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México D.F. Martes 7 de octubre de 2003
Teresa del Conde
Manuel Marín, performance
Por cuarta ocasión compartí con el artista Manuel Marín (también ingeniero y matemático, versado en filosofía) la presentación de un libro. Pero esta vez el trabajo es de mi autoría, se titula Una visita guiada y trata del arte de México en el siglo XX, publicado por Random House-Mondadori bajo el sello Plaza & Janés.
Participaron, en la Casa del Risco, Durdica Segota, del Instituto de Investigaciones Estéticas, y Bolívar Echeverría, de la Facultad de Filosofía y Letras.
Con Marín nunca se sabe qué va a suceder, pero sí que su participación es atípica y está basada en el análisis acucioso de lo que va a presentar, mismo que fue sometido (en esta ocasión) a un proceso crítico-estructural severo. También conocemos que de algún modo él intentará interactuar con el público, si es numeroso, como en este caso, esa fase del proceso se lleva a cabo mediante la repartición de ciertos enunciados que sirven de estímulo para que cada quien, ya en privado, busque su propia respuesta.
Para mí la participación de este artista provocará en un futuro la revisión del volumen de marras a la que se añadirá un índice de nombres (cosa de la que por desgracia carece, pero hoy día, gracias a lo que comento, ese aspecto ya avanzó considerablemente) y a matizar ciertas cuestiones. Hay un error que se hizo público y notorio, el título del libro -muy afortunado a su juicio- no se corresponde con el capítulo introductorio, dado que yo había propuesto otro título que no fue muy del agrado (con razón) de los editores. Iba así: De José Clemente Orozco a Gabriel Orozco. Breve recorrido por el arte de México. Acepté el cambio sin ocuparme de modificar esa cuestión.
Marín abrió con la siguiente pregunta que todos los presentadores de libros debieran hacerse cuando aceptan colaborar en esta actividad: ƑQué implica presentar un libro? y la respuesta es: ''Pedir que se lea el libro con un punto de vista". El afirmó que lo leyó siete veces. Yo no le creí y atribuí esa afirmación a sus proclividades cabalísticas, pero una vez que terminó su alocución acabé creyéndole porque sometió el escrito, que no es largo (unas 200 páginas) a una severa disección, no encaminada a develar errores, sino a mostrar certezas. Con ese objeto (siguiendo costumbre en él inveterada) dividió su espacio de presentación en siete unidades, cada una con cuatro puntos. No voy a mencionarlas, pero sí a anotar sus conclusiones.
Hay en el libro 943 referencias a personas y a movimientos artísticos, que a su vez se dividen en cuatro unidades: artistas, críticos, corrientes artísticas y políticos. Quedaron mencionados 194 artistas, 112 con una sola llamada, es decir, aparecen comentados una vez, pero por ejemplo Diego Rivera figura inicialmente en la página 7 y reaparece por último en la 110, a pesar de que Siqueiros ''permea más la obra".
Se comentan 106 pintores muertos y 88 vivos. Las ''llamadas" (es decir, las apariciones) están muy niveladas, 50 por ciento para los muertos y 50 por ciento para los vivos. Hay 77 artistas que no nacieron en México, éstos incluyen desde menciones ocasionales a figuras como Leonardo da Vinci, Pollock o Warhol, hasta a pintores de México que no nacieron en este país, como Pablo O'Higgins, Kati Horna o Mariana Yampolsky.
Se mencionan 35 intelectuales vivos y 32 intelectuales muertos. La edad promedio de unos y otros, incluidos los artistas, es de 78.5 años. En dos de los artistas vivos la edad promedio baja: 57 y medio años (los suicidios prematuros o las muertes por alcoholismo severo influyeron en esta tasa). Diego Rivera es mencionado 27 veces, pero 11 de ellas es citado junto a Frida Kahlo; José Clemente Orozco tiene 18 menciones; Siqueiros cuenta con 17 y Frida con 14 (11 con Diego, pero ella encabeza la mención). El pintor vivo más mencionado es Manuel Felguérez (13 veces), José Luis Cuevas 12 y Francisco Toledo con ocho, pero él tiene una ''entrada" de cinco páginas. Gironella tiene dos.
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