Arturo Balderas

ƑPor qué California?

Dentro de unas horas se efectuará el referendo que decidirá la suerte del gobernador de California. Para algunos la consulta es un triunfo de la democracia, para otros no es más que una de las tantas imperfecciones que llevada al extremo atenta contra su esencia. Para estos últimos resulta aberrante que aproximadamente un millón de personas decidan convocar a una elección especial para desconocer la voluntad de 7 millones que votaron por este gobernador.

La gravedad de los errores cometidos por el gobernador dista mucho de justificar su destitución. Por semejantes pecados sería necesario hacer lo mismo con otra media docena de gobernadores e inclusive con el mismo presidente. Se ha llegado al extremo de que desde ahora se prepara un nuevo referendo para cuestionar al próximo gobernador... y así hasta que los votantes cansados de las coartadas a nombre de la democracia decidan ignorar las urnas de una vez por todas.

El paso está dado y el único sentido de argumentar en contra del proceso es profiláctico. Por ahora es más conveniente preguntar cuál es la importancia para México de lo que está sucediendo en California y el por qué de la atención al voto latino, de entre los que destaca el de los de ascendencia mexicana.

California comparte con México una frontera por la que ocurren anualmente buena parte de los 300 millones de cruces que se realizan entre Estados Unidos y nuestro país. Más de la quinta parte del intercambio comercial entre los dos países se hace a través de California. En cada ciudad de tamaño medio circula por lo menos un diario en español, que da cuenta lo mismo de las desavenencias del presidente Fox con el Congreso que de la última hazaña de Ana Guevara o los resultados del torneo mexicano de futbol.

Pero lo más destacado es que en ese estado radican 10 millones de personas de origen mexicano, la tercera parte de su población, que día con día dejan su huella lo mismo en la economía que en la política o la cultura.

Por ello, no es gratuito que para todos los candidatos a suplir al gobernador un referente importante en sus discursos de campaña sean los migrantes mexicanos.

Al margen de la avalancha de encuestas y especulaciones sobre la orientación y número de los votantes de origen mexicano, lo cierto es que su inclusión en el escenario californiano tiene que ver con algo más que la definición que puedan dar al proceso electoral.

Su contribución en las más diversas áreas es real y no admite especulaciones.

Son los responsables de sembrar, cosechar y procesar, año con año, toneladas de uvas en los valles de Napa y Sonoma, cuyo destino final son los millones de dólares que reciben los propietarios de las casas productoras de vino ubicadas en esa región.

Son quienes en los ricos valles agrícolas de San Joaquín, Salinas e Imperial preparan la tierra, la siembran y recogen la cosecha anual que abastece las mesas de Estados Unidos y otros países.

Son los que con sus servicios garantizan que los turistas que visitan California derramen anualmente miles de millones de dólares en hoteles, restaurantes y en decenas de parques recreativos.

Su contribución es valiosa lo mismo en los planteles educativos que en la industria electrónica, y desde luego en la cinematográfica y la disquera.

Todos y cada uno de ellos son parte de un estado que no siempre ha hecho honor a su contribución. Cuando se habla de California como la quinta o sexta potencia económica en importancia en el mundo, las minorías de origen mexicano sólo son mencionadas como reclamo por los servicios que reciben, pero pocas veces por los haberes que representan.

El potencial político de los migrantes es un hecho y conforme pasa el tiempo se acrecienta, pero no sería mala idea que en la rebatinga por los votos se entienda desde ahora que aquellos cuyo origen está al sur del río Bravo son personas como cualquiera de las que viven, trabajan y pagan sus impuestos en el estado, y no simples accesorios para el confort de unos cuantos ni fríos números a la hora de abrir las urnas.