México D.F. Viernes 3 de octubre de 2003
Beneplácito de escritores de México
y España por el reconocimiento al autor de Desgracia
Coetzee, Nobel 2003 por su crítica a la moral
cosmética de Occidente
Su obra está llena de ''brillantez analítica'',
pondera la Academia Sueca
La convivencia en Sudáfrica es uno de los ejes
de su escritura
CESAR GÜEMES Y AGENCIAS
Poco antes de enterarse que era el nuevo Premio Nobel
de Literatura, el sudafricano J.M. Coetzee, manifestó: ''La condición
de celebridad es algo que he podido evadir satisfactoriamente toda mi vida".
Ahora John Maxwell Coetzee se suma a la ya larga lista
que en los más recientes años conforman Dario Fo, José
Saramago, Günter Grass, Gao Xiangjian, V. S. Naipul e Imre Kertész.
Ganador en dos ocasiones del prestigiado premio Booker,
por sus obras Vida y época de Michael K. y Desgracia,
Coetzee es autor también de En el corazón del país,
La edad de hierro, Esperando a los bárbaros y El
señor de San Petersburgo.
Quehacer escéptico
John Maxwell Coetzee nació en Ciudad del Cabo el
9 de febrero de 1940; ahí cursó estudios superiores que continuó
en la Universidad de Texas. Durante los años 60 se desempeñó
como programador en Gran Bretaña y posteriormente regresó
a Estados Unidos para dedicarse a la docencia.
A lo largo de las pasadas tres décadas, Coetzee
no mostró interés alguno en defenderse de los calificativos
de frío, solitario o antisocial, con los que sus detractores gustaban
defenestrarlo. Sereno, sedujo a su patria y al resto del mundo con sus
textos.
Sin embargo, desde Australia, país al que se trasladó
hace un par de años, decidió responder, si bien en sus términos:
con una novela. Elizabeth Costello contiene a un personaje principal,
una escritora australiana por medio de la cual Coetzee disecciona la personalidad
de un escritor como figura pública.
La
Academia Sueca consideró viable entregar al sudafricano el Nobel
de este año, debido a que sus obras están realizadas con
una ''composición inteligente, diálogos sólidos y
brillantez analítica".
En cuanto a los conceptos que Coetzee suele manejar, el
veredicto de la academia señala: ''El trabajo del novelista es escéptico,
meticuloso, despiadado en su crítica al racionalismo y la moral
cosmética de la civilización occidental".
Con el galardón, el escritor se convierte en el
segundo sudafricano en recibir el Nobel, ya que Nadine Gordimer lo obtuvo
en 1991. Justamente Gordimer declaró hace apenas unas horas: ''Estoy
encantada con la noticia. Coetzee es un buen amigo y un gran escritor.
Creo que es genial. Yo fui la primera y ahora él es el segundo.
Para Sudáfrica es una gran noticia".
El nuevo Nobel manifestó a los medios su beneplácito
y su asombro por el galardón: ''Recibí el llamado de Estocolmo
hoy temprano, a las seis de la mañana. Para mí fue una completa
sorpresa: ni siquiera estaba ente-
rado de que en esta fecha se daba a conocer el premio".
Más adelante, el escritor afirmó estar especialmente contento
por haber recibido la noticia y la relacionó con su desempeño
profesional: ''La Universidad de Chicago es desde hace siete años
mi hogar intelectual. Saul Bellow, mi antecesor aquí, ganó
el Premio Nobel de Literatura en 1976".
Salvo esas declaraciones, Coetzee no quiso dar entrevistas.
Según la oficina de prensa de la Universidad de Chicago, esto se
debe a que el escritor da una gran importancia a su esfera privada.
La privacidad de Coetzee llegó al grado de que,
en una de las dos ocasiones que ha obtenido el Booker, prefirió
no acudir a recibirlo. Este comportamiento se relaciona con su literatura,
ya que su estilo es frío, casi distante, pero su prosa es pulida
y conmovedora, ha dicho la crítica especializada. Sus textos, en
los que utiliza las palabras con eficacia y economía, son políticos
y poéticos a la vez. Sus novelas se centran en general en la vergüenza,
la culpa y el destino. Generalmente de manera realista, Coetzee ilumina
las relaciones sociales de su patria y lo hace, en ocasiones, de forma
alegórica. Sus personajes suelen ser marginados quienes se encuentran
solitarios y aislados, además de que viven dolorosas experiencias
en su búsqueda de un lugar en el mundo. La convivencia en Sudáfrica,
en la que no todos se sienten cómodos, es una especie de hilo conductor
en las obras de Coetzee, considerado un autor difícil y enigmático.
