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México D.F. Martes 28 de octubre de 2003

Se necesitará mucho más que sólo colgar mantas y bloquear calles, señalan

Preparan activistas y sindicatos gran movilización en Miami contra el ALCA

En un campamento, en Florida, se alistan para protestar con acciones sin violencia

JIM CASON/II Y ULTIMA ENVIADO

Arcadia, Florida, 27 de octubre. Miles de sindicalistas, ambientalistas y activistas comunitarios viajarán a Miami a mediados de noviembre para enfrentar a líderes gubernamentales y empresariales que se congregaran ahí para discutir el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pero al aproximarse la cita algunos activistas afirman que su movimiento contra la globalización empresarial tiene que hacer mucho más que sólo colgar mantas y bloquear calles.

"Gran parte de nuestro análisis es que la acción masiva no logrará cumplir con la tarea", explicó John Sellers, director ejecutivo de Ruckus Society, uno de los principales grupos de la famosa rebelión en Seattle y de protestas subsecuentes contra la globalización del neoliberalismo. "Estamos invirtiendo más y más de nuestros recursos en trabajar con agrupaciones que tienen bases en las comunidades ya que entendemos que la movilización no es, por sí sola, un movimiento".

Esto de ninguna manera implica que Sellers y la Ruckus Society no apoyen la acción directa masiva en lugares como Miami. Sellers fue entrevistado por La Jornada durante un campamento de capacitación en "acción directa avanzada" que duró una semana en el centro de Florida y que fue realizado en parte para entrenar a activistas para las protestas programadas en Miami.

El campamento, explica Ruckus en su sitio de Internet, "otorgará una oportunidad a activistas y organizadores de preparar acción no violenta inspiradora contra la globalización del racismo, el imperialismo, la explotación económica, la militarización y la degradación ambiental a través del ALCA".

El enfoque en movimientos sociales de base le fue manifestado de inmediato a este reportero al llegar al "campamento de acción" a las orillas de un río, en una zona silvestre de Florida. Aunque al centro de este movimiento global de justicia social están ambientalistas, estudiantes, anarquistas del bloque negro, entre otros, por primera vez han llegado sindicalistas de Chicago, organizadores comunitarios de Atlanta, mujeres pobres de Los Angeles y otros grupos más de diversos sectores sociales.

Todos acudieron porque desean conocer más de las técnicas y tácticas espectaculares de acción directa que convirtieron el nombre de Seattle en sinónimo de las movilizaciones sociales de mayor éxito en la historia reciente. A la vez, Ruckus y otros grupos involucrados sostienen que estas protestas deben estar más vinculadas con esfuerzos permanentes a escala comunitaria y la lucha social cotidiana por todo este país.

Vínculos con la comunidad local

Al discutir las próximas manifestaciones contra el ALCA en Miami, varios activistas argumentaban que las protestas callejeras, las ocupaciones no violentas y otras acciones serían mucho más efectivas si estaban vinculadas con las luchas de la comunidad local en Miami y sus alrededores.

Sin contar con estos nexos, la misma gente que los activistas desean alcanzar con su mensaje podría terminar culpándolos de complicarles la vida, ya que las acciones de protesta podrían hacer que lleguen tarde al trabajo e irritados con la bola de extranjeros que están provocando broncas en su ciudad.

Claro, los activistas que viajarán a Miami insisten en que están haciendo todo lo posible por promover vínculos con la comunidad local y muchos están ligados, por lo menos en nombre, a secciones sindicales o grupos comunitarios. Pero Steve Williams, quien coordina al grupo POWER dedicado a organizar a trabajadores de salario mínimo en San Francisco, insiste en que se requiere más. "Las propias acciones deberían ser diseñadas para ayudar a fortalecer a organizaciones comunitarias a la vez que se abordan los temas del ALCA", comentó a La Jornada.

Como ejemplo, Williams señala que se podrían diseñar acciones que apoyaran la campaña de la organización de jornaleros Immokalee Workers para elevar los salarios en los campos de Florida. La organización ha calculado que si la cadena Taco Bell acordara pagar un centavo más por libra de jitomates cosechados en Florida, sus sueldos podrían casi duplicarse. Pero hasta la fecha Taco Bell ha rehusado responder a esta demanda y en respuesta los Immokalee Workers lanzaron una campaña en favor de un boicot nacional a la cadena.

"Qué ocurriría", especuló Williams, "si en lugar de sólo protestar contra las reuniones del ALCA, algunos de estos activistas acordaran irse contra Taco Bell y emplear, un solo día, las tácticas de desobediencia civil para clausurar todos los Taco Bell en un radio de 300 millas en torno a Miami. Esto apoyaría a los jornaleros locales y ofrecería a los activistas contra el ALCA una base de apoyo natural mediante la cual se podrían abordar los temas más amplios del libre comercio."

