia. Lo que importa es la obra. En el caso de Edith Piaf: su voz, única; sus canciones, inolvidables. Hay que felicitar a los organizadores de la exposición por su notable trabajo. Consiguieron restituir una imagen fiel de la gran artista y, finalmente, a pesar de la imposibilidad aparente del desafío, lograron hacernos sensible su presencia.

Cocteau no tenía necesidad del talento de los organizadores para estar presente, más allá de la muerte. Cierto, él mismo hizo grabar sobre su lápida: ''Me quedo con ustedes'', firma ''Jean''. Pero, en el museo Beaubourg, al pasar de un salón a otro, se puede ver tal cantidad de retratos del artista, tal acumulación de pinturas que representan su rostro, su cuerpo, en las distintas edades de la vida, en las más variadas circunstancias, que uno se pregunta si alguna vez tuvo una ocupación diferente a la de posar. Entonces, sí, Cocteau está ahí. Con todas sus calidades y sus defectos, su encanto y su talento. šY qué talento para utilizar los otros para la celebración de su culto! Inclusive Diego Rivera, durante su estancia en París, en 1918, fue obligado a contribuir y halló el tiempo para hacer el retrato del poeta. šBravo al artista!

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