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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003
ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente
Para medir la pobreza1
Inadecuado, partir del eje de nivel de vida
Investigación sistemática de las prescripciones
EN LA ENTREGA DE Economía Moral de la semana pasada presenté una reflexión sobre el camino conceptual que debe seguirse para fundamentar adecuadamente el concepto de pobreza. Señalé que debemos distinguir dos ejes conceptuales: el florecimiento o bienestar humano y el nivel de vida. Sostuve, basándome en Marx, tal como lo ha leído, magistralmente, Giörgy Markus, que los elementos constitutivos de dicho eje son lo que Karl Marx llamó las fuerzas esenciales humanas (necesidades y capacidades). También sostuve que es en el segundo eje conceptual, el de nivel de vida, donde se ubica el umbral de la pobreza, el punto de corte que separa a los pobres de los no pobres. En dicha entrega abordé, sobre todo, la discusión de los elementos constitutivos del primer eje. Queda por abordar todavía el recorte para pasar al eje del nivel de vida y el del corte que separa los pobres de los no pobres.
EN EL EJE DEL NIVEL de vida debemos conservar aquellos elementos del eje de bienestar que dependen de recursos económicos (o escasos) para su satisfacción. Con ello introducimos un nuevo concepto, el de recursos, que juega un papel central en el concepto de pobreza. El ser humano, como todo ser vivo, requiere objetos externos para vivir: los más obvios son el agua y los alimentos y los que lo protegen de las inclemencias del tiempo, como la ropa y la vivienda. Para obtener estos objetos externos se requiere un esfuerzo productivo, recursos económicos. De la enunciación de estos ejemplos resulta evidente que el nivel conceptual adecuado para llevar a cabo este recorte no es el de las necesidades, que es un concepto amplio, abstracto, sino el de los satisfactores.
PODEMOS DISTINGUIR TRES tipos de satisfactores de las necesidades humanas: los bienes y servicios, las relaciones y las actividades. Para algunas necesidades como la alimentación, los satisfactores clave son bienes; para otras, como la atención a la salud, son bienes y servicios; para las necesidades afectivas, en cambio, los satisfactores centrales son las relaciones; hay otras necesidades, particularmente las de autoestima y autorrealización, para usar términos del sicólogo Abraham Maslow, autor de la más famosa teoría sobre las necesidades humanas, cuya satisfacción se deriva sobre todo de la propia actividad del sujeto.
SIN EMBARGO, EN CASI todos los casos, aparte del satisfactor central intervienen satisfactores complementarios. Por ejemplo, en todos los casos mencionados se requiere también que el individuo invierta tiempo personal. En algunos casos éste es un satisfactor secundario, como el tiempo que dedicamos para comer o para ir al médico; en otros casos cobra mucha mayor centralidad, como en el tiempo requerido para cultivar las relaciones, y es la otra cara de la moneda (el recurso invertido) en los casos en los que el satisfactor central es la actividad que sustenta la autoestima y la autorrealización o desarrolla los conocimientos y capacidades propias. En algunos casos, las costumbres determinan que algunas relaciones sólo puedan ocurrir si se aportan ciertos bienes o una cantidad de dinero, como ocurre con las dotes matrimoniales.
DE LO DICHO SE DERIVAN dos conclusiones. Por una parte, que a los tres tipos de satisfactores analizados se tiene acceso a través de distintos tipos de recursos. A los bienes y servicios se accede mediante cuatro de las seis fuentes de bienestar de los hogares: el ingreso corriente, los activos básicos y no básicos, y el acceso a bienes y servicios gratuitos. Los recursos clave para las relaciones y las actividades, en cambio, son el tiempo y los conocimientos y habilidades. Por otra parte, que incluso las necesidades concebidas como inmateriales pueden requerir recursos económicos para su satisfacción. Que, por tanto, en el eje del nivel de vida están presentes prácticamente todas las necesidades humanas, pero sólo en su dimensión económica. Si esta conclusión fuese correcta, habríamos mostrado que la pregunta planteada en la entrega anterior sobre la viabilidad de abordar el problema directamente en el eje del nivel de vida, sin pasar por el del florecimiento humano, que es el camino adoptado por casi todos los estudiosos de la pobreza, es incorrecto.
LOGRADO ASI EL RECORTE, falta preguntarnos cómo hacemos el corte, cómo determinamos el nivel de vida mínimo requerido para no ser pobre, el umbral de la pobreza. La actitud tomada por los economistas ortodoxos, que dominan el pensamiento en la materia, sobre todo en Estados Unidos y en muchos organismos internacionales, es la de minimizar la importancia del corte al que conciben como un acto arbitrario del investigador. Mi postura es que las normas o reglas para saber quién es pobre y quién no lo es tienen existencia social objetiva y que la tarea del investigador es conocerlas y sistematizarlas. Esta es similar a la postura adoptada por Amartya Sen en su libro Poverty and Famines cuando señala que "describir las prescripciones existentes no constituye un acto de prescripción, sino de descripción". Es un asunto normativo, pero las normas no las define el investigador, sino que son normas actuantes en la vida cotidiana de la gente. Por eso el profesor Sen cita con frecuencia a Adam Smith, padre de la economía política, quien en el siglo XVIII hacía notar que "un trabajador respetable se sentiría avergonzado si tuviera que presentarse en un lugar público sin una camisa de lino o sin zapatos de cuero". Estos bienes se convierten en componente del umbral de pobreza. Smith nos da aquí una pista para reunir elementos requeridos para el corte: averiguar qué nivel de vida (en alimentación, en vivienda, en vestido, en todo lo demás) avergüenza a las personas y cuál no.
