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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003

Leonardo García Tsao

Sobreviviendo el naufragio

A causa de una cinematografía que a duras penas se mantiene a flote, por decirlo de algún modo, el cineasta José Luis García Agraz -al igual que varios otros de sus colegas- no ha podido filmar con la frecuencia deseada. Después de la mala experiencia de los trabajos de encargo -Noches del Califas (1985), por ejemplo- García Agraz ha preferido dirigir proyectos personales, aunque ello lo ha llevado a una actividad demasiado interrumpida. El misterio del Trinidad fue concebido desde el sexenio pasado, filmado hace dos años y hasta ahora se estrena, después de haber sido guardada un rato por su distribuidora Videocine, que había amenazado con condenarla al circuito de video.

Gran parte de ese retraso se debe, además, a que García Agraz no le rinde pleitesía al cine de moda. El referirse a temas familiares con un alto grado de compromiso personal y filmar de un eficiente modo clásico, no está valorado según los actuales cánones de la mercadotecnia. El misterio del Trinidad no entrecruza varios relatos urbanos que van chocando según los caprichos de un guionista; no trata de asesinos en serie, ni de traficantes de droga; no utiliza canciones pop para ilustrar cada una de sus escenas, ni deslava sus colores para que se vean más chidos. Por otro lado, tampoco explota el pintoresquismo de la miseria nacional, ni trata de rebuscarle una resonancia mística a nuestro folclor, estrategia muy estimada en el extranjero.

Lo que hace El misterio del Trinidad es recuperar un viejo género del cine mexicano, el melodrama familiar, enfocándolo desde una sincera perspectiva propia. El ingeniero Joaquín Aguirre muere mientras bucea en busca de los restos del Santísima Trinidad, un galeón español hundido en el siglo XVII. Su hijo ilegítimo, Juan (Eduardo Palomo), médico de urgencias, es convocado por el abogado Marengo (Alejandro Parodi) a la lectura del testamento, que le hereda el barco con el cual Joaquín hacía sus exploraciones, ante la inconformidad de sus medios hermanos. Con la tarea adicional de cuidar a su hija casi-púber Ana (Regina Blandón), a quien casi no ha visto después de haberse divorciado, Juan viaja a Veracruz a organizar la venta del barco. Sin embargo, el proceso lo llevará a replantear su vida, a partir de conocer más sobre sus padres, su otra familia y rencontrarse con Ana.

De un modo similar a su anterior Desiertos mares (1992), García Agraz establece con acierto las connotaciones sicológicas de su relato. Es evidente que el galeón titular sirve de apta metáfora a lo que permanece sumergido, oculto, en la conciencia de los personajes. En efecto, Juan debe explorar el turbulento mar de los secretos familiares para reconocer que ni su madre fue la víctima del abandono, ni su padre el irresponsable amo y señor de su "casa chica".

Con sutileza, el realizador y su guionista, Carlos Cuarón, sugieren el carácter hereditario de las fijaciones edípicas, en tanto Ana parece una candidata a repetir con su padre la misma relación de amor/odio. Por otra parte, su media hermana, Isabel (Rebecca Jones), también manifiesta sentimientos contradictorios hacia Joaquín y lo que Juan le recuerda de él, que tendrán su desahogo en un alcoholizado desliz incestuoso. Ese triángulo -una trinidad, vaya- de personajes deberá enfrentar finalmente una también simbólica tempestad, cuyas consecuencias serán definitivas para revelar el misterio epónimo.

En otra expresión de su rechazo a la moda, García Agraz es un realizador reacio al gimmick y, en esta ocasión, inclusive ha renunciado a su gusto por los saltos cronológicos en favor de un relato sobrio y lineal. Quien sepa apreciar un verdadero trabajo de dirección cinematográfica encontrará, por ejemplo, cómo el entorno define a los personajes con el puro manejo de la cámara. También evidente es el hábil manejo del reparto, por lo que se rescata a intérpretes generalmente desaprovechados por nuestro cine -Eduardo Palomo, Rebecca Jones-, o el hallazgo de una actriz infantil que no parece enana. El director sale bien librado hasta de una prueba complicada por la limitación de recursos: hacer verosímil una secuencia de efectos especiales. Tanto el naufragio del Trinidad como la secuencia climática de la tormenta desafían el estigma Made in México de la maqueta, la tina y los cubetazos.

Ante otros estrenos de la semana -la violencia infantiloide de Robert Rodríguez (Erase una vez en México), o la pasmosa ineptitud de Alfonso Rosas Priego (La tregua)- se agradecen aún más las tradicionales virtudes de El misterio del Trinidad.

EL MISTERIO DEL TRINIDAD

D: José Luis García Agraz/ G: Carlos Cuarón, basado en un argumento de José Luis García Agraz/ F. en C: P.J. López/ M: Mastretta/ Ed: Guillermo Maldonado/ I: Eduardo Palomo, Rebecca Jones, Alejandro Parodi, Guillermo Gil, Regina Blandón/ P: García Agraz y Asociados, Conaculta, Imcine, Foprocine, Origen S.A., Videocine, Resonancia, gobierno del estado de Veracruz-Llave. México-España, 2002.

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