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México D.F. Martes 30 de septiembre de 2003
CONAGO: AVANCE DEL FEDERALISMO
La
convocatoria para la convención nacional hacendaria, aprobada ayer
por unanimidad por la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), es
una novedad en las formas de hacer política en el país, demuestra
la viabilidad del diálogo entre fuerzas políticas diversas
-como las que representan los mandatarios estatales que ayer lograron,
por fin y a pesar de todo, ponerse de acuerdo- y puede representar un avance
importante y efectivo en el desarrollo de un federalismo que trascienda
tanto las soberanías simuladas, como ocurría en tiempos de
las pre-sidencias priístas, como las con-frontaciones por principio
entre gobiernos estatales opositores y el Ejecutivo federal, como ha venido
ocurriendo en años recientes.
En lo inmediato, la capacidad de la Conago para emitir
la convocatoria, después de jaloneos, negociaciones y diferencias
que por momentos parecieron insuperables, marca la posibilidad de que la
conferencia de gobernadores se convierta en una institución nacional
duradera y sólida. Es oportuno recordar que hace apenas unos años,
durante el sexenio de Ernesto Zedillo, las instancias de concertación
y comunicación entre titulares estatales del Ejecutivo llevaban
una existencia más bien clandestina, y que se les conocía
despectivamente con el nombre de "cártel de gobernadores".
El avance correspondiente en materia de transparencia y concertación
política está a la vista.
Más allá de la suerte de la Conago, cabe
felicitarse por el hecho de que ésta y el Ejecutivo federal hayan
sido capaces de ponerse de acuerdo en la realización de la convención
nacional hacendaria, mecanismo sin duda necesario para una redefinición
general, y menos centralista, cabe esperar, de las formas de recaudar,
repartir y emplear los recursos fiscales en el país. Es positivo,
también, que se hayan turnado invitaciones al foro mencionado a
los otros poderes de la Unión -Legislativo y Judicial-, así
como a los municipios de la República, representados por la Conferencia
Nacional de Municipios de México.
Ciertamente, lo principal está por hacer: concretar
una redistribución razonable y equitativa de la recaudación
fiscal, que contribuya a atenuar las abismales y exasperantes desigualdades
entre grupos sociales, entre individuos, entre municipios y entre entidades
federativas. La reforma fiscal a la que aspira el presente gobierno requiere
de una operación como la descrita para ser políticamente
viable y socialmente fructífera.
Si la convención nacional hacendaria marcha en
esa dirección, ello podría traducirse en el primer acuerdo
nacional de trascendencia en el marco de la presente transición.
Que así sea.
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