El presidente sudafricano, Thabo Mbeki, emitió
este jueves un comunicado de felicitación para el galardonado: ''Nuestro
país ha ganado una gran cantidad de elogios en una diversa gama
de empresas humanas. Esta reciente victoria de J.M. Coetzee se une a los
honores rendidos a algunos de nuestros compatriotas".
El premio Nobel está dotado con 10 millones de
coronas, (1.2 millones de dólares) y se entrega el 10 de diciembre
de cada año, aniversario del fallecimiento de su creador, Alfred
Nobel.
Novelista universal
Literatura exigente
ANGEL VARGAS, CESAR GÜEMES Y ARMANDO G. TEJEDA
CORRESPONSAL
La noticia de la concesión del Premio Nobel de
Literatura 2003 a John Maxwell Coetzee fue tomada con gran beneplácito
por escritores mexicanos y españoles. Entrevistados por La Jornada,
tras hacerse público el fallo de la Academia Sueca, algunos de ellos,
como Carlos Fuentes y Margo Glantz, coinciden en que ésta fue una
de las mejores y más justas decisiones en la historia del galardón,
y califican al autor sudafricano como uno de los más grandes novelistas
del mundo contemporáneo.
En ese tenor, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis,
además de ponderar la maestría narrativa de Coetzee, lo destacan,
de forma respectiva, por su capacidad para mostrar ''que la novela es irremplazable:
hay cosas sobre nosotros mismos que sólo ella puede decirnos", así
como un escritor de ''una literatura muy exigente, que por cierto genera
además adicción".
Nueva geografía de la novela
A continuación, un compendio de las reacciones
de los autores consultados:
Carlos Fuentes: ''Me parece uno de los mejores
premios Nobel de Literatura de toda la historia. Es uno de los novelistas
cumbres del momento actual. La serie de novelas que van desde Esperando
a los bárbaros hasta Desgracia, la más reciente
que ha escrito, más sus extraordinarias páginas autobiográficas,
Infancia y Juventud, así como una obra maestra, Foe
-una reflexión sobre Robinson Crusoe y su autor-, lo han colocado
en el primer rango de lo que llamo la nueva geografía de la novela.
''Lejos de que la novela se haya agotado como género,
inclusive se ha hablado ya de su muerte, la vemos hoy fortalecida y vigorosa.
Hoy hay novelas provenientes del mundo entero. Hay una internacionalización
de la novela como nunca se ha visto en la historia. Y su centro no está
sólo en Europa. Hay novelas de Canadá, Latinoamérica,
Asia, del mundo entero. Vemos que ha habido tres Nobel para Africa: Nigeria,
con el conferido a Wole Soyinka (en 1986), a Nadine Gordimer (1991) y ahora
a Coetzee, ambos de Sudáfrica.
''Este último es no sólo un gran novelista
sudafricano. Es un novelista universal que maneja un gran tema, las paradojas
de la violencia, diría yo: la manera cómo un verdugo se puede
convertir en un rebelde, por ejemplo, o cómo la vida del campo puede
ser mil veces más violenta que la más violenta de las vidas
urbanas.
''Coetzee toca temas profundos para todo el mundo. El
suyo es uno de los premios Nobel que más satisfacción me
ha dado. Aplaudo y celebro la decisión de la Academia Sueca.''
José Emilio Pacheco: ''El premio Nobel a
John Maxwell Coetzee me parece muy justo. Me alegra también que
se lo den a un autor al que he leído. Cuando me preguntaron el año
pasado sólo pude responder que no conocía a Kertész.
Coetzee es un novelista ya del siglo XXI que habla de su terrible realidad
sudafricana sin pretensiones de ser 'la conciencia del país', hace
libros tan extraordinarios como Disgrace (su traducción sería
más bien 'ignominia' o 'deshonra') y al mismo tiempo aparece nuevo
y original cuando rescribe a Dostoyevski en El maestro San Petersburgo
o vuelve a contar en Foe la historia de Robinson. Coetzee muestra
que la novela es irremplazable: hay cosas sobre nosotros mismos que sólo
ella puede decirnos.
