México D.F. Domingo 19 de octubre de 2003
Recuerdan que Mesa gobernó "hasta fechas
recientes junto al Gringo"
Advierten sindicatos al nuevo presidente: "si nos falla
también lo vamos a tumbar"
El ex mandatario boliviano arregló su partida
mientras negaba que fuera a renunciar
XIMENA ORTUZAR ENVIADA
Santa Cruz, Bolivia. A las 10:45 de la noche del
17 de octubre, Gonzalo Sánchez de Lozada abordó el avión
que lo llevó a Miami, tras renunciar a la Presidencia de Bolivia.
Partió desde el aeropuerto de Santa Cruz, ciudad
que definió su triunfo electoral el 30 de junio de 2002.
Había entregado su carta de renuncia durante la
tarde, al tiempo que declaraba: "No renunciaré".
A las 17:20 horas el todavía presidente abandonó
la residencia oficial de San Jorge, en La Paz, por la puerta trasera. En
contraste, una vez en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz -hasta donde
lo trasladó un avión de la Fuerza Aérea Boliviana-
se instaló en el salón VIP de la terminal, en espera de la
salida del avión comercial que abordó con su esposa, hijos
y algunos colaboradores.
Mientras el grito colectivo de "Sí se pudo" resonaba
en diversos confines de Bolivia, al conocerse la renuncia, el dimitido
mandatario abandonaba su país en medio de fuertes medidas de seguridad,
sin admitir responsabilidades y sin lamentar las 134 muertes de bolivianos
ocurridas durante conflictos sociales en los 14 meses de su gobierno.
En La Paz, a las 22:55 horas, tomaba posesión Carlos
Diego Mesa Gisbert, el presidente número 62 en la historia republicana
de Bolivia, y anunciaba de inicio que no quiere políticos en su
gabinete ministerial.
La terminal aérea de Santa Cruz, fuertemente custodiada
por personal uniformado, fue el último lugar del territorio en que
estuvo Sánchez de Lozada, quien optó por el autoexilio para
evitar el juicio político que demandan vastos sectores del país
por su responsabilidad en dichas muertes.
En efecto, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
en Bolivia y diversos informes de prensa señalan que 134 personas
fallecieron en Bolivia -un promedio mensual de 10 muertes violentas- durante
la gestión de Sánchez de Lozada. Al respecto, líderes
sindicales aclaran que tales cifras no se registraron ni siquiera en tiempos
de dictadura.
La mayor cantidad de muertes sucedió los días
11 y 14 de octubre en la denominada guerra del gas, que tuvo sus
epicentros en las ciudades de La Paz y El Alto, aunque se extendió
luego a otras localidades, y que terminó con el segundo gobierno
de El Gringo, como lo llamaban despectivamente, aludiendo a los
estudios que realizó en Estados Unidos y a su admiración
manifiesta por ese país. Más aún, en los últimos
días los gritos de los manifestantes eran "Lozada, cabrón,
andáte a Washingtón".
El sucesor y los desafíos
Carlos
Diego Mesa Gilbert tiene 50 años. Es periodista e historiador. Se
asomó por primera vez a la actividad política en febrero
de 2002, cuando Sánchez de Lozada intentaba aumentar el magro 21
por ciento de apoyo popular con que contaba para lograr la relección,
postulado por una coalición de partidos. Hasta entonces, Mesa negó
siempre tener preferencias políticas. Aceptó, sin embargo,
y sorprendió a políticos y analistas. El 30 de junio fue
elegido y en agosto asumió como vicepresidente.
Cuando se recrudeció esta reciente crisis política,
detonada por el anuncio de la venta de gas natural boliviano a Estados
Unidos y México, pasando por Chile -elemento este último
que exacerbó los ánimos de los opositores-, y la represión
cobró vidas humanas, Mesa marcó distancia del presidente.
La opinión en la calle fue que se iniciaba así el fin del
mandato del Goni.
Desde ayer, Carlos Mesa es el presidente de Bolivia, ratificado
por la unanimidad del Congreso.
Sus actividades anteriores fueron esencialmente culturales.
Ha escrito 10 libros; entre ellos, Presidentes de Bolivia:
entre urnas y fusiles.
En 1976 fundó la Cinemateca Boliviana y la dirigió
hasta 1985. Sus amigos de entonces lo recuerdan "vestido de hippie
y abocado a su pasión de entonces: el cine".
Para muchos de ellos, esta nueva actividad de Mesa -la
de gobernante- le plantea serios desafíos para los cuales le reconocen
atributos y carencias.
Por ejemplo, su sucesor en la dirección de la Cinemateca,
Pedro Susz, dice: "Es un hombre de sólidos principios éticos.
Un intelectual en el más profundo sentido del término, vale
decir, hay ciertas ideas que orientan su vida. Es un conocedor apasionado
de nuestra historia, tiene la inteligencia, la perspicacia y la sensibilidad
necesarias para ser un gran gobernante. Le falta, sin embargo, experiencia
política, pero eso podrá suplirlo con el apego a la Constitución
y con un buen equipo de asesores. Como todos los intelectuales, es poco
cálido, pero muy leal como amigo y muy cooperador".
