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México D.F. Martes 7 de octubre de 2003
FORO DE LA CINETECA
Carlos Bonfil
Galíndez
Documental de Ana Díez
Emblema de heroísmo oscuro
RETRATO FILMICO DE Jesús de Galíndez
Suárez, nacionalista vasco y agente al servicio de Estados Unidos,
asesinado en 1956, a los 41 años. La información disponible
es abrumadora y en los últimos años ha sido excelente material
para novelas (La fiesta del chivo, Vargas Llosa; Galíndez,
Vázquez Montalbán), incontables ensayos de interpretación
política, una película de ficción (El misterio
Galíndez, Gerardo Herrero, 2003, basada en la novela de Montalbán),
y el documental que hoy propone la española Ana Díez, realizadora
también, en 1985, de Elvira Luz Cruz, pena máxima.
EL
DOCUMENTAL GALINDEZ contrapone sistemáticamente
testimonios de quienes trataron al hombre polémico que luchó,
sin mayores distingos, contra el comunismo y contra las dictaduras latinoamericanas
de los años 50, particularmente contra la de Leónidas Trujillo
en República Dominicana. Exiliado vasco en Nueva York, activista
del PNV (Partido Nacionalista Vasco), profesor en la Universidad de Columbia,
Galíndez trabajó para la CIA y la FBI como ''informante"
de las actividades pro comunistas en la comunidad latina, todo bajo la
convicción personal de que tales servicios avanzarían la
causa del pueblo vasco, contribuyendo a que Estados Unidos -hasta mediados
de los años 50 sin relaciones con España- propiciara un mayor
aislamiento diplomático de la dictadura franquista.
LA BIOGRAFIA DE Galíndez es fascinante.
Al salir de España, y luego de una breve estancia en Francia, se
traslada a los 24 años a República Dominicana, donde llega
a ser maestro de un hijo del dictador. Hastiado del régimen autoritario
elige en 1946 residencia en Estados Unidos, donde en plena guerra fría
se dedica a las actividades antes mencionadas. Paralelamente prosigue su
activismo contra las dictaduras bananeras y escribe un libro, larga
denuncia contra Trujillo, que se vuelve sumamente incómodo para
los propios servicios de inteligencia que lo contratan, dada su complicidad
de facto con la dictadura.
GALINDEZ EXPLORA LAS
motivaciones del personaje, sus cálculos y dudas, al tiempo que
relata el desenlace trágico. Pero lo que debiera ser la base de
un documental esclarecedor y crítico, se transforma desatinadamente
en una sucesión de entrevistas y testimonios contrastados, dispuestos
para un público al que se piensa previamente informado en la materia.
A Galíndez se le ensalza de entrada no sólo como enigma,
sino como figura romántica: el marginal absoluto, desde su pretendida
homosexualidad hasta su militancia siempre ambivalente. Un emblema de heroísmo
oscuro, mitad mártir mitad traidor, cuya figura habría tal
vez interesado al novelista y poeta Jean Genet.
CON TODO, EL relato, que se pretende a la vez ensayo
interpretativo, resulta fallido por su voluntad de concentrar en un solo
hombre procesos históricos y políticos muy complejos, aquí
insuficientemente explicados, y por un trabajo fílmico bastante
deslucido. Piénsese, a modo de contraste, en estupendos antecedentes
del documental histórico. En uno solo, El carnicero de Lyon
(Hotel Terminus, el caso Klaus Barbie, 1988), de Marcel Ophuls,
que explora a un personaje contradictorio y fascinante agotando la información
disponible, interpretando el contexto social e histórico, y sobre
todo, volviendo el tema más interesante y más accesible.
No una mera recopilación de documentos y entrevistas, sino una verdadera
narración dramática.
NO UN ESFUERZO del espectador por interesarse en
lo que parece ser digno de su atención, y sí la sensación
de que lo presentado en la pantalla tiene el poder de cautivar al público
más indiferente. Galíndez cumple su propósito
informativo y crítico sólo a medias, un poco a la manera
de ese reflejo académico que consiste en pensar que el entusiasmo
y la familiaridad con un tema dispensa de ofrecer a un público poco
informado mayores esclarecimientos y un punto de vista más objetivo.
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