México D.F. Martes 30 de septiembre de 2003
Luis Hernández Navarro
Edward Said: elogio a la resistencia
Hasta antes del 11 de septiembre de 2001 Edward Said fue uno de los intelectuales vivos más lúcidos, genuinos y sugerentes. Después de los ataques a las Torres Gemelas y del nuevo ciclo de expansión imperial estadunidense, su pensamiento se convirtió en referencia indispensable para comprender el nuevo crucigrama planetario.
Parte central de la obra teórica de Said se concentró en explicar y combatir el surgimiento de las imágenes estereotipadas de "Oriente" y "Occidente", y de conceptos raciales tales como "razas sometidas", "orientales", "arios". En libros como Orientalismo (traducido a más de 30 idiomas) o Cultura e imperialismo explica cómo estos clichés ideológicos obedecen a los intereses y estrategias del poder dominante en cada momento histórico. Muestra cómo la geografía imaginaria que distingue entre "Oriente" y "Occidente" no es una realidad inerte, sino una relación de poder, construida sobre la subordinación de la idea del "Oriente" al imaginario occidental etnocentrista que se considera superior.
Su análisis sobre el nexo entre conocimiento y poder que crea al "oriental" y lo elimina como ser humano tiene enorme valor en la explicación del modo en el que la opresión cultural actúa, y en el estímulo a lo que Raymond Williams ha llamado el "desaprehendimiento del espíritu inherente de dominación". Es un formidable elogio a la resistencia.
Ese trabajo, sin embargo, adquirió mayor dimensión en la medida en que la nueva aventura imperial de la administración Bush escogió a Asia central como el territorio privilegiado de sus operaciones, y al "choque de las civilizaciones" como la versión oficiosa de nuestro futuro inmediato. De la mano de la expansión colonial retoñaron con increíble fuerza los prejuicios antiárabes y antislámicos, los estereotipos culturales racistas y los juicios triviales sobre las culturas que no provienen de la tradición judeo-cristiana. Se reforzó, además, la ya de por sí estrecha alianza existente entre los fundamentalistas cristianos de la administración Bush y el Estado de Israel, particularmente con sus sectores más beligerantes.
Todas estas representaciones sobre el "Oriente", elaboradas para justificar cómo el imperialismo y la expansión global de las potencias representan una gran contribución a la civilización humana, habían sido previamente desmontadas y fuertemente criticadas por Edward Said. Lo mismo había hecho con las propuestas de "paz" para Medio Oriente basadas en la derrota del pueblo palestino por el poder inmoral de las armas o rondas de conversaciones arbitradas por Estados Unidos. La obra del profesor de la Universidad de Columbia se convirtió así en un gran dique intelectual frente a las aguas del discurso neoconservador estadunidense.
Hijo de estadunidense de origen palestino y madre palestina, ambos protestantes, nació en Jerusalén. Educado en Egipto, Líbano y en las universidades de Princeton y Harvard, derivó parte sustancial de su producción de su conciencia de ser "oriental" y de haber crecido en dos colonias británicas. Retomó así la advertencia de Antonio Gramsci de que "el punto de partida de cualquier elaboración crítica es la toma de conciencia de lo que uno es". Su estilo de pensamiento está marcado por el dolor y el sufrimiento personal, por su condición de exiliado, por la permanente sensación de encontrarse "fuera de lugar".
Dada su condición de migrante, escribir se convirtió para él, tal como recomendaba su apreciado Theodor Adorno, en "un lugar para vivir" de los que no tienen patria. Influido por autores como Jean Paul Sartre, Raymond Williams y Michel Foucault, reivindicó también la obra y vitalidad de Noam Chomsky y Gore Vidal, a quienes señaló como ejemplo de que los intelectuales "no tienen por qué ser amargas plañideras". Pensador independiente, opositor, escéptico, sólido, audaz e inquisitivo, utilizó como sus armas los instrumentos de investigación histórica, humanística y cultural. A pesar de que denunció la pervivencia de prejuicios que justifican la opresión colonial, no renunció a los logros de la cultura europea.
Said estuvo buena parte de su vida en el centro de la tormenta y no temió quedarse solo en sus juicios. Miembro del Congreso Nacional Palestino, renunció a éste en 1991 criticando los acuerdos de Oslo y la dirección de Yasser Arafat. Señaló la ironía histórica de que las víctimas del Holocausto se convirtieran en los verdugos de todo un pueblo, así como la situación colonial en la que viven los palestinos, el apoyo que Estados Unidos ha dado a Israel en la ilegal ocupación de territorios palestinos. Al mismo tiempo criticó severamente a las elites árabes y señaló la necesidad de transformar sus estados. Su propuesta de solución al conflicto consistió en promover la formación de un Estado binacional mixto, basado en la igualdad y la coexistencia democrática, donde árabes y judíos puedan vivir juntos de manera satisfactoria.
Su militancia en favor de la causa palestina le costó fuertes agresiones. La hostilidad en los círculos pro israelíes de Washington fue grande. El y su familia recibieron amenazas de muerte y su cubículo en la Universidad de Columbia fue incendiado. La Liga de Defensa Judía lo acusó de nazi. Commentary, publicación de extrema derecha estadunidense, lo calificó de "profesor del terrorismo", y dijo que falsificó su condición de refugiado palestino. The Sunday Telegraph lo tachó de antioccidental. Sus libros fueron prohibidos en los territorios palestinos ocupados a raíz de sus críticas a Arafat.
A pesar de ello, Edward Said siguió expresando sus opiniones. Según él, "nada desfigura la actuación pública del intelectual tanto como el silencio oportunista y cauteloso, las fanfarronadas patrióticas". Convencido de que el intelectual está en el mismo barco que el débil o el no representado, aseguró encontrarse "instintivamente del otro lado del poder". Personaje de frontera, su obra es un elogio a la resistencia, referencia imprescindible.
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