304 ° DOMINGO 19 DE OCTUBRE  DE 2003
 Nuevo mapa de la frontera de la migración
El reino de
la migra y los polleros

ALBERTO NÁJAR

Dinero a montones y más y más agentes, ahora con pretexto de la lucha antiterrorista. Eso del lado estadunidense. Aparatosos operativos tras muertes en grupo que atraen la atención de los medios. La cuota del lado mexicano. Nada de eso ha impedido que el desierto de Sásabe, el corredor Naco-Douglas o la ribera del Río Bravo sigan siendo los lugares donde los migrantes padecen, por igual, la crueldad de los polleros y la ilegalidad brutal de las políticas estadunidenses aplicadas por la migra
 
 

Ilustración de Cintia BolioDOUGLAS, ARIZONA.- Anoche, Angelito no quería dormirse.

Las dos semanas que permaneció en el Centro de Atención al Migrante Exodus (CAME) de Agua Prieta, Sonora, le hicieron pensar que, tal vez, el viaje hasta la frontera tenía algo bueno: en ese tiempo pudo jugar todos los días con sus padres y su hermano Jesús.

Eso le permitió olvidar las 18 horas del viaje en autobús desde el Distrito Federal, donde nació hace tres años, y también hizo a un lado la experiencia de caminar de noche por el desierto, los calcetines llenos de espinas mientras su mamá le pedía una y otra vez que se callara. Y luego los gritos de los policías que los aprehendieron...

Dos semanas de juego que estaban a punto de terminar cuando anoche, como la víspera de esa primera experiencia, le ordenaron acostarse pronto pues al día siguiente saldrían temprano a caminar

Por eso el niño inventa mil excusas para no ir a la cama. Primero se puso a ver televisión con el conserje del albergue; luego trató de bañar a un perro y por último se escondió dentro de una camioneta. Todo para no dormir y despertar, otra vez, indocumentado en el desierto.

Fue inútil. Un coscorrón terminó con las excusas. Y ahora allí está sentado con su familia en la entrada del centro comercial Wal-Mart de esta ciudad, a la espera de un tío que los llevaría a Tucson.

Junto con la familia de Angelito cruzaron otros 10 mexicanos quienes esperaron hasta la madrugada el cambio de guardia de la Patrulla Fronteriza y luego, justo donde termina la cerca de tres metros que divide a Douglas con Agua Prieta, se deslizaron por entre los estanques de tratamiento de aguas residuales de la ciudad estadunidense hasta el centro comercial, distante unos 300 metros de la línea.

Ironías de la frontera.

A lo largo de la línea que separa México de Estados Unidos la Patrulla Fronteriza tiene más de 14 mil agentes, construyó cercas de tres metros de alto en todas las ciudades fronterizas, desplegó miles de sensores de movimiento, de luces tipo estadio, torres de vigilancia y cámaras especiales para detectar el calor humano.

El presupuesto asignado a estas tareas es el más alto de la historia, y para 2004 se espera un aumento de 50% pues, según el analista Sean García, del Centro de Investigación Interhemisférica (IRC, en inglés), el Departamento de Seguridad Interior –del que depende la Border Patrol– considera que la seguridad fronteriza es una prioridad en la lucha contra el terrorismo, y por lo mismo necesita mucho dinero. Unos 18 mil millones de dólares para el próximo año.

Todos los recursos con un solo propósito: frenar la migración indocumentada. Y hasta ahora no se puede.

Como Angelito y su familia, diariamente miles de personas intentan cruzar por algún punto de la frontera, en sitios realmente peligrosos: desde las dunas y piedras volcánicas de Los Vidrios, cerca de Sonoyta; el desierto plagado de asaltantes y animales ponzoñosos de la región Altar-Sásabe o las corrientes traicioneras del Río Bravo en Las Antenas, la Presa Falcón o Reynosa Díaz, en Tamaulipas.

Y es que la migración es como un río: cuando alguna zona se calienta –en el argot de los polleros significa que el cruce se vuelve difícil– el flujo de indocumentados se va a otro punto mientras el primero se enfría; y cuando en este nuevo sitio se refuerza la vigilancia, se van a otro o regresan al primero.

