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México D.F. Domingo 19 de octubre de 2003
NEOLIBERALISMO Y DEUDA: MODELO EMPOBRECEDOR
En
la década reciente el país ha enfrentado una larga cadena
de problemas, lastres y rezagos económicos. En los pasados 10 años,
México ha experimentado brutales crisis y rescates financieros,
ha visto retardado significativamente su crecimiento y ahondadas las desigualdades
sociales, ha sido remiso en la creación y preservación del
empleo y ha abierto indiscriminadamente sus fronteras comerciales con un
saldo negativo para la industria nacional. En general, han sido años
de estrechez económica, de crecimiento escaso y de insuficiencia
presupuestal para invertir en infraestructura y para construir esquemas
efectivos de justicia social y desarrollo incluyente.
Con todo, en ese lapso la nación ha destinado 228
mil millones de dólares al pago de la deuda externa pública
y privada, cantidad exorbitante que supera el monto del endeudamiento foráneo
del país, que actualmente se ubica en 155 mil millones de dólares.
Para colmo, en ese periodo el saldo de los pasivos internacionales de México
no ha hecho sino crecer, al pasar de 117 mil 600 millones de dólares
a los 155 mil millones ya señalados. Así, los mexicanos han
pagado casi dos veces su deuda externa y, sin embargo, ésta no ha
dejado de aumentar. Y, por añadidura, las obligaciones financieras
internas del gobierno federal -sin incluir el oneroso e ilegal rescate
bancario emprendido durante la administración pasada- se han multiplicado
por cinco en ese periodo, para situarse en 82 mil millones de dólares.
Estas cifras mayúsculas demuestran que el modelo
neoliberal impuesto a México por los organismos financieros internacionales
y aplicados por los sucesivos gobiernos del país desde hace al menos
dos décadas, ha sido causa directa del empobrecimiento nacional
y de la incapacidad del país para impulsar un desarrollo económico
sano que revierta los rezagos históricos, atienda las necesidades
actuales y permita construir un futuro auspicioso para las mayorías.
Los beneficiarios de este esquema de depredación económica
no han sido la sociedad mexicana y sus fuerzas productivas, sino un puñado
de especuladores, las trasnacionales extranjeras y los acreedores internacionales
del país.
Mientras millones de mexicanos carecen de empleo o deben
emigrar para buscar alternativas de vida digna, mientras la infraestructura
se deteriora y se vuelve insuficiente, y mientras el agro y los campesinos
están sumidos en la desesperación, por sólo dar unos
ejemplos, México ha entregado al extranjero miles de millones de
dólares que podrían haber contribuido al desarrollo nacional.
Ahora, cuando el embate de quienes han empobrecido a México
se orienta hacia su patrimonio energético, la sociedad en su conjunto
debe mantenerse alerta y activa para prevenir un nuevo expolio de la riqueza
nacional. En Sudamérica, los gobiernos de Argentina y Brasil ya
han decidido -mediante el llamado Consenso de Buenos Aires- no volver a
hipotecar el desarrollo de sus pueblos en aras de cubrir una deuda ya varias
veces saldada.
México ha pagado con creces y con profundos sufrimientos
sus deudas y cumplido puntualmente con sus compromisos externos. Por ello,
es hora de emprender un camino distinto, más libre, justo, solidario
y socialmente viable. No se trata de repudiar las obligaciones financieras,
sino de acotarlas a las posibilidades reales de la nación. ¿Cuánta
pobreza, desasosiego y oportunidades perdidas han de sumarse al de por
sí poco auspicioso panorama nacional antes de que las autoridades
nacionales y las fuerzas políticas comprendan y asuman la necesidad
de modificar la ruta seguida en los 10 años pasados?
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