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E C O N O M I A
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México D.F. Sábado 11 de octubre de 2003

Annette Aurélie Desmarais*

Vía Campesina y la OMC

Apenas siete meses después de la creación de Vía Campesina, los líderes de la agrupación se unieron a más de 5 mil manifestantes -entre ellos campesinos y granjeros de Europa, India, Japón, América Latina, Estados Unidos y Canadá- en una marcha contra el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) en las calles de Ginebra, el 3 de diciembre de 1993. Se pronunciaban por un acuerdo internacional justo en materia comercial, que colocara las necesidades de la gente por encima de las ganancias, que no destruyera la agricultura familiar y permitiera a cada nación garantizar su abasto de alimentos. Las demandas de Vía Campesina fueron desoídas.

Con la firma del acta final del GATT, los jefes de Estado acordaron establecer una entidad legal supraestatal e independiente, la Organización Mundial de Comercio (OMC). Formada el primero de enero de 1995, sería responsable del establecimiento de 22 acuerdos que iban desde la agricultura y los servicios hasta la propiedad intelectual y los recursos genéticos. Con la OMC los dirigentes mundiales se embarcaron en una misión globalizadora de liberalización de mercados.

La OMC prometió crecimiento económico y prosperidad para todos, inclusive quienes vivían en el campo. Los tres pilares del acuerdo sobre agricultura -acceso al mercado, apoyo doméstico y subsidios a la exportación- buscaban incrementar el comercio y nivelar el campo de juego, a fin de que los productores del mundo pudieran competir de manera más eficiente en el mercado internacional. Esa era la teoría. La liberalización y la creación de una economía agrícola altamente competitiva fueron promovidas como la solución a los altos niveles de pobreza y de inseguridad alimentaria que habían afligido durante décadas a las zonas rurales.

Entre los sectores claves que fueron afectados profundamente por la OMC y su incursión en la agricultura estaban los que producían la mayor parte de los alimentos mundiales: mujeres campesinas, labriegos, agricultores en pequeña y mediana escalas. Las organizaciones campesinas entendieron con claridad que una mayor liberalización transformaría las economías agrícolas y rasgaría a fondo el tejido social de las comunidades rurales. Más inquietante quizá era que la OMC alteraría fundamentalmente la relación entre las organizaciones campesinas y el Estado a medida que el poder del organismo mundial tuviera mayor injerencia en lo que hasta entonces había sido función de los gobiernos nacionales: la formación de políticas agrícolas nacionales. Al firmar acuerdos internacionales, los gobiernos podían ahora desentenderse de los programas domésticos, alegando que estaban más allá de su control. Las manos quedaban atadas: todas las políticas y programas debían cumplir con la OMC.

En la segunda conferencia ministerial de la OMC, en mayo de 1998, los dirigentes de Vía Campesina regresaron a Ginebra, esta vez para unirse a una multitud de más de 10 mil manifestantes. Después de sus primeros tres años de vigencia, los acuerdos de la OMC no habían producido ninguno de los beneficios prometidos al campo. Para evitar una mayor devastación de las comunidades rurales Vía Campesina hizo tres demandas pragmáticas: 1) detener las negociaciones agrícolas; 2) excluir a la agricultura y la alimentación de la OMC, y 3) llevar a cabo una auditoría extensiva para analizar el impacto que habían tenido los acuerdos de la OMC sobre la seguridad alimentaria, la ecología y los medios de vida de las familias campesinas en todas partes. Una vez más, las demandas de Vía Campesina encontraron oídos sordos en los representantes gubernamentales.

Dos años después, en la tercera conferencia ministerial de la OMC, la resistencia había crecido en forma dramática. Decenas de miles de representantes de una amplia gama de sectores sociales -desde grupos ambientalistas, de trabajadores, indígenas y estudiantes, hasta agrupaciones religiosas y organizaciones de mujeres- tomaron las calles en Seattle. Los campesinos estuvieron a la vanguardia del rechazo a la globalización de la agricultura cuando los líderes de Vía Campesina se manifestaron frente a un restaurante McDonald's del centro de la ciudad y ante las oficinas de Cargill en Seattle. También se unieron a líderes laborales a la cabeza de una manifestación pacífica de 50 mil personas en contra de la OMC.

A estas alturas Vía Campesina estaba convencida de que la OMC era incapaz de reformarse. Más que restringir sus esfuerzos a "reformar" o "arreglar" el organismo mundial, negociando qué se podía colocar en la caja "verde", la "azul" o la "ámbar", o hacer pequeños ajustes mediante la creación de una caja de "desarrollo" o de "seguridad alimentaria", Vía Campesina adoptó una postura más radical. Buscó deslegitimar a la OMC como institución responsable del comercio agrícola, insistiendo en que la agricultura y la alimentación deberían salir de la órbita de dicho organismo. O, más apropiadamente, "sacar a la OMC de la agricultura".

Es cierto que la legitimidad de la OMC se tambalea, tanto dentro de la institución como a los ojos del público en general. Esto quedó demostrado claramente en el derrumbe de Seattle y en el reciente colapso de las negociaciones en Cancún. En sólo ocho años de existencia la OMC ha sido descarrilada dos veces. Este es un legado de fracasos cuyas cicatrices marcarán las futuras deliberaciones comerciales. No hay indicios de que después del colapso de Cancún estén disminuyendo las disensiones internas. Y la resistencia global al neoliberalismo está en aumento.

Las estrategias de Vía Campesina para deslegitimar a la OMC, influir en la opinión pública y movilizar apoyo público a las demandas de quienes trabajan la tierra parecen estar funcionando. Pero Vía Campesina he llevado la resistencia un paso más allá: ha definido una alternativa viable al neoliberalismo encarnado en la OMC. La alternativa es un concepto llamado soberanía alimentaria, y está ganando terreno rápidamente

 

* Profesora de la Universidad de Regina, en Canadá

Traducción: Jorge Anaya

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