Así ocurrió este año, cuando tras la muerte de 17 indocumentados en la caja de un tráiler en Victoria, Texas, la Policía Federal Preventiva (PFP) realizó dos operativos contra traficantes de personas en Altar y Sásabe, y en respuesta los polleros volvieron a la ruta Naco-Agua Prieta que habían dejado de utilizar ante la llegada, en 2001, de 500 agentes de la Patrulla Fronteriza y la instalación en Douglas del cuartel más grande de la corporación en Estados Unidos.

El resultado fueron más muertes: 151 fallecimientos en Arizona, según la Patrulla Fronteriza, 187 de acuerdo con otras fuentes (todas, en el año fiscal estadunidense, que comprende del 30 de septiembre de 2002 al 1 de octubre pasado) De ese total, 39 mexicanos fallecieron en el corredor Naco-Douglas, la cifra más alta en la historia migratoria de la región. En toda la frontera las víctimas mortales fueron 375, en el mismo periodo.

Paradójicamente, en el caso del corredor Naco-Agua Prieta la mayoría de los fallecimientos ocurrieron a unas cuantas millas de la línea fronteriza, un elemento por lo menos inusual pues en años anteriores las víctimas perecían tras varios días de caminata en el desierto.

La cifra tiene varias explicaciones, desde el incremento atípico de la temperatura el verano reciente (en algunos días el termómetro subió a los 50 grados centígrados) y la presencia de migrantes enfermos, hasta el arribo cada vez más frecuente de personas provenientes de estados con clima radicalmente distinto al de esta región, como el Distrito Federal, Chiapas y Veracruz, que se encuentran física y culturalmente en desventaja para sobrevivir al desierto.

No es fácil, dice el cónsul de México en Douglas, Miguel Escobar Valdés, pues se enfrentan con una experiencia fuerte, casi contra la naturaleza de esos migrantes. "¿Cómo le explicas a alguien acostumbrado a encontrar agua en cualquier sitio donde camine que puede pasar días enteros sin ver más que arena?"

Explicaciones sobran, pero sólo una es denominador común en las 375 muertes registradas en la frontera: la ambición de los polleros que, por encima de retenes militares, operaciones de inteligencia y hasta los enfrentamientos entre bandas rivales, mantienen el control de poblaciones enteras en toda la línea fronteriza.

El poder real
Altar, Sonora, un sábado de octubre.

Dos polleros abandonaron ya el tono amable en la negociación y pasan a las advertencias.

Mal se desarrolla el viaje iniciado en taxi desde el aeropuerto de Hermosillo con un grupo de migrantes, todos con santo y seña de coyotes, tarifas y casas de huéspedes.

El aeropuerto de la capital sonorense es un lugar clave en el flujo de migración indocumentada, pues aquí se concentran los grupos que salen, en taxis de la terminal aérea, hacia los principales puntos de cruce de la entidad: Naco, Agua Prieta, Cananea, Altar y a veces llegan hasta Sásabe, ya en la línea fronteriza.

Los taxis son un eslabón importante en la cadena que constituye el tráfico de personas. Con frecuencia los polleros ya tienen contratado el servicio, de tal manera que los migrantes, al descender del avión, sólo tienen que abordar las unidades señaladas por el guía; esto ocurre sobre todo en la temporada alta para la migración –de enero a abril– o bien, cuando se traslada a centroamericanos.

Otras veces los coyotes recomiendan a los migrantes que aborden estos vehículos pues los choferes ya saben a dónde trasladarlos: basta con decir el nombre del hotel, casa de huéspedes o del pollero que los espera.

Son viajes colectivos que cuestan entre 300 y 450 pesos por persona, según el destino. Tan cercana es la relación de coyotes y taxistas que este año la Agencia Federal de Investigación (AFI) efectuó dos operativos para capturar a choferes involucrados con las redes de traficantes.

Las acciones –la última fue a mediados de agosto– asustaron un poco a los taxistas, pero no se interrumpió el servicio. Toda la semana salen del aeropuerto decenas de autos y camionetas repletas de migrantes e incluso, si no se tiene contacto para cruzar, los choferes se encargan de conseguirlo.

Así ocurrió ese sábado de octubre cuando al llegar a Altar el taxista decide, por la libre, ofrecer el servicio de "un amigo muy seguro, nunca ha tenido problemas en el desierto".

