México D.F. Jueves 2 de octubre de 2003
Reporte forense sobre bajas reconocidas oficialmente
Cuatro de los 26 asesinados, víctimas de francotiradores
Indiscutible, la responsabilidad institucional: Raúl
Jardón
MIREYA CUELLAR
El relato de la Dirección Federal de Seguridad
acerca de la matanza del 2 de octubre (expediente 11-4-68, hojas 245 a
253, legajo 44, depositado en el Archivo General de la Nación) se
atiene estrictamente a la versión oficial de la época. Sin
embargo, en esos documentos hay un informe (17 de octubre de 1968) del
director del Servicio Médico Forense, Miguel Gilbon Mairet, quien
indica que las balas que mataron a 22 de las 26 víctimas reconocidas
recorrieron "una trayectoria horizontal".
El informe forense, realizado a petición del entonces
procurador capitalino, Gilberto Suárez Torres, con copia para el
titular del Ministerio Público Federal, Julio Sánchez Vargas
-recuperado por Raúl Jardón en su libro El espionaje contra
el movimiento estudiantil-, señala que en sólo cuatro
casos las víctimas murieron por balas cuya trayectoria fue descendente.
Es decir, recibieron los disparos desde alguno de los edificios que rodean
la Plaza de las Tres Culturas.
La
conclusión de este hecho "es contundente" porque no deja lugar a
dudas, señala Jardón: "La aplastante mayoría de las
víctimas reconocidas murió por disparos hechos desde la misma
altura en la que se encontraban, es decir, desde la plancha de la plaza
de Tlatelolco. Todos los testimonios, oficiales y opositores, sobre la
matanza hablan de que los únicos que dispararon desde ese nivel
fueron los soldados que llegaron a disolver el mitin y los del Batallón
Olimpia".
Este documento, según Jardón, echa abajo
la pretendida exoneración del Ejército que la Secretaría
de la Defensa Nacional esgrimió en diciembre de 1993, pero también
las afirmaciones del entonces titular de esa dependencia, Marcelino García
Barragán -contenidas en el legajo de "documentos" que fue entregado
a Julio Scherer por un nieto del general y publicadas bajo el título
Parte de guerra-, en las que descarga toda la responsabilidad sobre
el general Luis Gutiérrez Oropeza, a la sazón jefe del Estado
Mayor Presidencial.
En el cúmulo de documentos entregados al periodista
Scherer, Marcelino García Barragán incluyó una autoentrevista.
Formuló preguntas que él mismo respondió en una imaginaria
conversación. A lo largo de ella dice:
"La noche del 2 de octubre, entre 7 y 8 de la noche, el
general Crisóforo Mazón Pineda me pidió autorización
para registrar los departamentos (de los distintos edificios que rodean
la plaza), desde donde todavía los francotiradores hacían
fuego a las tropas. Se les autorizó el cateo. Habían transcurrido
unos 15 minutos cuando recibí un llamado teléfonico del general
Oropeza (en el Ejército todos se refieren a sus compañeros
de armas por su segundo apellido), jefe del Estado Mayor Presidencial,
quien me dijo: mi general, yo establecí oficiales armados con
metralletas para que dispararan contra los estudiantes".
Jardón se pregunta: si los famosos francotiradores
del Estado Mayor Presidencial tenían, según los papeles de
García Barragán, la orden de disparar contra los estudiantes,
por qué sólo cuatro de los muertos reconocidos oficialmente
recibieron disparos con trayectoria descendente, es decir, desde los departamentos
de los edificios aledaños.
Y agrega sobre la actuación del Ejército
aquella tarde. En la videocinta producida por canalseisdejulio y La
Jornada, Tlatelolco, las claves de la masacre, además de verse
claramente que quienes están armados sobre la plancha de la plaza
son elementos de la tropa regular, hay una escena en la que un militar
cubre con su cuerpo a una mujer que lleva a un niño de la mano.
Esto muestra, dice, que excepcionalmente algunos integrantes de la tropa
trataron de evacuar a los manifestantes protegiéndolos del fuego
cruzado.
Jardón concluye que, más allá de
la versión de cada involucrado, hay una responsabilidad institucional,
la cual recae con la misma fuerza sobre Gustavo Díaz Ordaz que sobre
Echeverría o los generales Gutiérrez Oropeza y García
Barragan.
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