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México D.F. Domingo 28 de septiembre de 2003
Carlos Bonfil
La flor del mal
En el contexto del séptimo Tour de Cine Francés en México se presenta La flor del mal (La fleur du mal), largometraje número 50 de Claude Chabrol, lo más interesante en esa selección de siete cintas. Otras dos buenas sorpresas son Ser y tener, de Nicolas Philibert, y Pequeñas heridas, de Pascal Bonitzer. El conjunto de propuestas, muy desigual, invita a una reflexión: no deja de sorprender que en la década anterior las películas francesas más lúdicas e inventivas, también las más corrosivas, sean las de los veteranos de la llamada Nueva Ola, realizadores todos mayores de 70 años, trátese de los juegos maliciosos de Jacques Rivette y Alain Resnais, o de la búsqueda formal y la incorrección política de Eric Rohmer (La inglesa y el duque), o de los relatos de crueldad del propio Chabrol. Este reconocimiento al estilo y solvencia narrativa de estos maestros ha eclipsado, sin embargo, la exhibición en nuestro país de obras de directores más jóvenes, y también notables: François Ozon (Ocho mujeres, aún inédita en México, o la más reciente, Swimming pool), Patrice Chéreau (Los que me amen tomarán el tren, Su hermano), o el propio Bonitzer (Todavía, Nada sobre Roberto, a estas alturas, dos rarezas). Sería deseable que en futuras versiones del Tour se antepusiera un criterio de calidad más riguroso al de la mera representatividad, con una selección que reuniera a maestros veteranos y a jóvenes talentos, sin ese dudoso compromiso que consiste en equilibrar una propuesta artística con cintas comerciales poco trascendentes que necesariamente excluyen propuestas más interesantes. Chabrol es un punto aparte -un valor seguro para el cine de arte y para la taquilla. Véase el caso de sus cintas recientes -El infierno, La ceremonia, En el corazón de la mentira- distribuidas con puntualidad en nuestro país, tanto en cine como en video.
La flor del mal es un retrato de familia y, paralelamente, una visión muy áspera de la provincia francesa, su clase política y sus tristes cálculos mediáticos. Una sucesión de historias turbias, transmitidas y reactivadas de una generación a otra, con uniones incestuosas y deseos reprimidos, con secretos infamantes, como el familiar colaboracionista de Vichy al que su hija mata cuando lo ve entregar a los nazis a su amante y también hermano. Medio siglo después, esa mujer, ahora anciana venerable (Suzanne Flon, estupenda), carga todavía con el estigma, a pesar de haber sido absuelta en el pasado. Y la culpa se disemina entre sus descendientes, enrareciendo las nuevas alianzas, y hasta el clima político de la región, donde la sobrina Anne Charpin-Vasseur (Nathalie Baye) contiende por la intendencia local. A esta historia se añaden otras anécdotas turbias y otros deseos incestuosos (uno, entre padre e hija, no consumado; otro, entre sobrino y sobrina, con realización feliz).
La flor del mal, el título alude a esa transmisión de una fatalidad familiar, metáfora de contagio y malestar social, a la espiral de rumores y maledicencias que alimenta una población de la región de Burdeos, y que remite al mismo tiempo al clima opresivo de una película clásica, El cuervo (1943), de Henri Clouzot, con el tema de una carta anónima, convertida aquí en el libelo que suscita el escándalo. El talento narrativo de Chabrol brilla en cada escena, pero sobre todo en la secuencia inaugural que brinda, desde los créditos, la clave para la interpretación de todo lo que veremos. En este thriller de falso suspenso se entrelazan historias pasionales y señalamientos históricos, como la alusión apenas velada a Maurice Papon, colaboracionista célebre de la región bordelesa, y de paso se muestra hasta qué punto los medios audiovisuales derriban, redimen o enaltecen, según la oportunidad y el cálculo, cualquier reputación política. Hay una secuencia estupenda, la visita de la candidata Anne a los domicilios donde supone obtener más sufragios. En esa farsa populista de débiles promesas y pronunciamientos sinceros dichos en voz baja ("Los perros de la gente pobre son más malvados"), se expone un rostro más de esa hipocresía moral que, según la óptica chabroliana, contamina a la provincia francesa. Pocas veces había combinado el director su escepticismo político con la ironía habitual de sus tramas policiacas. Esta vez añade una mirada crítica al papel que juega la televisión en la promoción de mediocridades. La flor del mal, cinta de malicia inteligente, es la propuesta más sólida de este Tour de Cine Francés en México. Se exhibe hoy en la Cineteca Nacional.
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