Ni tiempo hay de protestar. El vehículo se detiene frente a una casa en construcción a la orilla del pueblo, en una colonia ubicada a las faldas de una loma de donde salen dos sujetos de cabello corto, el de mayor edad con tatuajes en los brazos.

"Aquí el compa va a Las Vegas y no tiene quien lo lleve", dice el taxista y luego se marcha con la vaga promesa de regresar por si no hay trato.

Ni modo. En esas condiciones es mejor seguir con el papel de migrante desorientado: en Altar, donde ese sábado un pollero casi le cercena el brazo a otro con un machete, las sorpresas no son bienvenidas.

Y empieza la negociación, los coyotes para enganchar cliente, el supuesto migrante para encontrar la forma de salir del atolladero.

Al final, después de varias negativas, los traficantes se molestan. "Ya, dame el teléfono del primo que va a pagar (ese fue uno de los pretextos), así nos vamos más rápido".

En ese momento llega un camioneta de la que descienden dos migrantes a quienes un sujeto con una pistola en la cintura mete rápidamente a la casa; luego se une al grupo.

–¿Ya está el viaje?– pregunta.

–Ahorita, nomás que el compa nos deje hablar con su primo– responde el de los tatuajes mientras el pollero más joven se mueve, nervioso.

Quizá por suerte, tal vez para cobrar su comisión, el caso es que en ese momento el taxista regresa. Y entonces termina el episodio que, comenta horas después el sacerdote René Castañeda, responsable en el norte del país del área de Pastoral de Migrantes de la Iglesia católica, tuvo un inusual final feliz.

Porque aquí los secuestros de indocumentados son asunto cotidiano, tanto que incluso se realizan en la plaza central, a unos metros de la presidencia municipal.

Y es que Altar está en manos de los polleros.

No hay hotel, posada, restaurante, sitio de taxis, casa de cambio, teléfono público, tienda de abarrotes, farmacia, centro de salud o taquería que esté libre de ellos.

Abundan en la plaza central, atentos a la llegada de los camiones que desembarcan allí a los pasajeros en lugar de la central de autobuses, cerrada por los traficantes porque hacía más difícil la tarea de enganchar migrantes.

Rondan con descaro los teléfonos públicos, escuchan conversaciones, aprenden el nombre del que habla y con quién se comunica y si pueden, anotan el número marcado para extorsionar después a las familias.

Con frecuencia los polleros roban los cuadernos de las casetas de larga distancia donde se anotan las llamadas realizadas y utilizan la información para intimidar a sus pollos (migrantes indocumentados).

Algunos coyotes operan en las casas de cambio, especialmente la que se ubica frente a la plaza, donde sin disimulo observan las operaciones de los paisanos. Después intentan engancharlos y si no pueden, les roban el dinero.

En Altar y Sásabe los traficantes imponen las reglas y deciden quién es o no bienvenido. Los fuereños –es decir, quien no parezca migrante o pollero– provocan suspicacia en los restaurantes o son motivo de alarma en farmacias y tiendas de abarrotes.

Se vive a la defensiva: los vecinos por el riesgo de un asalto; los coyotes ante el temor de ser infiltrados por la policía.

No obstante mantienen el control de la zona, como dominan también Naco, donde los migrantes son encerrados en las casas de huéspedes sin permitir siquiera comunicarse con sus familias; o administran el cruce por colonias como Las Antenas, Parque Viveros o Luis Donaldo Colosio, en Nuevo Laredo.

(En realidad los dueños de estas zonas como el resto de los puntos para cruzar en Tamaulipas son, por ahora, Los Zetas, militares desertores que fueron sicarios del narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, líder del cartel del Golfo preso en La Palma, Almoloya. A ese grupo los coyotes le pagan derecho de piso).

En todos los casos hay una coincidencia: desde Sonoyta hasta Nuevo Laredo, la creencia de activistas, sacerdotes y autoridades es que los coyotes son un mal importado del sur.

Pollero bueno, coyote malo
Los más peligrosos son quienes usan huaraches y cinturón piteado porque no se andan con rodeos: como "buenos sinaloenses" son atrabancados y acostumbran responder con violencia.

