México D.F. Domingo 28 de septiembre de 2003
"En Pueblo Nuevo nos amolamos toditos"
Pueblo Nuevo, Gto., 27 de septiembre. Aunque han pasado 27 días desde la primera vez que el río Lerma se desbordó, la casa de Juan García López, ubicada en Prolongación Juárez de esta localidad, sigue anegada. "Todo se nos perdió", indica mientras observa algunas prendas de vestir que flotan en el agua que se levanta unos 50 centímetros.
De la frustración pasa al coraje: "el presidente (municipal, José Durán) no nos quiere ayudar porque perdió su partido; dice que por culpa de los priistas el PAN ya no va a ser gobierno y por eso nos tienen de a tiro en el olvido, le pedimos ayuda, aunque sea poquita, pero no quiso porque nosotros somos de un partido y él es de otro".
La barda que resguarda sus dos únicas habitaciones tiene la marca del nivel al que llegó el agua: metro y medio. Se nota frágil. Dentro, unos niños hurgan entre el lodo y un charco en busca de pertenencias; de ahí rescatan un par de juguetes como preciados tesoros.
Con una población mayor a 10 mil habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Pueblo Nuevo fue uno de los municipios más afectados por las lluvias y donde, de acuerdo con fuentes oficiales, se afectaron entre 700 y mil hectáreas.
No hay que caminar mucho para encontrarse con otra historia. Dos mujeres trabajan duro para limpiar, con el agua del mismo río Lerma, las paredes enmohecidas que se han pintado ya de verde oscuro. "Así estamos desde hace 25 días. Se nos metió el agua, ahorita ya empezó a bajar pero todavía tenemos el problema de la peste, aquí adentro huele horrible", comenta Amelia Hernández Estrada.
Mientras una familiar saca el agua con baldes, por el solar se escurre más agua formando un riachuelo que corre del traspatio a la sala, para estancarse en la cocina.
"Es difícil para mí pero más para los chiquillos. Han sufrido mucho, lloran porque quieren regresar a sus casas, se me enfermaron, aunque en el centro de salud me facilitaron los cuidados. Ahorita estamos en una casa que nos prestaron, pero ayuda del presidente (municipal), no, ninguna", asegura Hernández Estrada
La imagen urbana cambia y lo que no era común se vuelve rutina: el tránsito de vehículos del Ejército Mexicano, el movimiento de militares por la ribera del río cargando costales, las calles lodosas y con retenes de arena, los cultivos de sorgo por donde pastaban los animales, ahora circulan improvisadas barcazas.
Los pobladores intercambian miradas de azoro. Hay un dejo de tristeza. Muchas casas abandonadas. "La gente se fue a los cerros, pero ya nos amolamos toditos, se perdió todo, tenemos muchas deudas y creo que hasta en unos tres años nos vamos a recuperar" comenta un agricultor. (MARTIN DIEGO, CORRESPONSAL)
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