''Espero que en 2004 el premio sea para Vargas Llosa o
para alguno de los tres candidatos mexicanos: Fuentes, Del Paso y Aridjis.''
Obra que genera adicción
Carlos Monsiváis: ''Coetzee es un gran escritor
al que llevo tiempo admirando por distintas razones: es un narrador formidable
y además uno de los que se ha preocupado por un tema que me interesa
mucho: los animales. Su libro Las vidas de los animales me parece
excelente. Se rumoraba desde hace tiempo que podía ganar el Nobel
y ahora lo ha obtenido felizmente. Desde luego la suya es una literatura
muy exigente, que por cierto genera además adicción. Es posible
encontrar lectores de Coetzee en cualquier lado, se convierte en manía
familiar. Con esta inmensa promoción que genera el Nobel, que implica
entrar al mercado de la superfa-
ma, su obra se leerá de una manera más constante
y por públicos muy amplios. Me da mucho gusto el Nobel a Coetzee
porque es el caso de una literatura exigente que no se exime de los grandes
temas y al mismo tiempo se fascina con la tarea de narrar.''
Margo Glantz: ''Me parece un novelista genial y
al mismo un ensayista extraordinario. Tiene textos contra la censura que
abarcan todo tipo de reacciones -por ejemplo, contra del feminismo estadunidense,
al que considera excesivo- con argumentos tan inteligentes como pocas veces
he visto.
''Me maravilla la forma en cómo trabaja la figura
del poeta ruso Mandelstamm analizando su relación con Stalin. Su
novela Desgracia, ganadora del premio Booker, me parece una de las
mejores que se han publicado en los recientes 10 años. Es una novela
en que, sin ninguna autocompasión ni algún otro sentimiento
de por medio ante la situación de Sudáfrica, muestra cuál
ha sido la evolución de ese país después de la independencia,
la violencia racial y las dificultades que se tienen para volver a vivir
de manera armónica. Otro libro que me parece extraordinario y muy
divertido es Foe, especie de rescritura del Robinson Crusoe, pero
desde el punto de vista de Viernes. Y qué decir de Esperando
a los bárbaros o la novela sobre Dostoyevski.
''Me parece un escritor de gran capacidad para organizar
tramas novelescas que son sensacionales y para plantear en sus novelas
y escritos críticos una visión desapasionada y absolutamente
increíble de los acontecimientos políticos contemporáneos,
empezando por los de su país.''
Obra sutil y violenta
En España, en tanto, el escritor y filósofo
Jorge Semprún se congratuló por el reconocimiento a Coetzee,
cuya obra ''sutil y violenta" dijo estar releyendo.
''Me alegro muchísimo. Es un Nobel muy bien concedido.
Coetzee es un autor extraordinario. Es suspicaz, lúcido y violento,
en el buen sentido de la palabra, con la sociedad de apartheid.
Y lo describe con tal fuerza, con tal sutileza", dijo Semprún.
Saramago se congratula
Desata polémica la atribución del Nobel a Coetzee
CESAR GÜEMES Y AGENCIAS
A raíz de la designación de John Maxwell Coetzee como premio Nobel de Literatura 2003 se ha generado una polémica. Mientras personajes de las letras, como el también Nobel José Saramago se congratulan por el galardón conferido al prosista sudafricano, el editor sueco de la revista Scrutiny, anuncia que en la próxima entrega de la publicación aparecerá un artículo en el cual demuestra que la obra de Coetzee ''no tiene vida, es tosca, estéril y está salpicada de misoginia".
Por su parte, compañeros y amigos del ex profesor de la Universidad de Ciudad de Cabo rechazaron esa crítica por ser superficial y la relacionaron directamente con la decisión de Coetzee de vivir y escribir en otro país.
''Muchos sudafricanos consideraron su partida como una traición", explicó el profesor Stephen Gray al diario Beeld. Los defensores del novelista apuntan que pedirle a Coetzee no dejar Sudáfrica equivaldría a decir que James Joyce nunca debió abandonar Irlanda o que Salman Rushdie haría bien en permanecer en la India.
El escritor portugués José Saramago, Nobel de Literatura 1998, expresó que Coetzee ''es un gran escritor, a quien tengo en gran estima, tanto en lo personal como en el plano literario".
