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México D.F. Sábado 25 de octubre de 2003

Vilma Fuentes

Crimen impune

Al entrar en la galería de Claude Bernard, en la calle de Beaux-Arts, para ver la exposición consagrada a las fotografías de Robert Doisneau, se me ocurrió que hacía un instante acababa de cruzarme, en Saint-Germain-des-Prés, con un grupo de turistas numeroso -hoy parece que las personas prefieren viajar en tropeles con un mínimo de 50 cabezas- y que me había dado tiempo de observar que todos los miembros de esta tropa estaban armados. Con un aparato fotográfico, desde luego.

Así, llegaba a una galería cuya exposición estaba por entero reservada a los trabajos del fotógrafo Doisneau, mientras que en el mismo momento, en las calles de París, y de otras ciudades del mundo, miles, millones, tal vez millares de millones de individuos se pasean con el arma absoluta de los tiempos modernos y oprimen el botón que desencadena el crimen: una fotografía.

ƑDónde se sitúa la diferencia entre un fotógrafo como Doisneau, por ejemplo, aunque también podría citar a Henri Cartier-Bresson, Manuel Alvarez Bravo o a mi contemporánea Graciela Iturbide? ƑDónde se encuentra la separación entre estos grandes artistas y la multitud de plácidos turistas que tienen, sin embargo, en sus manos los mismos aparatos y, en algunos casos, máquinas aún más costosas y perfeccionadas? ƑDiferencia entre el profesional y el aficionado? Esto no significa gran cosa. ƑDiferencia de calidad, de técnica? Evidentemente. Pero no creo que eso sea lo esencial.

Me parece que lo que distingue radicalmente un verdadero fotógrafo, y nos autoriza a considerarlo como un artista, y el simple propietario de una cámara fotográfica, quien puede ametrallar a su antojo sobre todo lo que le plazca apuntar, es en la conciencia que el primero tiene de cometer un crimen, mientras que la multitud de los otros aprieta constantemente el gatillo de su arma, con absoluta inocencia, sin comprender ni saber nada de lo que hace. Se limita a acumular provisiones para sus álbumes de familia.

Si hablo de crimen, es evidente que no voy a interponer una queja ante los tribunales. Aunque no dejaría de ser divertido enviar a la corte criminal a algunos fotógrafos, si no a todos, pero el uso de la palabra crimen en mi mente es puramente metafórico. Es una manera de decir que el artista sabe algo de lo que hace, que tomar una foto no es un acto insignificante, que puede inclusive ser grave en algunos casos y que no se trata de una de esas ocupaciones inocentes y más bien idiotas a las cuales cada quien puede entregarse con la necia beatitud del niño retardado que goza con su nuevo juguete.

Claude Bernard decidió exponer principalmente, entre las fotos de Doisneau, las que podría llamarse: ''retratos de pintores''. Desde la entrada de la galería, una magnífica foto de Georges Braque, en su casa, en Varengeville. Luego, otras fotos, de Picasso, en Vallauris, con Françoise Gilot, ocupado en posar con humor (un verdadero genio como Picasso es demasiado serio para tomarse en serio). Retratos de Marcel Duchamp, Jacques Villon, Bernard Buffet y muchos otros.

Así, el fotógrafo saca el retrato del pintor. Diálogo y confrontación de dos miradas que se cruzan: la del pintor, la del fotógrafo. Y es precisamente lo que, de golpe, me aparece como la constante en el trabajo de Doisneau: no es cuestión sino de la mirada. Y esto, hasta la obsesión. Doisneau es un fotógrafo que mira una mirada, y fija, tanto como puede, lo que ve. šAh!, los ojos de Picasso, que parecen de un niño muy viejo, aún asombrado, que ya ha mirado y visto todo, pero que queda asombrado para siempre.

La mirada de Braque dirigida hacia la luz que cae por las ventanas del comedor de su casa de Varengeville, y hacia las flores blancas dispuestas con cuidado en un florero: un segundo de silencio puro acorde a la armonía del lugar y de las cosas, dignas de un interior de Vermeer de Delft. Es todo Braque. Es posible imaginar la dicha sentida por él cuando tuvo en las manos la prueba de que había captado una parte del verdad del pintor. Sí, le agarró algo. Es un crimen, repito. Porque es precisamente de un artista de quien se trata.

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