Hay guatemaltecos como Conrado, uno de los administradores de La Ladrillera –paraje que junto con Chulavista es el principal punto de concentración de migrantes en el desierto de Sásabe– que sin problema alguno van y vienen desde Altar con grupos de migrantes, a veces con dos o tres entregas al día.

En Agua Prieta abundan los michoacanos aunque también hay defeños como El Pelos, quien ofrece cruces seguros desde un rancho llamado Arizona, por el rumbo de Cananea, donde "la están haciendo de un putazo", afirma.

Y de vez en cuando aparecen vecinos de la comunidad, como la señora Julia, una falsa rubia de 50 años de edad que opera en la central camionera de Agua Prieta.


Poblaciones que viven de los pollos
Fotografía de Naomi Adelson

Todos son polleros, diferentes en edad y lugar de origen pero iguales en el método de trabajo.

Hay de todo: juntadores que trabajan en las plazas o centrales de autobuses; cuidadores que vigilan la actividad en las casas de huéspedes; viajeros que acompañan a los migrantes durante los traslados, que pueden iniciar en sus comunidades o desde el sitio al que llegan hasta la línea; y también están los guías, responsables de cruzar el río Bravo o de las caminatas en el desierto y que aprendieron el camino al cruzar ellos mismos, a veces incluso al pagar el viaje a otros coyotes.

Hay juntadores que trabajan para un solo patrón que para ellos suele ser el responsable de una casa de huéspedes. Se comunican por teléfono celular y es común que traigan hasta tres aparatos.

Nunca dan sus nombres verdaderos ni el de la persona para quien trabajan. Por cada pollo que enganchan reciben, en promedio, 100 dólares y para convencerlos están autorizados a hacer cualquier cosa, incluso robar migrantes a otros coyotes.

Es por eso que los pleitos entre bandas son comunes e incluso se resuelven a balazos, como ocurre en Altar, o con emboscadas al grupo contrario, como sucede en el desierto de Sásabe donde es común encontrar, en las brechas, camionetas quemadas.

El tráfico de personas es una larga cadena en la que los eslabones no se conocen entre sí, lo cual, reconoce el delegado en Sonora del Instituto Nacional de Migración (INM), Luis Erasmo Terán, hace difícil su persecución.

Curiosamente, en esta cadena abundan los jóvenes y adolescentes, lo cual constituye un riesgo adicional para los migrantes, sostiene el cónsul Escobar Valdés. "Son improvisados, personas que creen conocer el terreno y se les hace fácil llevar gente", advierte.

Como quiera que sea, lo cierto es que los migrantes no están seguros ni siquiera con los coyotes experimentados.

En Sásabe, por ejemplo, es común que los guías vendan a los indocumentados, quienes se encuentran de pronto, a mitad del desierto, en manos de polleros distintos a los contratados y sin garantía de llegar a su destino. Los tratos suelen realizarse en La Ladrillera o Chulavista, aunque en ocasiones la operación ocurre desde las mismas casas de huéspedes.

Los más vulnerables son quienes pagan por adelantado el viaje. Esos, dice José Ramón Gastélum, líder de los choferes de camionetas Van que trasladan migrantes por todo el desierto de Sásabe, firman su sentencia de muerte porque "el pollero ya no siente ninguna obligación de llevarlos y entonces los bota en el desierto".

–¿Siempre es así?

–Algunos se portan bien, hasta llevan a los enfermos a algún camino para que los recoja la migra. Pero a muchos les vale madre, nomás les importa el billete.

Es una actitud que se comparte.

De acuerdo con el sacerdote Cayetano Cabrera, director del CAME, los coyotes son directamente responsables del aumento de muertes en el corredor Naco-Douglas.


Migra, polleros, alimañas, narcos, enemigos en el desierto.
Fotografía: Naomi Adelson

"Cuando contratas a un pollero, el acuerdo es que si no puedes cruzar a la primera, tienes otros dos chances para intentarlo", explica. "La gente, cuando la deportan, busca al coyote, quien los cruza luego luego, sin darles oportunidad de descansar. Por eso se mueren tan cerca de la línea, porque llegan deshidratados, sin comer y a veces con heridas que no pueden atenderse".

A esto se suma el hecho de que, este año, los indocumentados solían caminar largos trechos dentro de territorio mexicano, sin que supieran nunca dónde se encontraban.