Saramago conoció al escritor sudafricano en México, durante un encuentro literario. A propósito de los libros de Coetzee, La edad de hierro y Desgracia, señaló que su lectura lo había impresionado por tratarse de ''dos libros duros, porque la realidad sudafricana también es dura y terrible".
No obstante su decisión de salir de su país natal, Coetzee regresó a Sudáfrica en 1971 y trabajó como profesor de inglés en la Universidad de Ciudad del Cabo. Y si bien su actual residencia se encuentra en Australia, el autor de Infancia realiza constantes viajes a Estados Unidos, donde también imparte cátedra.
Distinción a la cultura del Tercer Mundo
El célebre escritor libanés Elias Jurry se mostró inconforme con la designación del nuevo Nobel, pues, explicó, debió haberse premiado al poeta árabe Adonis. Sin embargo, Jurry admitió:
''Coetzee es un gran novelista de Sudáfrica, con una visión y un estilo elegante. Desde luego este premio es un homenaje y un reconocimiento a la cultura del Tercer Mundo y al combate contra la discriminación racial."
El ensayista David Atwell atizó la hoguera al expresar: ''No creo que la mayoría de los sudafricanos sepa quién es Coetzee".
La voz de diversos intelectuales se dirigió esta semana a la Academia Sueca para reclamar que el Nobel de este año debería corresponder a un africano de piel negra, como Ben Okri, de Nigeria, o Nurudinn Farah, de Somalia. Mientras varios expertos en literatura manifestaron en diversos países que ya era momento de que el Nobel recayese en una mujer.
La polémica sobre Coetzee se ha extendido a terrenos no literarios, como las iniciales de su nombre, que son las de John Maxwell, pero que a veces se han interpretado como Marie o Michael, e inclusive hay quien lo llama John Mistery Coetzee.
Esperando a los bárbaros
J.M. Coetzee
Los lectores de La Jornada están familiarizados
con la obra del premio Nobel de Literatura 2003. En estas páginas
hemos dado a conocer consecutivamente sus libros anteriores en adelantos
cedidos por su editorial en México, Random House Mondadori. Para
celebrar la premiación de este en tal sentido nuestro autor, ofrecemos
como primicia, por cortesía de esa casa editora, el inicio de Esperando
a los bárbaros, novela que data de 1980, fue publicada en Barcelona
hace siete meses y circulará en México en 2004, cuando también
se dé a conocer aquí otra nueva obra, en español,
de J.M. Coetzee: Cosas raras. Albricias.
I
Nunca he visto nada parecido: dos pequeños discos
de vidrio que unos aros de alambre sostienen delante de sus ojos. ¿Es
ciego? Podría comprenderlo si quisiera ocultar unos ojos sin vida.
Pero no es ciego. Los discos son oscuros, parecen opacos, pero ve a través
de ellos. Me cuenta que son un descubrimiento nuevo.
-Protegen los ojos del resplandor del sol -dice-. Le serían
útiles aquí, en el desierto. No hay que estar entornando
los ojos continuamente. Además, ahorran dolores de cabeza. Observe
-se toca el rabillo del ojo ligeramente-. Ni una arruga. -Se vuelve a colocar
las gafas. Es cierto. Tiene la piel de un hombre más joven-. Allí
todos las llevan.
Nos
sentamos en la mejor habitación de la posada con una botella y un
cuenco de nueces entre nosotros. No abordamos la razón de su presencia
en este lugar. Se encuentra aquí a causa del estado de emergencia
y con eso basta. En su lugar, hablamos de caza. Me cuenta la última
gran cacería en la que participó, cuando mataron miles de
ciervos, jabalíes y osos, tantos que tuvieron que dejar pudrirse
una montaña de cadáveres (''Una verdadera pena''). Yo le
hablo de las bandadas de gansos y patos que todos los años descienden
al lago en sus migraciones, así como de los métodos de los
nativos para atraparlos. Me ofrezco a llevarle a pescar de noche en una
canoa indígena.
-No debe perderse esta experiencia -le digo-. Los pescadores
llevan antorchas y palmotean el agua para conducir a los peces hacia las
redes desplegadas.
Asiente. Me habla de una visita que hizo a otro lugar
de la frontera donde sus habitantes comían una clase de serpiente
como un bocado exquisito, y también de un enorme antílope
que mató.
