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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003
De ciudad dormitorio pasó a ser, en unos
años, la vanguardia social boliviana, dicen
Los pobladores de El Alto se cansaron de ser "ciudadanos
de cuarta": sociólogos
Si es necesario pelear con el nuevo gobierno, lo haremos,
advierten los alteños
LUIS A. GOMEZ ESPECIAL PARA LA JORNADA
La Paz, 23 de octubre. Santiago II luce más
o menos tranquilo a casi una semana de terminadas las movilizaciones. Las
casas de adobe y ladrillos desnudos, con puertas de fierro, muestran todavía
las huellas que las balas dejaron. Es posible mirar los crespones negros
en algunas casas: más de una treintena de vecinos de este sector,
junto a los de Rosas Pampa y Santa Rosa, cayeron acribillados entre el
jueves 9 y el lunes 13 de este mes. Uno de sus dirigentes vecinales, que
se niega a dar su nombre "porque nos siguen acosando, esto no ha terminado",
dice que los alteños esperan haber demostrado su fuerza, que el
gas no se venda y que su ciudad sea respetada. "Ya anda pues el ministro
de hidrocarburos declarando que el gas tiene que exportarse, por eso no
confiamos en los políticos, porque nunca cumplen, por eso botamos
al Goni y vamos a ver qué pasa con el Mesa", pondera.
Esto lo confirman algunos otros dirigentes de juntas vecinales
alteñas y el sociólogo Javier Fernández, quien durante
dos años llevó adelante una investigación en El Alto
en compañía de la sicóloga Carola Gribowsky. María
Bravo, una mujer enjuta que vende en un mercado, dice: "Los políticos
y los gobiernos nos usan como escalón: prometen y cuando están
arriba no hacen nada". Para Fernández, es evidente que desde hace
tiempo los alteños no tienen confianza en la clase política
boliviana, "la evalúan negativamente".
"Hace dos años, cuando terminamos nuestro trabajo
de campo para el estudio, nos percatamos de que la gente estaba molesta,
no tenía confianza alguna en los organismos del Estado, en la municipalidad.
Inclusive, las juntas de vecinos hicieron parar el trabajo de varias ONG.
A mí me tocó, por ejemplo, ver cómo golpeaban a los
miembros del comité cívico de su ciudad porque se comprobó
que cometían actos de corrupción", explica Fernández.
Lo que ha ocurrido, entonces, en la lectura de este investigador, es que
"la gente terminó por cansarse de no ser ciudadanos. El Alto es
la cuarta ciudad en importancia en este país, y la gente se siente
con una ciudadanía también de cuarta".
El Alto es una especie de híbrido, cuenta Javier
Fernández, en lo tocante a "estrategias de relaciones sociales.
Un híbrido de las posibilidades de participación que te ofrece
la democracia liberal con sus formas tradicionales de participación.
Los alteños participan de los procesos electorales, de la planificación
en su municipio, utilizando todos los instrumentos a su alcance, aprendiendo
a usarlos. Pero también recuperan esa capacidad comunitaria que
está basada esencialmente en la solidaridad". Fernández aclara
que eso significa no solamente la recuperación de las formas organizativas
rurales aymaras, "también hay mucha gente que ha llegado de las
minas, mujeres y hombres que recuperaron estrategias sindicales para mantener
la solidez del movimiento vecinal".
"La democracia", interviene Mercedes Márquez, dirigente
vecinal de 44 años, "es la participación de todos, la libre
expresión y el derecho al voto. El Estado y el gobierno son todos
del mismo sistema, prometen pero no cumplen. Engañan, roban y sólo
luchan por sus intereses". Y añade que es por ello que se han movilizado,
para hacerse escuchar, para que sus necesidades, como alteños y
bolivianos, sean vistas y entendidas por todos.
"Ustedes se iban a morir de hambre"
Don
Alberto, el más viejo dirigente de Santiago II, recibe un trato
similar al que dan los aymaras del campo a los jilacatas (autoridades
tradicionales); cuando habla todos los vecinos lo escuchan con respeto.
"Nosotros hemos construido esta ciudad, señor periodista, con muchos
sufrimientos. Usted vio cómo estábamos los otros días,
indefensos frente a esos asesinos... todo por defender nuestro gas, por
pedir lo que es nuestro derecho", afirma con vehemencia.
"Pero nos organizamos. Y peleamos fuerte. ¿Cree
usted que nos moríamos de hambre? No, los mercados estaban acá
bien controlados. Todos abrían de 5 a 8 de la mañana. Ninguna
casera (vendedora) podía subirle ni un peso a sus productos, porque
se los quitábamos. Ustedes (los paceños) se iban a morir
de hambre", revela don Alberto con su voz aguda, mellada por los años.
"Ya luego nos íbamos para abajo, comidos y listos para seguir peleando".
Los alteños, en 10 días de paro, bajaron tres veces. Eran
el contingente mayoritario en las marchas y en los mítines en esta
ciudad.
"Con esta revuelta -valora Javier Fernández- en
El Alto ha surgido una nueva manera de entender la política. De
la ciudad dormitorio que era hace unos años, se ha convertido en
la vanguardia social de Bolivia. Ahora la clase política tradicional
sabe que tiene que cambiar las formas de hacer política o los alteños
van a luchar contra ellos hasta las últimas consecuencias".
Don Alberto concuerda con Fernández. "Ahora saben
quiénes somos y nos tienen miedo. Y si es necesario pelear contra
este gobierno, pelearemos. ¿Sabe qué queremos, señor
periodista? Queremos ser una ciudad, tener calles, escuelas para todos...
queremos justicia para este pueblo".
"¿Sabes qué es lo más alucinante
en El Alto?", dice Javier Fernández. "La horizontalidad con la que
se tejen las relaciones entre los barrios. No importan su nivel de ingresos,
su economía, prevalecen más otro tipo de cosas, como los
compadrazgos, el origen de los barrios. Siempre están en contacto
unos con otros, ayudándose".
El jueves 9 de octubre, luego de haberse enfrentado a
la policía y al ejército, los vecinos de Villa Adela se reunieron
en las últimas horas de la tarde. Estaban trabajando en el adoquinado
de una avenida y en la construcción de una glorieta en su barrio.
La imagen, tan pacífica, era un enorme contraste con lo ocurrido
dos horas antes. ¿Por qué lo hacían? "Es que la alcaldía
nos prestó la maquinaria solamente unos días, tenemos que
terminar de hacer esto", fue la explicación de un vecino que en
una carretilla trasegaba arena. Esta tarde, la glorieta seguía en
construcción.
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