Eso molesta a Ray Borane, alcalde de Douglas, quien frecuentemente encuentra grupos de indocumentados perdidos. "La semana pasada hallé a unos de Oaxaca a quienes el pollero les había dicho que Phoenix estaba detrás de una lomita", cuenta. "No, les dije, están más cerca de Nuevo México y de Chihuahua, a Phoenix son como cuatro horas en carro".

–¿Y qué respondieron?

–Preguntaron qué era Chihuahua. Imagínate, no sabían lo que era. Pero lo más triste es el abuso, se aprovechan hasta de sus paisanos. Cuando me preguntan por qué se muere la gente a una milla de hacer el brinco les digo que por los cabrones polleros, que dejan a la gente en México a 10 o 12 millas (entre 17 y 20 kilómetros) de la frontera.

Paradójicamente, hasta ahora todas las acciones contra el tráfico de personas han resultado insuficientes.

El delegado del INM, Erasmo Terán, dice que es necesario aumentar las tareas de investigación e inteligencia, pero Tommy Vasset, responsable en Douglas de Saneando las Fronteras (organización que coloca agua en el desierto para ayudar a los migrantes) afirma que, desde hace años, la Patrulla Fronteriza infiltra agentes en los grupos de migrantes para conocer rutas e identificar a los coyotes.

"De poco sirve, los polleros van a seguir existiendo mientras no se tenga un acuerdo migratorio, o al menos algo que facilite la entrada legal a los migrantes. Hay que reconocerlo: ellos necesitan de un empleo, y la economía norteamericana no puede vivir sin su trabajo".

Vivir del ilegal
Son las seis de la tarde.

Por la carretera circulan decenas de taxis repletos de pasajeros.

Son migrantes que recién llegaron a la central camionera, o que partieron de hoteles y casas de huéspedes en Agua Prieta y se dirigen a otras en Naco, para esperar el momento del cruce.

Vienen de toda la república, desde los estados con migración tradicional como Michoacán, Jalisco o Guanajuato, hasta las zonas donde el fenómeno es más o menos reciente, como Veracruz, San Luis Potosí, Chiapas y Tabasco.

La mayoría son jóvenes entre 15 y 25 años, aunque cada vez hay más familias enteras que pretenden cruzar por el desierto, incluso con niños recién nacidos.

Todos llegan a las casas de huéspedes, que se han multiplicado al parejo del flujo migratorio hacia Arizona. Nadie sabe cuántas son pero representan, en términos reales, una de las manifestaciones más evidentes de que en la frontera se vive de los indocumentados.

Es el caso de Agua Prieta, ciudad donde se cuentan con los dedos de una mano las maquiladoras que sobreviven, sólo hay un centro comercial y no hay cines. Y sin embargo, abundan las camionetas último modelo que brincan entre zanjas y baches con la música a todo volumen, el pecho y los brazos de sus conductores cubiertos de medallas y brazaletes dorados.

O en Altar, que en cinco años pasó de ser un pueblo con una gasolinera, dos tiendas de abarrotes y una posada, a contar ahora con 100 casas de huéspedes, tres hoteles, 10 casetas telefónicas, 15 restaurantes, cuatro casas de cambio, 30 bares y una cantidad desconocida de depósitos de cerveza y expendios de licores.

Como casi todo lo relacionado con la migración indocumentada, el hospedaje es un negocio que se caracteriza por los abusos.

En las posadas de Altar se hacinan hasta 100 personas en tres o cuatro habitaciones, con un solo baño y frecuentemente sin agua potable.

Para dormir se habilitan literas de cinco pisos en cada uno de los cuales se acomodan dos o tres personas; cuando se agota el espacio los migrantes duermen en el piso sobre pedazos de alfombra.

Es tal la condición de hacinamiento, que algunos hacen comparaciones extremas. El sacerdote Castañeda cuenta que recientemente un rabino estadunidense visitó con otros activistas una de estas posadas y se horrorizó, pues la encontró "igual a las barracas de Auschwitz".

Irónicamente, no sólo en el lado mexicano de la frontera se vive de los indocumentados. En Douglas, por ejemplo, existen 500 agentes de la Patrulla Fronteriza que, explica Tommy Vasset, "hacen compras, pagan rentas y envían a sus hijos a escuelas locales", sin contar el desembolso por la compra de papelería, combustible y hasta comida para los indocumentados aprehendidos.