Casi a tientas se abre camino entre el desconocido mobiliario,
pero no se quita las gafas. Se retira temprano. Está hospedado aquí,
en esta posada, porque es el mejor alojamiento del pueblo. He advertido
a los empleados de que se trata de una visita importante.
-El coronel Joll pertenece al Tercer Departamento -les
explico-. El Tercer Departamento es hoy la sección más importante
de la Guardia Nacional. -Esto es al menos lo que sabemos por los rumores
que con mucho retraso llegan de la capital. El propietario asiente, las
camareras inclinan la cabeza-. Debemos causarle buena impresión.
Me llevo la esterilla a las murallas, donde la brisa nocturna
proporciona un alivio contra el calor. A la luz de la luna distingo las
siluetas de otros que duermen sobre las azoteas del pueblo. Todavía
oigo el murmullo de las conversaciones bajo los nogales de la plaza. En
la oscuridad una pipa alumbra como una luciérnaga, se apaga, vuelve
a brillar. El verano se desliza lentamente hacia su fin. Los frutales gimen
bajo su carga. No he estado en la capital desde que era un adolescente.
Me despierto antes del amanecer y, pasando de puntillas
junto a los soldados dormidos que se agitan y suspiran soñando con
madres y novias, bajo los escalones. Desde el cielo miles de estrellas
nos contemplan. Verdaderamente, este lugar es el techo del mundo. Resulta
deslumbrante despertarse al aire libre de la noche.
El centinela de la entrada está sentado con las
piernas cruzadas profundamente dormido, acunando su mosquete. El habitáculo
del portero está cerrado, su carrito se encuentra fuera. Sigo mi
camino.
-No tenemos instalaciones para los prisioneros -aclaro-.
Aquí no se cometen muchos delitos y las penas se limitan a multas
o trabajos forzados. Como puede ver, esta barraca no es más que
un almacén anexo al granero. -Dentro la atmósfera es sofocante
y maloliente. No hay ventanas. Los dos prisioneros están atados
en el suelo. El mal olor proviene de ellos, un olor de orina de varios
días. Hago venir al centinela-: Haz que estos hombres se laven,
y date prisa, por favor.
Conduzco a mi acompañante a la fresca penumbra
del granero.
-Esperamos obtener tres mil brazadas del terreno comunal
este año. Sólo sembramos una vez. Hemos tenido mucha suerte
con el tiempo. -Hablamos de las ratas y de cómo controlar su número.
Cuando volvemos a la barraca huele a ceniza húmeda y los prisioneros
esperan de rodillas en un rincón. Uno es un anciano, el otro un
muchacho-. Los apresaron hace unos días -le digo-. Hubo una escaramuza
a doce kilómetros escasos de aquí. Es raro. Normalmente se
mantienen alejados del fuerte. A estos dos los detuvieron después.
Dicen que no tienen nada que ver con el ataque. No lo sé. Puede
que digan la verdad. Si quiere hablar con ellos, naturalmente, puedo ayudarle
a traducir.
El muchacho tiene la cara hinchada y magullada y un ojo
cerrado por la hinchazón. Me agacho delante de él y le doy
una palmadita en la mejilla.
-Escucha, muchacho -le digo en la lengua de la frontera-,
queremos hablar contigo.
No responde.
-Está fingiendo -replica el centinela-. Lo entiende
todo.
-¿Quién le ha pegado? -pregunto.
-Yo no fui -responde-. Estaba así cuando llegó.
-¿Quién te ha pegado? -le pregunto al muchacho.
No me escucha. Mira fijamente por encima de mi hombro
no al centinela, sino al coronel Joll, que está a su lado.
Me vuelvo hacia Joll.
-Probablemente nunca ha visto nada parecido -hago un ademán-.
Me refiero a las gafas. Debe de creer que es usted ciego. -Pero Joll no
me devuelve la sonrisa. Delante de los prisioneros parece que hay que mantener
un comportamiento determinado.
Me agacho delante del anciano.
-Abuelo, escúcheme. Les hemos traído aquí
porque les detuvimos después de un robo de ganado. Usted sabe que
se trata de un asunto serio, que les pueden castigar por ello.
Saca la lengua para humedecerse los labios. Tiene el rostro
pálido y agotado.