Después de la Cinemateca, Mesa incursionó
en el periodismo radial y más tarde pasó a la televisión,
donde se consolidó además como analista. En 1990 fundó
la red Periodistas Asociados de Televisión (PAT), que se convirtió
luego en un canal privado que él mismo dirigió. La actual
gerente general de esa entidad, Ximena Valdivia, opina: "Trabajé
con Carlos Mesa en PAT durante 11 años, y puedo asegurar que es
una de las personas más honestas y correctas que he conocido. A
lo largo de toda su vida profesional ha tenido una calidad ética
y moral únicas. Tal vez tiene mal carácter, pero nada que
no se pueda manejar. Creo que él siempre está a la altura
del momento que le toca vivir, tiene una capacidad analítica muy
grande y su conocimiento de la historia boliviana le da un grado de reflexión
de muy alto nivel. Por todo lo anterior, creo que está absolutamente
capacitado para asumir una responsabilidad como la Presidencia de Bolivia".
Como vicepresidente, Mesa puso especial interés
en combatir la corrupción dentro de la administración pública.
Lupe Cajías, secretaria del organismo Lucha Contra
la Corrupción, señala: "Carlos Mesa sabe escuchar y eso es
fundamental para quien tiene responsabilidades grandes. Es humilde aunque
no lo parezca. Acepta sus errores y trata de rectificarlos. Sobre todo,
he visto en él a una persona equilibrada y de principios sólidos.
Pero es ingenuo y demasiado sincero. Pone las cartas sobre la mesa, cuando
en política hay que saber ser calculador. Le falta conocimiento
de la administración pública. En el año que lleva
en el gobierno ha aprendido mucho, pero le falta ahondar ese conocimiento".
Además de los dos grandes temas del momento y a
cuya solución prometió abocarse, el referéndum para
modificar la Ley de Hidrocarburos y la Asamblea Constituyente para discutir
el tipo de país que la mayoría quiere, el nuevo mandatario
deberá enfrentar la grave crisis económica que aqueja a Bolivia,
el país más empobrecido de América del Sur. Según
datos de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), más de 100
grandes empresas cerraron en los pasados tres años y al menos 2
mil trabajadores fueron cesados.
La tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB)
de los pasados cinco años ha fluctuado entre cero y 2 por ciento.
El crecimiento de 1998 había sido de 4.5 por ciento, pero al año
siguiente cayó a cero. En 2002 subió a 2.3 por ciento, principalmente
por un auge del sector de hidrocarburos, pero ese crecimiento comparado
con el 2.4 por ciento del crecimiento de la población se vuelve
nulo en términos reales.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas
(INE), el desempleo a escala nacional es de 8.5 por ciento. Estudios de
otros organismos no oficiales elevan la taza a 11.5 por ciento. Sumando
a lo anterior el subempleo -o empleo temporal-, las cifras afectan a 45
por ciento de la población económicamente activa.
El sector productivo está al borde de la parálisis,
y la industria opera a 50 por ciento de su capacidad.
En el plano financiero, el Banco Central de Bolivia alerta
acerca de la moratoria de pagos, que en años recientes llegó
a alcanzar 25 por ciento del total de la cartera y que actualmente no baja
de 15 por ciento.
En lo político, Bolivia recuperó la democracia
-o al menos algunas de sus características- en 1982. En estos 21
años ha habido siete presidentes; cinco elegidos por voto popular
y dos vicepresidentes que han asumido el mando tras la renuncia de los
titulares.
En días recientes, el rechazo a los políticos
y la casi nula credibilidad en los partidos representados en el Congreso
se hizo evidente por parte de los manifestantes que se opusieron a la venta
de gas, quienes no sólo exigían la renuncia del gobernante,
sino también la de los líderes de los partidos que lo apoyan:
Jaime Paz Zamora, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria; Manfred Reyes
Villa, de Nueva Fuerza Revolucionaria; John Fernández, de Unión
Ciudadana Solidaridad, y los dirigentes de Acción Democrática
Nacionalista, a quienes acusaron de "corruptos, asesinos, mentirosos y
ladrones".
Renunciado Sánchez de Lozada y asumido Mesa, el
líder de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores
Campesinos de Bolivia, Felipe Quispe, conocido como Mallku, anunció
la continuación del bloqueo de caminos, "si es posible, bloqueo
armado para parar a los oportunistas que quieren aprovecharse de la lucha
que nosotros iniciamos el 2 de septiembre y que terminó con el gobierno".
A su vez, las organizaciones sindicales advirtieron que
iniciaban una tregua en espera de las propuestas del nuevo presidente,
pero dijeron que no bajarán los brazos y que, de ser necesario,
reiniciarán las movilizaciones. "Si éste (presidente) también
nos falla, también lo vamos a tumbar," afirmaron.
El secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana,
Jaime Solares, fue más preciso: la misma noche de la asunción
de Mesa se le dio un plazo de 24 horas para que atienda las demandas centrales.
"Estaremos alerta. Mesa puede ser bien intencionado, pero
no olvidamos que gobernó hasta fechas recientes junto al Gringo."
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