"Económicamente es un cosa buena para la ciudad", reconoce el alcalde Ray Borane, "el gobierno federal con la Patrulla gasta mucho dinero aquí, y es una ironía porque vienen por los indocumentados que creen son una cosa mala pero son una ventaja para nosotros".

Se trata de una lección que aprendió hace tres años, cuando se concentraron las deportaciones por esta región. "Yo me quejé porque traían a toda la gente por acá, pero en Agua Prieta la situación estaba como nunca en su historia, los hoteles y restaurantes llenos. Una vez fui a un negocio de allá y el dueño me reclamó: oye, Borane, te quejas mucho, deja que los sigan trayendo".

uuu

Iván tiene ocho meses de edad y ya probó desierto, como llaman migrantes y polleros a la experiencia de cruzar sin documentos.

Se nota. La espalda del bebé está cubierta de ronchas y llagas que le causó, dice María, su madre, "un gusanito de los huizaches". No sabe cómo curarlo y por eso nada más le puso polvo de sulfatiazol que consiguió en una farmacia de Altar.

Iván, su hermano Jesús, de cuatro años y su mamá caminaron durante tres noches en el desierto de Arizona, pero se entregaron a la Patrulla Fronteriza cuando se terminó la comida de los niños. "Según el coyote ya casi llegábamos a Tucson, pero no le creímos porque eso dijo desde el principio", cuenta la mujer originaria de Xilitla, en la Huasteca de San Luis Potosí. "Y la verdad es que los niños ya no aguantaban; el bebé estaba lleno de ronchas infectadas, y el otro con los pies ampollados".

La experiencia fue mala, pero insuficiente para hacerlos desistir porque María, al igual que la mayoría de los indocumentados, vendió todo al dejar San Luis Potosí y ahora sólo tiene un lugar a donde ir: Carolina del Norte, donde viven su esposo y su hijo mayor.

Quemó sus naves, pues.

El domingo 5 de octubre, por la mañana, Iván y su familia volvieron al desierto.


Mínima tipología de los polleros

LA SIGUIENTE ES UNA CARACTERIZACIÓN DE LA PIRAMIDE DE LAS BANDAS DE TRAFICANTES DE HUMANOS:

JUNTADORES:se encargan de enganchar a migrantes en plazas y centrales de autobuses. Generalmente se trata de jóvenes y adolescentes armados hasta con tres teléfonos celulares.

Cuidadores: Prácticamente viven en las casas de huéspedes. Su función es evitar que los migrantes salgan de la posada sin permiso, evitar que otros juntadores los convenzan y enganchar a quienes no tienen pollero.

Viajeros: acompañan a los migrantes en los traslados desde su lugar de origen o a partir de la casa de huéspedes hasta el sitio del cruce. Orientan a sus clientes sobre trámites en aeropuertos o centrales de autobuses, además de contratar taxis, camionetas y casas de huéspedes.

Guías: son los responsables de la caminata en el desierto o del cruce por el río. Generalmente son vecinos de la zona, aunque también hay ex migrantes que cruzaron varias veces y se aprendieron la ruta. También es común que los coyotes paguen a sus guías el cruce con otro pollero para conocer los caminos y explotarlos posteriormente. Casi siempre son jóvenes aunque también hay adolescentes, todos con mucha resistencia física; conocen los movimientos de la Patrulla Fronteriza y hasta los sitios donde los activistas colocan agua. Sobre ellos recae la mayor responsabilidad de la muerte de personas que son abandonadas en el desierto, así como los asaltos, violaciones y secuestros que ocurren a los migrantes.

Raiteros: trabajan en Estados Unidos, generalmente son personas con residencia legal o ciudadanos norteamericanos que esperan a los indocumentados en las carreteras y casas de seguridad designadas por el pollero. Su tarea consiste en trasladarlos en autos o camionetas a las ciudades donde serán distribuidos hacia su destino final.

Cobradores: en los eslabones conocidos de la cadena de traficantes ocupan uno de los sitios más altos, sin llegar a ser los jefes. Se encargan de cobrar el dinero al entregar a los migrantes o bien, de cobrar el rescate cuando éstos son secuestrados por los polleros.