-Abuelo, ¿ve a este caballero? Ha venido de la
capital. Recorre todos los fuertes de la frontera. Su cometido es descubrir
la verdad. Es lo único que hace. Descubrir la verdad. Si no habla
conmigo tendrá que hablar con él. ¿Me comprende?
-Excelencia -me dice. Emite un sonido ronco y carraspea-.
Excelencia, no sabemos nada de los robos. Los soldados nos detuvieron y
nos ataron. Sin razón. Veníamos hacia aquí para visitar
al médico. Este es el hijo de mi hermana. Tiene una herida que no
sana. No somos ladrones. Enséñale tu herida a su excelencia.
Agilmente, con los dientes y una mano, el muchacho empieza
a desliar los harapos que vendan su antebrazo. Las últimas vueltas,
apelmazadas por la sangre y el pus, están pegadas a la piel, pero,
no obstante, levanta los extremos para mostrarme el cerco rojo e inflamado
de la herida.
-Miren -dice el anciano-, no se cura con nada. Le traía
al médico cuando los soldados nos detuvieron. Eso es todo.
Regreso con mi acompañante a través de la
plaza. Tres mujeres que vuelven de la alberca con barreños de colada
sobre la cabeza se cruzan con nosotros. Nos miran con curiosidad manteniendo
el cuello erguido. El sol abrasa.
-Son nuestros únicos prisioneros desde hace mucho
tiempo -le digo-. Una casualidad: en cualquier otra ocasión no hubiéramos
podido mostrarle ningún bárbaro. Esto que llaman pillaje
no es muy grave. Roban algunas ovejas, o bestias de carga de las caravanas.
A veces realizamos redadas como escarmiento. Se trata sobre todo de parias
de las tribus con pequeñísimos rebaños propios que
viven a orillas del río. Esto se convierte en su forma de vida.
El anciano dice que venían para ver al médico. Puede que
sea verdad. Nadie hubiera admitido a un anciano y a un muchacho enfermo
en una cuadrilla de ladrones.
Me doy cuenta de que estoy defendiéndoles.
-Naturalmente, nunca se puede estar seguro. Pero, incluso
si mienten, ¿de qué le pueden servir, gente tan simple como
ésta?
Intento reprimir mi enojo por sus crípticos silencios,
por el misterio teatral y mezquino de las oscuras pantallas que ocultan
unos ojos sanos. Camina con las manos entrelazadas por delante, como una
mujer.
-No obstante -me dice-, debo interrogarlos. Esta misma
noche si es posible. Mi ayudante me acompañará. También
necesitaré a alguien que me sirva de intérprete. Quizá
el centinela. ¿Habla su lengua?
-Todos nosotros nos podemos hacer entender. ¿Preferiría
que yo no estuviera allí?
-Sería aburrido para usted. Seguimos paso a paso
pautas establecidas de antemano.
Dieciocho libros en inglés, siete en español
La bibliografía de J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura 2003, obra originalmente escrita en inglés se compone, hasta ahora, de 18 libros, de los cuales siete se pueden leer en castellano.
A partir del 2000 sus textos comenzaron a editarse en nuestro idioma. El primero de los libros traducido al castellano fue Desgracia (2000); luego siguieron Infancia (2000), Las vidas de los animales (2001), El maestro san Petersburgo (2002), Juventud (2002), La edad de hierro (2002) y En medio de ninguna parte (2002). Para el próximo año se espera la publicación de Esperando a los bárbaros y Cosas estrañas.
La obra de Coetzee, dada a conocer en su idioma original, está conformada de la siguiente manera: Dusklands, 1974; In the Heart of the Country, 1977; Waiting for the Barbarians, 1980; Life and Times of Michael K., 1983; Foe, 1986: White Writing, 1988; Age of Iron, 1990; Doubling the Point, 1992; The Master of Petersburg, 1994; Giving Offense, 1996; Boyhood: Scenes from Provincial Life, 1997; What is Realism?, 1997; Disgrace, 1999; The Lives of Animals, 1999; The Humanities in Africa, 2001; Stranger Shores, 2001; Youth, 2002; Elizabeth Costello: Eight Lessons, 2003.
NOBEL DE LITERATURA 2003 El prosista sudafricano John Maxwell Coetzee fue designado ayer por la Academia Sueca. Su elección desató la polémica en círculos literarios, aunque entre escritores mexicanos e ibéricos la noticia causó congratulación FOTO AFP
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