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México D.F. Domingo 28 de septiembre de 2003
La cinta de Nicolas Philibert se presenta en
el séptimo Tour de Cine Francés
Llega a México Ser y tener, documental
que muestra la esencia del acto de enseñar
El filme retrata a los alumnos y maestros de una escuela
llamada ''de clase única''
JUAN JOSE OLIVARES
Luego de ser vista en Francia por más de 2 millones
de personas, de pertenecer a la selección oficial del festival de
Cannes 2002 y ganar el premio como Mejor Documental del European Film Awards
2002, la película Ser y tener se proyecta como parte del
séptimo Tour de Cine Francés, en salas de Cinépolis
y la Cineteca Nacional.
En Francia aún existen escuelas de las llamadas
"clase única", que reúnen en torno a un maestro o maestra
a todos los niños de un mismo pueblo (por lo general zonas rurales
apartadas del país), desde el parvulario hasta el último
grado de primaria. Entre el encierro en sí mismo y apertura al mundo,
estas pequeñas tropas heteróclitas comparten la vida cotidiana,
para bien y para mal. Esta cinta de 104 minutos distribuida por Nueva Era,
fue rodada en una de esas escuelas.
Para
Nicolas Philibert, director de la cinta, "no es el fruto de una investigación
pedagógica. Nunca quise que el documental fuera sociológico.
Ahora, las escuelas concentran toda la violencia de la sociedad, son lugares
frágiles, llenos de violencia, llenos de alumnos y de maestros en
los que no se confía. Aunque en Francia aún existen unas
7 mil escuelas de clase única, lo cierto es que son una minoría
y con el tiempo desaparecerán. Más allá del contexto
de escuela rural, quise mostrar el acto de enseñar en su esencia,
algo universal. La intención era filmar la escuela, la naturaleza,
era como una fábula dedicada a dar la espalda a lo sociológico.
Es por eso que el cine se apodera de cosas aparentemente inútiles
o banales para transformarlas en una historia".
Philibert, director que dice ser militante de izquierda
y quien no profesa con los modelos neoliberales de la industria del cine
("ahora en el cine todo está sujeto a la ley del mercado y del dinero"),
tiene en su haber más de 10 largometrajes, entre los que destacan
Qui sait, La moindre des coses, Un animal, des animaux, La voix
de son maitre, entre otros títulos, que no han llegado a nuestro
país.
En opinión del realizador, con esta cinta no quiere
dar ningún mensaje, "sólo se trata de una historia para compartir
y con la cual se puede uno identificar, porque cuenta algo universal. Todos
fuimos niños, no es sólo elemento de la inocencia, sino los
miedos, las angustias. Esta es una cinta abierta, cada uno tiene la posibilidad
de penetrar en ella, de proyectar en ella sus propios recuerdos de infancia".
¿Y por qué a través de un documental,
género menospreciado por los industriales de la cinematografía?
Philibert responde: ''El documental es una víctima
eterna, pero puede ser espiritual y filosófico. Su desventaja es
que quizá puedas filmar verdaderas situaciones, aunque no es una
fotocopia de la realidad, es una mirada subjetiva. Este documental tiene
una dimensión política, pero para mí no se trata de
decirlo de esa manera. No es algo de militancia, no es que los salones
de este tipo de clase sean lo máximo. No es una cinta que dirá
que este tipo de maestros es lo mejor, pero sí creo que plantea
preguntas, plantea reflexiones".
Antes de escoger esta escuela, el director contactó
a más de 300 y visitó más de 100. Para él era
importante conseguir una clase con alumnado reducido (entre 10 y 12 alumnos)
para que cada niño fuera identificable y por tanto pudiera convertirse
en un personaje de la cinta. Durante las locaciones, que duraron casi cinco
meses, en distintos periodos para filmar diferentes estaciones del año,
conoció a maestros apasionados de su labor. Pero al que escogió,
Georges López, de origen español, "era un ser de atención
profunda, que se convertiría en el personaje fuerte de la película.
Por otro lado, los padres de los niños me dieron su consentimiento
gracias a la confianza que le tenían al maestro, verdadero tutor
de los infantes, quien enseñaba en esa región desde hace
más de 20 años y que estaba a punto de la jubilación.
Además, creo que este podría ser un hombre de cine, hay gente
que es gran profesor, pero a esos no los quería filmar. El era muy
disponible y tenía algo de misterio, y eso es importante para un
filme".
Philibert explica la labor de trabajar con un maestro
y 12 niños de entre cuatro y 11 años. "El primer día
nos tomamos todo el tiempo necesario para explicarles a los pequeños
cómo íbamos a trabajar y cómo funcionaban nuestros
aparatos. Todos miraron por el visor, jugaron con el zoom, y al
cabo de tres días era como si nosotros fuéramos parte de
los muebles del salón. Eramos un equipo de cuatro: un jefe de fotografía
(Katel Dkjian), un ingeniero de sonido (Julien Cloquet) y yo, que tuvimos
que ser lo más discretos para no obstaculizar el desarrollo de la
clase. Estuvimos con ellos en una especie de complicidad muda. Pronto entendieron
que no estábamos allí para juzgarlos, ni para imponernos
si alguno de ellos se sentía incómodo. Se formó una
relación de confianza", que dio como resultado un gran documental,
como lo han constatado críticos de publicaciones como Le Monde,
Le Figaro, L'Express, entre otros.
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