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México D.F. Miércoles 22 de octubre de 2003

Javier Aranda Luna

Harold Bloom y el circo literario

El mayor mérito del profesor hebreo Harold Bloom es el de haber animado la mesa de la cultura. Lo ha hecho con dos interesantes libros: con su dilatado ensayo sobre Shakespeare y con su heterodoxo Canon occidental. El primero lo proveyó de reconocimiento como buen lector del poeta inglés. El segundo le permitió saborear la fama.

Hace poco el profesor Bloom recibió el Premio Internacional Alfonso Reyes. Y como ha hecho en las recientes ocasiones en que ha recibido algún reconocimiento, habló de Shakespeare y Cervantes. Auguró que en el futuro lo seguirá haciendo. Invocar esos nombres siempre será credencial de buen lector, conjuro contra el olvido, jugar cartas con todos los ases bajo la manga.

Como en otras ocasiones, el profesor Bloom aprovechó para arremeter contra la mala literatura. Incluyó en ella, en primerísimo lugar, a Harry Potter. Es un peligro, según él, que los libros del joven mago sean los que más se vendan en el mundo. Están mal escritos, dice, y llenos de lugares comunes.

Tal vez tenga razón el profesor Bloom y los libros de Potter, comparados con los de Shakespeare, Dante o Cervantes sean muy poca cosa. Quizá podríamos decir lo mismo de los propios libros del profesor Bloom si los comparamos con el canon que nos propone o con su ideal de lector que es Samuel Johnson. Pero esa comparación, sin embargo, resulta baladí. Me preocupa otra cosa: que el profesor Bloom pretenda construir, además de un canon, un index. Pareciera que una visión religiosa inspirara sus propuestas ensayísticas y él se imaginara como el guía de las almas perdidas.

En un ensayo titulado ƑPor qué leer?, Harold Bloom nos propone cinco principios para la renovación de la lectura: 1) limpiarse la cabeza de tópicos, 2) no tratar de mejorar a nuestros vecinos con nuestras lecturas, 3) dejar que la luz de los buenos lectores iluminen los anhelos de todos los hombres, 4) ser inventor para leer bien y 5) recuperar la ironía.

Sería estupendo que el propio Bloom se acogiera a sus principios pero, como puede observarse a simple vista, no lo hace. Primero porque trata de mejorar a los demás con sus lecturas y después porque, de tanto repetir sus hallazgos sobre Shakespeare y Cervantes, los ha convertido en tópicos o lugares comunes. Pero, Ƒno habrá mayor lugar común que decir que esos dos grandes escritores son la cima de la literatura de todos los tiempos?

Bloom abomina de la academia pero vive de ella desde hace más de dos décadas. Eso no debe importarnos. Lo esencial es que desdeña a una parte del mundo académico por las lecturas culturales que ha hecho de la literatura. Reconozco que tiene razón en varios puntos: frente a un texto poco importa su autor, sus preferencias sexuales, su raza, credo o forma de vestir. Lo que no entiendo entonces es por qué encuentra en El tigre, de Blake, al leviatán o al behemoth del Antiguo Testamento. ƑEsa no es una lectura cultural? Algo más: ƑSu análisis sobre la ''represión" en la poesía inglesa no es una lectura cultural absolutamente freudiana? Válida para él, imagino, porque ve en el padre del sicoanálisis un ''Shakespeare en prosa".

Lamento, por otra parte, que Harold Bloom conozca tan poco de la literatura española. Sobre todo si la compañía de marketing que promueve sus libros nos lo vende como un lector privilegiado que lee en varios idiomas. ƑPecaría de chovinista si le reclamo su falta de atención a Sor Juana Inés de la Cruz? Ni caso tiene reclamarle la ausencia de Rulfo en sus lecturas (no en sus declaraciones, claro) ni su apuesta desmesurada por Alejo Carpentier, escritor que dudo haya podido leer sin la ayuda de un diccionario.

Conociendo cada vez más su afición al circo literario, no me extraña que Bloom rasgue sus vestiduras a causa de la red de Internet. Una declaración así es garantía de reflector. Dice que los ingenuos, los impreparados ''pueden ahogarse en un mar de información" donde no existe, naturalmente, un Harold Bloom que los alumbre. No debe preocuparse tanto ese crítico literario. Los impreparados, los ingenuos, los desprevenidos también pueden ahogarse en cientos de hojas de papel, en decenas de estudios críticos sin alcanzar la playa que forman los grandes autores. Si Harry Potter nos acerca a la tierra firme de Dante, qué más da que se trate de un best-seller.

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