"Los ciudadanos se han dado cuenta de la gran estafa"

El fracaso de las privatizaciones explica la aparición de rebeliones, señala especialista

ANDREA BECERRIL

El fracaso de las privatizaciones eléctricas en la gran mayoría de los países donde las empresas públicas del ramo se entregaron a particulares es evidente, y ello explica la aparición de movimientos en contra e inclusive rebeliones, con decenas de muertos detrás, sobre todo en países no desarrollados, como Bolivia, Ecuador, Perú y Argentina.

Está surgiendo un "movimiento antiprivatización" en todos los continentes, porque los ciudadanos se han dado cuenta de "la gran estafa eléctrica", es decir, que en lugar de tarifas baratas y abastecimiento seguro, como se les prometió, los precios de la energía eléctrica se han elevado de manera desmesurada -como en el caso de California-, los apagones son constantes, provocados en ocasiones por las propias empresas, y los gobiernos han tenido que rescatar a las multinacionales, que cada vez adquieren mayor poderío económico.

Las tesis son de la escritora australiana Sharon Beder y forman parte del libro Juego de poder: la lucha por el control de la electricidad en el mundo, documento que formará parte del acervo que habrán de analizar los senadores del PRI en su reunión plenaria de este miercoles.

Catedrática de ciencia, tecnología y sociedad de la Universidad de Wollongong, Beder advierte que cada vez es más difícil privatizar la electricidad en países desarrollados, como Australia, Francia o Canadá, por la oposición de los votantes, y en muchas naciones en vías de desarrollo las propuestas privatizadoras están siendo recibidas con protestas masivas y con la elección para gobernantes de candidatos de izquierda dispuestos a proteger los intereses nacionales contra las fórmulas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

"Es poco probable que la tendencia hacia la liberalización de la electricidad se pueda sostener mucho más", señala a manera de conclusión, luego de desmenuzar la realidad de lo que han sido las experiencias de privatización de la electricidad tanto en naciones desarrolladas, como Inglaterra, Suecia y Finlandia, como en los casos de Chile, Brasil, Argentina, Corea o en países muy pobres como Dominicana, India, Indonesia y Ghana. Incluso en China, los trabajadores protestaron contra la venta de una planta de energía eléctrica en la provincia de Henan.

De entrada, la autora señala que la "revitalizada lucha por el control privado de la electricidad la fomentó un nuevo movimiento ideológico, el liberalismo económico, que tuvo el patrocinio de los nuevos negocios eléctricos".

En los años ochenta, bajo esa doctrina, el gobierno de Pinochet ordenó el cambio de propiedad gubernamental a privada de la industria eléctrica chilena; lo mismo hizo Margaret Thatcher en Inglaterra en 1990, y se convirtieron en ejemplos a seguir. En Estados Unidos se echó abajo la regulación que en la década de los 30 logró el entonces presidente Roosevelt para frenar el poder de las trasnacionales eléctricas. "Empresas que, tal como hizo Enron en este siglo, recurrían a trucos contables para manipular sus precios en la bolsa, sin importar que luego se declararan en quiebran e hicieran perder a accionistas y empleados los ahorros de toda su vida".

Pese a la oposición de las corporaciones, Roosevelt logró introducir una legislación que frenara su poder. Varias décadas despúes, los estadunidenses anularon esa legislación, vino la desregulación y con ello la catástrofe de California y la quiebra de la séptima empresa de Estados Unidos, Enron.

El dogma neoliberal de que un servicio estratégico como la electricidad debía pasar a manos de empresas privadas por motivos de eficiencia y de reducir costos para beneficio de los usuarios quedó desmentido, ya que lo que ha generado es "una transferencia masiva de propiedad y control de los activos de la electricidad a un grupo reducido de multinacionales, que han asumido el control del suministro eléctrico".

Beder cita una frase que en 2000 pronunció el recién depuesto gobernador de California, Gray Davis: "Hemos cedido las decisiones sobre dónde se vende la electricidad, y a cuánto, a empresas privadas que tienen un solo objetivo: llevar sus ganancias a niveles jamás conocidos".

Durante 20 años las presiones del Banco Mundial y del FMI han logrado que más de 100 empresas eléctricas se hayan privatizado para dar paso a "una nueva raza de depredador voraz, que sólo ha servido para enriquecer a multinacionales sin rostro y algunos gobiernos corruptos".

Las corporaciones se han convertido en monopolios privados que concentran todo el proceso, desde la generación hasta la venta de electricidad, e impiden que tenga éxito cualquier intento gubernamental por introducir la competencia o mantener la autoridad sobre los precios de las tarifas o la protección ambiental.

A finales de la década de los noventa, las multinacionales eléctricas ampliaron su poderío al fusionarse con empresas de gas y carbón, y a su vez las petroleras, como Texaco, BP y Shell, están comprando empresas de energía. De esta forma surgen consorcios de integración horizontal y vertical, que proporcionan servicios completos en materia energética. Esa concentración monopólica exacerba los problemas de los gobiernos para controlar a los inversionistas extranjeros.

Con tal poder, agrega Beder, las multinacionales se llevan la riqueza de las naciones. Advierte que afortunadamente cada vez es más difícil sustentar el engaño de los supuestos beneficios de la desregulación y las privatizaciones y la oposición de los ciudadanos es cada vez más resuelta. Saben que se trata de "la gran estafa eléctrica".