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México D.F. Domingo 28 de septiembre de 2003
ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
ƑSalir a morirse?
ANTE LA PROLIFERACION de toreros tres eme -muleteros monótonos modernos- muchos aficionados repiten el lugar común de que "al ruedo hay que salir a morirse", pero como ocurre con la mayoría de las frases hechas, ésta también se interpreta erróneamente, tanto por los que la dicen como por los pocos que pretenden llevarla a cabo delante de un toro.
SIMPLEMENTE MORIRSE NO tiene chiste, porque desde que el mundo es mundo, nadie, ningún ser que se ha atrevido a nacer, ha salido vivo de él, trátese de cultos o ignorantes, exitosos o fracasados, beatos o depravados, pontífices o campesinos, presidentes o... toreros. A fin de cuentas a todos nos llega, de una manera u otra, el momento de ser cafeteados, de palmar, de que nos lloren cuatro o cinco y nos recuerden dos o tres, si bien nos va.
ANTE TAN MOLESTA realidad, no por ineludible menos soslayada, quizá el chiste resida en saber morirse a diario, antes que de muerte, de vida y de plenitud, en el cogollo, en lo más refinado o esencial de cada minuto, como dijera el poeta.
HAZ LO QUE quieras que morirás donde debas, hay que recordarle a todo aquel que se viste de torero o, mejor dicho, a todo aquel comprometido hasta la médula con su vocación torera. Delante del toro haz lo que sientas, desde lo más profundo de tu corazón, porque la muerte a todos espera.
SALIR A MORIRSE en el ruedo significa entonces todo lo contrario a convertirse en cadáver de la temeridad y es lo más opuesto a instalarse en mártir del automatismo. Equivale a salir a entregarse como un enamorado perdido al misterioso compromiso torero consigo mismo, sin preocuparse por el sentido práctico de la vida o la próxima corrida o las opiniones de la crítica. Es salir a vivir, delante de un toro, como individuo privilegiado en un planeta de borregos y esclavitud generalizada. Es obsesionarse por estrujar el corazón de la multitud, no por provocar oles automáticos ante una faena "bonita".
CLARO QUE PARA pretender estrujar, como torero, corazones ajenos, hay que tener un corazón que no quepa en el pecho, que sepa ser amigo del misterio y ser capaz de reflejarlo en cada tercio. No otra cosa es un artista de los ruedos -otra frase hecha- sino el que logra emocionar con su sentimiento antes que por sus procedimientos.
POR ESO SIEMPRE han sido tan escasos los toreros que saben salir a morirse de emoción, por eso más que figuras se han vuelto leyenda los Carmelo, los Joselillo, los Procuna o los Valente Arellano, imaginativos, arrebatados, apasionantes, atentos sólo al dictado de sus voces interiores, no a lo que mandan los cánones -enésimo lugar común en tauromaquia.
ASI QUE LA próxima vez que escuche a alguno de estos aficionados tenaces y nostálgicos pontificar que al ruedo hay que salir a morirse, primero pregúntese si en el cartel ofrecido por cualquiera de nuestras inefables empresas hay un alternante de corazón grande. Si no es así, los diestros saldrán a morirse pero de impotencia y el público de aburrimiento.
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