Por el momento, la idea de Williams es sólo una ilustración de un punto y este reportero fue excluido de reuniones a puerta cerrada sobre los detalles específicos que se estaban desarrollando para Miami para que no pudiera, por error, divulgar información que podría ser útil a las autoridades o los anfitriones de la reunión del ALCA. Pero el punto general señalado por Williams, entre otros, es que el movimiento por la justicia social debe hacer mucho más para vincularse con agrupaciones comunitarias y con bases sociales amplias.

La tensión obvia es que las acciones directas como escalar edificios o la ocupación no violenta de vías públicas tienen que ser planeadas por grupos pequeños, operando secretamente para lograr sorprender a las autoridades y alcanzar sus metas. Pero el punto reiterado por Ruckus es que estas tácticas deben ser desarrolladas cada vez más en conjunto, y con la participación, de agrupaciones con una base social.

Muchas de estas agrupaciones están dispuestas a participar aquí. Dave Eckstein, director de la oficina de organización de la región del medio oeste de la central obrera AFL-CIO, trajo a cinco de sus colegas al campamento de Ruckus para conocer a nuevos aliados y aprender más tácticas. "Calcularía que jamás me he topado con por lo menos dos tercios de la gente que está aquí", dijo Eckstein, vestido de playera negra con la insignia de Harley Davidson, y lentes oscuros que dan media vuelta a su cabeza.

El ex miembro del poderoso sindicato de los Teamsters, de 50 años, quien encabezó la exitosa huelga nacional de varios meses contra la empresa de paquetería UPS en 1997, parece un poco fuera de lugar en este campamento, donde la mayoría de los participantes son unos 30 años menores que él y visten, pues, un poco diferente.

Pero Eckstein y sus jefes creen que establecer vínculos con otras organizaciones de activistas por medio de la Ruckus Society es un paso crítico para fortalecer al movimiento sindical. "Todos estamos luchando contra la misma gente. Necesitamos mayor militancia y activismo", declara a La Jornada. Eckstein concede que en el pasado el movimiento sindical se ha mantenido separado de otros movimientos, y ha evitado juntarse con lo que se percibía como grupos radicales o militantes como los que representan varios de los participantes en Florida.

Pero ahora, indica, los sindicatos intentan construir alianzas con otros sectores y comunidades y coordinar acciones con otros que luchan contra lo mismo -la avaricia empresarial, los tratados comerciales injustos, los gobiernos no representativos (incluido el de Washington), etcétera.

"Creo que podemos aprender de estos cuates y ellos de nosotros", agregó Eckstein. La AFL-CIO está planeando una gran movilización para protestar contra la reunión ministerial del ALCA en Miami, además de otras protestas regionales simultáneas en varias partes del país.

La llegada de estos activistas con bases sociales y comunitarias creó ciertas tensiones en el campamento de Ruckus. Algunos de los nuevos participantes se quejaron el primer día, cuando se les informó que sólo se ofrecería alimentos vegetarianos (al fin se logró incluir unos cuantos platillos de carne), y en las dos mañanas en que La Jornada estaba presente, una reunión general incluyó debates sobre cómo tocar y manejar los temas de identidad racial y sexual.

"Este es un grupo muy, muy diferente para Ruckus", explicó Gopal Da Yaneni, parte del personal de Ruckus, al comparar este campamento con otros que ha realizado la organización. "Es una lucha, es crecimiento para nosotros como organización, como comunidad y, esperamos, sea parte de nuestro crecimiento como movimiento".

No eran sorprendentes algunos exabruptos y que hubiese ofendidos: un vegetariano que se ofendió por los chistes que hacían los carnívoros sobre su preferencia alimentaria, y una mujer indígena que se quejaba de que muchos de los participantes parecían estar mucho mejor enterados de las luchas de pueblos indígenas en otros países que de esa misma lucha en Estados Unidos.

Educación política básica

También había indicios de que se necesitaba más educación política básica: aun después de una amplia discusión de Williams sobre el boicot contra Taco Bell, uno de los participantes, al salir del campamento, llegó al aeropuerto y pareció inconsciente al acudir precisamente a un Taco Bell para resolver su hambre.

No obstante, no hay duda de que los más de 150 participantes en este campamento regresaron a casa con, mínimo, una serie de nuevas ideas e interrogantes -ni hablar de nuevas tácticas- para nutrir la evolución de su trabajo de resistencia y lucha. El movimiento por la justicia social global, como prefiere llamarse ahora el movimiento contra la globalización empresarial, dotó de magna energía a la izquierda de este país con las protestas en Seattle y sus secuelas de una manera que no se había dado en por lo menos una década o más. Esta convergencia de un movimiento que al inicio era conformado por activistas mayoritariamente blancos y de clase media, con activistas de clase obrera y organizaciones sociales de base, tendrá que generar nuevas fricciones y tensiones, pero también podría crear un movimiento social de dimensiones no vistas en este país durante casi 70 años. A la vez, aquí nace un movimiento que, por primera vez, se desarrolla sobre un puente entre sectores sociales del único superpoder y los del tercer mundo.

En esta escuela para rebeldes se entrena la gente para hacer realidad eso de "otro mundo es posible".

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