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México D.F. Miércoles 22 de octubre de 2003

José Steinsleger

Maurice Bishop (1944-1983)

En la freudiana "libre asociación" de ideas, vocablos como "islas del Caribe" nos remiten a imágenes cruzadas de mares, palmeras, playas y paisajes de ensueño; piratas, tesoros y conspiraciones de agentes del bien con permiso para matar a los agentes del mal, entre novelas, mulatas y negros aptos para aliviar las penas.

Culturalmente forjadas para que esta región del mundo se perciba de modo idílico, esas imágenes se oponen, naturalmente, a la cruda y descarnada realidad de los pueblos antillanos, que en Cuba y Puerto Rico son vanguardia y retaguardia de la descolonización del "nuevo mundo".

Cuando el poeta Derek Walcott, nacido en Santa Lucía, recibió el Premio Nobel de Literatura 1992, dijo: "Si alguien nos dice que todavía no formamos una ciudad o una cultura, la respuesta correcta es: esta ciudad no es la tuya, esta cultura no es la tuya". Metafórico y dual, aunque a mitad de camino de las miradas concebidas por el poeta Saint John-Perse de Guadalupe y el narrador V. S. Naipaul de Trinidad-Tobago (premios Nobel 1960 y 1992), Walcott apunta en el texto citado: "Una cultura fundada en la alegría sólo puede ser superficial. Por desgracia, para venderse, las Antillas fomentan los deleites de la estupidez, de la vacuidad brillante... Así, Ƒcómo podría existir gente allí, en el sentido auténtico de la palabra?"

Si el propósito es tomar el pulso y conocer la cultura antillana, las obras de Walcott, Saint-John Perse, Naipaul, Aimé Césaire, René Depestre y Franz Fanon son de consulta imprescindible. Sin embargo, así como entonces le criticó a Perse haber renegado de sus orígenes ("grandes escritores incurren a menudo en el desatino de querer suprimir su cuna"), a más de elogiar al "primer Cesaire" (pues el "segundo" habría cometido el pecado de apoyar a la revolución cubana), Walcott olvidó a Maurice Bishop, asesinado en el transcurso de una miserable lucha por el poder en Granada.

ƑDeliberada o inconsciente omisión del único pensador y estadista que durante cinco años consiguió que Granada y las Antillas menores figurasen en el mapa político y cultural de América Latina y el Caribe hasta la invasión militar de Estados Unidos en 1983? En la memoria de los granadinos perduran dos nombres antípodos: Maurice Bishop, personificación del ímpetu por renovar el mundo, y Ronald Reagan, quien ordenó volver hacia atrás la rueda de la historia de un país independiente y soberano de 300 kilómetros cuadrados y 100 mil habitantes, que con su apoyo a la revolución socialista resultaba "peligroso para la seguridad nacional de Estados Unidos".

Bishop empezó a ser mal visto por Washington en la 34 Asamblea General de la ONU (1979), cuando propuso reconocer y poner en práctica el criterio de "pequeñez" en las relaciones internacionales. Es decir, el lugar específico que ocupan en el mundo países pequeños que como ningunos otros dependen de los elementos de la naturaleza, capaces de causar a sus economías daños irreparables.

A Washington no le gustó que los granadinos se apartaran de la tradición de "seguir a la metrópoli" y comprendieran que sus intereses son comunes a los de la humanidad. Inquietudes similares se habían suscitado entre los socios oligárquicos de la Sociedad Intermericana de Prensa (SIP). En 1975, Surinam se declaró independiente y La Nación de Buenos Aires se preguntó si acaso la ex Guayana holandesa tenía derecho a existir como tal. En tanto, La Prensa señalaba que la incorporación de las nuevas naciones del Caribe a la OEA atentaba contra la "homogeneidad relativa del continente histórico en que nacimos y vivimos".

En el aspecto cultural, Maurice Bishop había leído con atención un pasaje de la Declaración Final del primer Encuentro de intelectuales por la soberanía de los pueblos de nuestra América (La Habana, septiembre de 1981), que 20 años exactos antes del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York dice así: "Denunciamos con indignación que los autores de los actos de terrorismo más atroces que se cometen en el mundo pretenden acusar de terroristas a los patriotas que luchan por la felicidad de sus pueblos, y por su identidad y su cultura..." Sensibilizado por el mensaje, declaró ante un congreso de trabajadores intelectuales de Granada: "Hoy en día, cuando hablamos de imperialismo cultural, estamos describiendo una amenaza a escala mundial... la forma que toma este proceso milenario a finales del siglo XX es mucho más refinada, mucho más científica y tiene muchos más recursos a su disposición que nunca antes en la historia de la humanidad, y es, por consiguiente, mucho más desvastadora".

El tema cobrará impulso en estos días, cuando un distinguido grupo de pensadores mexicanos, de Estados Unidos, América Latina y Europa que se han dado cita en el Polyforum Siqueiros nos expliquen por qué la causa que defendió Maurice Bishop, "en defensa de la humanidad", sigue teniendo validez. Y, por sobre todo, los caminos posibles a recorrer para que los intelectuales sintonicen pragmáticamente sus ideas con las de los pueblos que en estos días, en América Latina y el mundo entero, se alzan contra el imperialismo.

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