México D.F. Sábado 11 de octubre de 2003
Presentan su libro El espionaje contra el
movimiento estudiantil, en la feria del Zócalo
Hay quienes aún desean acabar con ese paradigma
de lucha que es el 68: Jardón
El periodista ofrece un análisis de documentos
de la DFS y agencias estadunidenses
YANIRETH ISRADE
El movimiento de 1968 prevalece como símbolo de
resistencia y su conmemoración civil cada 2 de octubre constituye
una de las tradiciones más arraigadas en México, aunque los
disturbios para desprestigiar las marchas de aniversario demuestran que,
luego de 35 años, el episodio causa todavía resquemor entre
los que desean acabar con ese paradigma de lucha, expresa el activista
Raúl Jardón.
''Transcurrieron 10 años antes de que pudiéramos
salir a las calles para recordar los hechos en la Plaza de las Tres Culturas.
Si lo intentábamos, nos reprimía la policía. Fue hasta
1978 cuando logramos hacerlo."
Jardón
participó en el Consejo Nacional de Huelga, máximo órgano
de decisión del movimiento estudiantil.
En su obra más reciente, El espionaje contra
el movimiento estudiantil, que hoy se presenta a las 17 horas en el
foro 1 de la Feria del Zócalo, el periodista analiza documentos
de la época pertenecientes a la Dirección Federal de Seguridad
(DFS) y las agencias de inteligencia estadunidense. Un libro que, por cierto,
fue rechazado por dos corporativos editoriales con el argumento de que
el 68 ''ya no vende". Itaca, la editorial de David Moreno Soto, aportó
el capital para publicar el texto que esta tarde presentarán, además
del autor, Rosario Ibarra y Raúl Alvarez Garín.
En el volumen destacan los documentos probatorios de que
22 de las 26 víctimas reconocidas oficialmente el 2 de octubre cayeron
por disparos hechos por la tropa desde la plancha de la Plaza de las Tres
Culturas y no por francotiradores del Estado Mayor Presidencial.
''Queda aún mucho por conocer, pero la verdad fundamental
es meridianamente clara: el gobierno fue el responsable de la matanza.
Resta por desentrañar la parte oscura; revelar cómo aquel
y los altos jefes militares actuaron contra el movimiento", expone en entrevista.
Disidencia en la cultura
Raúl Jardón, miembro de un clan familiar
de luchadores sociales (''Canuto Arzate, mi tatarabuelo, fue de los pocos
hacendados en Calimaya que se incorporaron a las fuerzas de Miguel Hidalgo,
y peleó en el Monte de las Cruces; mi bisabuelo participó
en la batalla de Puebla y mi abuelo paterno, Raúl Jardón,
fue capitán en el Ejército Zapatista, además mi abuelo
materno luchó en las fuerzas del general Cárdenas y mis papás
fueron comunistas"), afirma que la matanza es sólo una parte del
movimiento del 68, la más visible y dolorosa, pero su resonancia
alcanzó a las universidades privadas, que también interrumpieron
clases y, aunque se circunscribió al DF, la efervescencia estudiantil
llegó a todo el país y hubo marchas en más de 30 ciudades.
El 68 repercutió también, impulsándolo,
en el feminismo mexicano ''y se abrió la puerta a la disidencia
en la cultura y el arte, lejos del mecenazgo que acostumbraban entonces
los intelectuales".
Los logros tras el 68 provocan en Jardón franca
alegría mezclada, sin embargo, con el coraje por la ''represión
injustificada, innecesaria, absurda, y no sólo me refiero a las
víctimas del 2 de octubre, sino a otros asesinatos previos pero
ligados al movimiento estudiantil". En el balance total gana el primer
aspecto: ''Yo no odio al ejército, porque hubo quienes dispararon
al aire y eso lo reconozco sin ningún reparo; desprecio en cambio
a los altos mandos que fueron capaces de llevar al ejército a actuar
de esa manera".
-¿Un buen militante no debe odiar?
-Quizá es mi carácter, pero no odio, aunque
debo reconocer que cuando murió Díaz Ordaz fui a comprar
una botella de champaña y brindé por su muerte.
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