EN PRINCIPIO, Y AQUI el maestro es Marx, para acometer esta tarea es necesario partir de una comprensión de las relaciones entre producción y necesidades. Se trata de dos polos de una unidad que se determinan mutuamente, aunque la producción domina sobre las necesidades, ya que en última instancia es el desarrollo de sus capacidades productivas lo que determina sus necesidades. En una sociedad productora de zapatos de cuero, las personas que carezcan de ellos se sentirán avergonzadas.
EN LA ERA DE LA GLOBALIZACION, sin embargo, estas normas son cada vez más universales. Al hacerse global la producción se globalizan las necesidades, al menos como tendencia. Además, los organismos internacionales fijan normas de aplicabilidad universal y los gobiernos suscriben declaraciones sobre los derechos humanos. Estas son fuerzas y tendencias que impulsan la fijación de umbrales generosos, opuestos a los umbrales avaros que niegan la multiplicidad de los derechos y de las necesidades humanas y que reducen al ser humano a la calidad de animal. Es evidente que hay suficientes bases para que la definición del umbral no sea un acto arbitrario del investigador, sino resultado de una investigación sistemática de las prescripciones sociales existentes.
AHORA BIEN, DEBEMOS preguntarnos cuáles son los elementos sobre los cuales hay que operar el corte. En la bibliografía sobre la pobreza hay una tensión constante entre la pobreza definida como nivel de vida bajo y pobreza definida como recursos inadecuados o insuficientes. Según David Gordon, para Peter Townsend la pobreza es la insuficiencia de recursos, lo que causa un nivel de vida inadecuado que significa carencias, privación. Otra postura posible define la pobreza como privación, como la presencia misma de las carencias.
QUIENES COMO TOWNSEND definen pobreza como insuficiencia de recursos, operan el corte en esta dimensión. Quienes tienen menos de un cierto nivel de recursos son pobres. Quienes adoptan la otra postura y definen la pobreza como privación, buscan los indicadores directos de privación: falta de agua potable o de drenaje, bajo nivel educativo, desnutrición, hacinamiento y baja calidad de los materiales de la vivienda, no participación en actividades acostumbradas en la sociedad, etcétera.
LA POSTURA APARENTE en mi práctica de medición a través del Método de Medición Integrada de la Pobreza es una combinación de las dos posturas anteriores, ya que combino indicadores directos de privación con indicadores indirectos de recursos, entre los que incluyo el tiempo disponible en el hogar para trabajo doméstico y educación, y tiempo libre. Sin embargo, conceptualmente mi postura está más cerca de la de Townsend, porque igual que él concibo la pobreza como las carencias humanas derivadas de las limitaciones de recursos económicos, aunque entre los recursos económicos incluyo el tiempo y otros recursos como el acceso a servicios gubernamentales gratuitos, lo que no hace ese autor. Como él tengo claro que los recursos son un medio, que lo que importa es el nivel de vida y que es sólo en esta dimensión donde podemos establecer ese piso mínimo que separa los pobres de los no pobres, la vida indigna de la digna.
A DIFERENCIA DE este gran conocedor del tema de la pobreza, que busca en las relaciones empíricas observadas entre ingresos y privación el umbral mínimo en términos de ingresos para que la población no sufra carencias generalizadas, reduciendo con ello el concepto de recursos al de ingresos, he adoptado una postura mucho más normativa, que busca definir en cada dimensión del quehacer humano una norma, en la medida de lo posible basada en prescripciones sociales observables.
CONCIBO UNA GAMA AMPLIA de recursos los que, en un sentido más amplio que como meros medios, he denominado fuentes de bienestar de los hogares: ingresos corrientes, activos básicos y no básicos, acceso a bienes y servicios gubernamentales gratuitos, conocimientos y habilidades y, por último, su tiempo disponible para trabajo doméstico, educación y tiempo libre. A partir de aquí estructuro un enfoque en el que combino la información sobre las seis fuentes de bienestar de manera pragmática para identificar algunas carencias directamente, porque es la manera más adecuada de hacerlo (por ejemplo las características de la vivienda) o porque es imposible hacerlo de otra manera (el nivel educativo de las personas), y en otros casos cuantifico los recursos disponibles y los cotejo contra normas derivadas de las condiciones de vida pero expresadas también en términos de recursos (es lo que hago, por ejemplo, en materia de ingresos y tiempo). El criterio de pobreza que he adoptado es que es pobre aquel hogar que dadas sus fuentes de bienestar no puede satisfacer sus necesidades, por más eficientemente que las use.
EL CAMINO DEL CONOCIMIENTO es infinito. Nunca me siento satisfecho con lo que he avanzado, ya que a cada avance aparecen nuevas dudas y nuevos problemas. Muchas gracias por acompañarme este día.
MUCHAS GRACIAS A los profesores y autoridades del Colegio de Posgraduados por la distinción que me han otorgado. Muchas gracias por su paciencia al escuchar esta maraña de conceptos y términos.
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1 Segunda parte del texto leído al recibir el doctorado honoris causa en el Colegio de Posgraduados el 17 de octubre del 2003. [email protected]
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