El defensor del kiosco morisco preparó dos volúmenes sobre la Santa María la Ribera

Relata Arturo Azuela la vida en su entorno

CESAR GÜEMES

Entre la amenaza de trasladar el kiosco morisco de Santa María la Ribera a Tlalpan, y la permanencia y renovación de la pieza arquitectónica, han transcurrido 20 años, en los cuales el escritor Arturo Azuela no sólo dio la pelea para que el kiosco permaneciera donde está, sino que trabajó diversas historias en torno a la legendaria colonia que lo alberga. Esos textos, que "después de una etapa difícil, entre médicos y hospitales, empecé a ordenar y corregir'', dan lugar al volumen de relatos Los ríos de la memoria (Ediciones Castillo), y la novela Alameda de Santa María (Plaza y Valdés).

Si bien son escritos literarios, los textos dan cuenta ''no sólo de la vida en Santa María la Ribera, sino también denuncia de muchos graves acontecimientos que ha sufrido la colonia; todos los personajes son de carne y hueso, tomados de la realidad de Santa María. De anécdotas de aquellas calles nace la ficción narrativa. A la ambientación verídica corresponde un juego inventivo que ya es parte del oficio".

-El estilo de las historias en Los ríos de la memoria es un tanto distinto del que tiene habituados a los lectores.

-Acostumbrado a diversas aventuras en mis novelas anteriores, ahora busqué un nuevo desafío: abandoné todo estridentismo y cualquier llamada de atención del sexo barato, los desbarajustes de las drogas, el lenguaje fácil y la copia de la realidad. Ha sido una tarea difícil, algo completamente nuevo en mi obra narrativa. Fundamentalmente fue un ejercicio literario donde la sencillez, la naturalidad y la espontaneidad estuvieron presentes. En muchos sentidos, este libro me ha representado un trabajo de contención muy satisfactorio. A nadie quiero impresionar con estos cuentos. Todos mantienen una estructura clásica y un final que, espero, equivalga al nocaut cortazariano.

La suma de las narraciones de uno y otro volumen implicarían que Azuela busca al barrio y no a la inversa. Sin embargo aclara: "Es curioso, pero es un asunto que la vida misma me ofrece. Jamás me propuse un plan geográfico preconcebido. A medida que transcurren los años, durante mis ires y venires por el viejo barrio se me ofrecen los personajes, las historias y las atmósferas. Santa María la Ribera ha sufrido muchas transformaciones y es como un termómetro de lo que acontece en el resto de la urbe. Por ahí han pasado desde aquellos que conformaron la llamada aristocracia pulquera hasta los ilustres profesores del Instituto de Geología, pasando por algunos de los Contemporáneos, los estridentistas y varios de los ateneístas. Tras un periodo agitado en el que se hicieron obras como los ejes viales y el Metro, la colonia sale hoy de su letargo con muchos esfuerzos. Pienso que para Santa María se inicia una época de utopías y renovaciones. Yo creo que es el barrio el que me persigue y me ayuda a la elaboración de textos narrativos".

-En cierto sentido, Alameda de Santa María es premonitoria.

-Es verdad, sobre todo ahora que se lleva a cabo "cirugía mayor" al kiosco morisco y se restauran las fuentes de la alameda. Es algo insólito, porque todo eso aparece en forma de espectros en la novela.