Arizona en llamas

Desde hace tres años, Tommy Vasset libra una batalla interminable.

Cada semana, junto con otros voluntarios de Saneando las Fronteras –una organización pro defensa de derechos de migrantes- coloca en los sitios por donde suelen cruzar los indocumentados entre 100 y 150 galones de agua, a veces acompañados de comida o ropa.

De poco sirve: apenas se marchan, alguien se encarga de cortar los recipientes y derramar el agua. Al menos la mitad de los galones se pierden de esta manera.

Vasset culpa a los rancheros y cazamigrantes de estos ataques. "Dicen que dejarles agua es como invitarlos a cruzar ilegalmente a Estados Unidos, pero yo les digo: no quiero un solo muerto más en el desierto. Punto".

Los grupos de vigilantes son uno de los obstáculos más peligrosos para los migrantes indocumentados que cruzan por esta zona, pues se trata de personas armadas cuya razón para actuar es el odio racial.

"Se creen superiores, no ven a los mexicanos como seres humanos", afirma el alcalde de Douglas, Ray Borane. "Hay que recordar que esta gente como (Christopher) Simcox, los hermanos Barnett, o Glenn Spencer, de American Border Patrol, no son de Douglas; aquí la mayoría no está de acuerdo con lo que hacen".

De hecho, el año pasado Ray Borane promovió ante su cabildo un decreto especial para prohibir a los grupos de cazamigrantes actuar dentro del territorio de las ciudad. La medida fue bien recibida en México, e incluso el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de México, José Luis Soberanes, le envió una carta para felicitarle.

A los grupos extremistas, sin embargo, no les gustó el decreto y amenazaron con matar al alcalde, quien tuvo que recibir protección especial durante varios meses.

Todavía ahora su correspondencia está llena de amenazas, y a su teléfono llegan muchas llamadas con insultos y advertencias.

Es una muestra de la peligrosidad de estos grupos. Si esto ocurre con el alcalde de una ciudad, ¿qué espera a los indocumentados que caigan en sus manos?

"Una tragedia", responde Jesús Romo, abogado de Border Action Network, una organización de protección de derechos civiles que inició una campaña para procesar legalmente a los vigilantes responsables de abusos contra indocumentados.

"Los vigilantes actúan armados y nadie los controla, como sí ocurre con los policías", explica. "En Texas se les han colado personas con antecedentes penales, y no hay garantías de que eso no ocurra aquí".

Son peligrosos, pero pueden serlo aún más. "Va a llegar el día en que uno de los paisanos no obedezca la orden de quedarse sentado y va a querer marcharse, advierte el abogado, y entonces esos tipos seguro les van a disparar".

De eso sabe muy bien Tommy Vasset. Al inicio de su campaña para saciar la sed de los migrantes colocó en el desierto tanques de agua con una bandera azul que los identificara, pero pronto desistió de hacerlo.

"Envenenaron el agua", recuerda.


LOS PELIGROS DEL DESIERTO

Además de las alimañas humanas, los migrantes enfrentan otros peligros:

Animales

En el desierto de Sásabe: víboras coralillo, chirrionera y de cascabel. Monstruo de Gila, un reptil muy venenoso. Alacranes, arañas Viuda Negra y Matavenado, de color café claro con un par de tenazas cuya picadura es mortal. Este insecto abunda en los sitios con sombra.

En el corredor Naco-Douglas: víboras de cascabel y chirrionera. Alacranes y arañas Viuda Negra, que habitualmente se localizan bajo huizaches y arbustos.

Temperaturas

Altar y Sásabe: clima muy seco, con temperatura mensual promedio de 31 grados centígrados, que entre junio y agosto sube hasta los 48 ó 50 grados.

Naco y Douglas: clima seco con temperatura mensual promedio de 22 grados centígrados que este año subió hasta los 47 grados entre julio y agosto. A partir de noviembre se presentan heladas.


Los fríos números

KILOMETROS DE FRONTERA que comparten México y Estados Unidos: 3 mil 152.9
Migrantes que han muerto en la frontera desde 1995, cuando se puso en marcha la Operación Guardián: 2 mil 626.
Migrantes enterrados en cementerios estadunidenses como "no identificados": 700
Agentes de la Border Patrol: 14 mil.
Mexicanos que cada año cruzan la frontera: 400 mil.
Mexicanos deportados al año: 570 mil.
Mexicanos indocumentados en Estados Unidos: 3.5 millones.
Remesas aproximadas en 2003: 12 mil 500 millones de dólares.
Inversión extranjera directa estimada para 2003: 11 mil 800 millones de dólares.

FUENTES: Conapo, INM, SRE, Fundación Rural de Asistencia Legal de California, Banco de México.


LA RUTA DEL SUEÑO Y DE LA MUERTE

Distancias

Altar-Sásabe:                       90 km.
Sásabe- Sonoyta:              120 km.
Sásabe-Tucson:                  50 km.
Naco-Agua Prieta                40 km.
Douglas-Naco                     40 km.
Agua Prieta-El Berrendo     45 km.


Una frontera porosa...y peligrosa

EN EL DESIERTO DEL OESTE, que por el lado mexicano va de El Sásabe a Sonoyta, existen al menos 21 puntos conocidos por donde cruzan los migrantes, sin contar los que improvisan los polleros para evadir los movimientos de la Patrulla Fronteriza, los retenes militares en el lado mexicano y, en ocasiones, la actividad de los bajapollos (asaltantes de migrantes).

De éstos La Garita, La Nariz, Las Flores y El Durazno están cerca de Sonoyta y por el lado estadunidense coinciden con el camino Dos Repúblicas que, afirman polleros de Sásabe, es utilizado para el tráfico de drogas y de la migración exótica, es decir, chinos, rumanos, rusos, árabes e hindúes.

Los cruces desde El Picacho hasta La Osa se encuentran dentro de la nación indígena Tohono O’Dham, por lo cual la vigilancia de la Patrulla Fronteriza es escasa a excepción de El Bajío que del lado estadunidense se llama Puerta San Miguel. En ese sitio los fines de semana vecinos de Altar venden comida y licor a los Tohono; también allí el Grupo Beta instaló una torre para orientar por la noche a los migrantes (a manera de faro en el desierto), pero hasta la semana pasada permanecía fuera de servicio porque la bombilla estaba fundida.

Cerca de allí se encuentra El Rancho El Güero donde los migrantes pueden abastecerse, al doble del precio normal, con agua, refrescos, papel sanitario o comida para el viaje.

En todos los puntos de cruce existe el riesgo de ser asaltado, pero es desde La Osa hasta Las Tinajas que la posibilidad de ser agredido sube al 90%, pues además de los bajapollos en estos lugares operan traficantes de drogas.

Los cruces por esta región tienen varios objetivos: las ciudades de Ajo y Sells para quienes parten de la región Sonoyta, en una caminata que se prolonga de uno y medio hasta tres días. Quienes inician el viaje en los puntos alrededor de El Bajío y Sásabe pretenden llegar al cruce carretero de Tres Puntos o Baboquívari, el sitio sagrado de los Tohono, aunque este año los polleros buscan llegar hasta Tucson para evadir la vigilancia en los dos primeros sitios. En este caso la caminata dura hasta seis días.

En el extremo este, en el Desierto Alto que incluye el corredor Naco-Agua Prieta, los puntos de cruce inician en El Berrendo, una región desolada con escasa vegetación en la frontera de Chihuahua y Sonora donde sólo existe una garita del Servicio de Aduanas estadunidense. No hay bardas ni cercas.

El cruce de Las Capillas conduce al Cañón de San Bernardino que a su vez colinda con el rancho del cazamigrante Roger Barnett. En estos dos sitios es común que los indocumentados crucen las montañas Pedregosas hasta encontrar la carretera 80 y después el Freeway 10 hasta Tucson.

La Traque está en Agua Prieta. Arroyo San Pedro y Rancho Arizona se encuentran en el área de Naco. A estos últimos sitios el viaje inicia desde la carretera a Cananea, a 17 kilómetros de la línea fronteriza.

Quienes cruzan esta región pretenden llegar a Sierra Vista o Bisbee, pero corren el riesgo de encontrar a los grupos del ultraderechista Chris Simcox o de Glenn Spencer y su American Border Patrol.

En todos los casos las caminatas suelen durar entre uno y dos días; los asaltos son más frecuentes en la región cercana a Naco