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México D.F. Miércoles 24 de septiembre de 2003

Arnoldo Kraus

Alabar la duda

Para muchos, dudar es necesario. Para otros es incómodo. Para unos es obligado. Para algunos es molesto. Para los menos es sano. Para los más es insano. Para los jóvenes debería ser imperativo. Para los viejos, que cuando jóvenes fueron rebeldes, es vida, y para los viejos que fueron parte del sistema, dudar es execrable. Para los seres libres es construcción. Para los políticos, aberración. Dudar, para algunos, es comprometerse. Para la mayoría dudar es innecesario. Para nuestros jerarcas es abominable. Para quienes los abominamos es vital. En el México de hoy, en el de las mayorías, en el de la realidad, dudar es imperativo y necesario. Para el México del poder, dudar es corromper su realidad y un acto de rebeldía sin sentido. Para unos, dudar es fundamental: aunque duela, aunque se les difame, aunque se les denoste. Para otros, la duda es aborrecible, enemiga, absurda. Para las mayorías, para los pobres y los muy pobres, dudar es parte inherente de su existencia: Ƒen quién y por qué creer? Para quienes escriben los discursos gubernamentales dudar es impensable: el campo, la salud y la educación mejoran continuamente. Dudar, para quienes desde el útero no tienen acceso al "torrente de la vida" es legítimo. Negar que el país está habitado por 50 o 60 millones de pobres es parte de la realpolitik y de la intelligentzia de nuestros gobernantes. Para los inconformes, dudar es escuela. Para los conformes, las disyuntivas son molestas. Vivir sin dudar es un homenaje a la mediocridad. Vivir y lapidar a quienes cuestionan es instalarse en la pax santa que pregona el olvido y el perdón. Dudar es biología. No dudar es impedir que fluya la vida.

Hace poco tiempo escribí que la ética debería ser materia obligada desde la primaria. Sigo pensando, "a pesar de todo", que una "mirada ética" podría mejorar el desolador panorama en el que sobreviven la mayoría de los mexicanos. El ser moral, en la doble acepción de ser, el ser "persona ética" es, quizás, ante tanta corrupción e impunidad, el único antídoto para frenar la espiral de indolencia en la que nos han sumido nuestros gobernantes. La ética y la duda son buenas compañeras. Ahora también pienso que los encargados de la educación deberían agregar, al menos durante la primaria, la materia dudar. Finalmente, nuestros nuevos y no tan nuevos ministros foxistas cuestionaron la salud del PRI por inmoral y porque dudaron del legado de ese partido. Propongo el siguiente eslogan: "Desde primaria, la ética y la duda para todos".

Fox llegó al poder no por su poder ni por haber sumado muchos votos en su favor, sino porque la gente dudó, se enfermó del PRI y abominó la tan reiterada como nefanda frase de Ernesto Zedillo, quien aseguraba que en el país no había lugar para los escépticos. En el país que habitamos los que no comulgamos con las políticas actuales, ni con las recetas del doctor Zedillo, la duda y el escepticismo son cimentales.

Una de las bondades de la juventud es que la piel es como una esponja: todo se absorbe. Cuando joven tuve la suerte de que cayese en mis mano Loa de la duda, de Bertolt Brecht. Muchas veces la cité y en no pocas ocasiones alabé el reto y las semillas contenidas en esa poesía. Creo que quien nunca cuestionó "suficiente" nunca fue joven y, sin duda, una de las mayores enfermedades de nuestros tiempos es que quienes ostentan el poder dudan poco. Hoy sigo considerando que Loa de la duda debería ser lectura obligada para los jóvenes. Así se lo dije a mis hijos. Copio dos estrofas:

šLoada sea la duda! Os aconsejo que saludéis / serenamente y con respeto / a aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa. / Quisiera que fueseis avisados y no dierais / vuestra palabra demasiado confiadamente. / Pero la más hermosa de todas las dudas / es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza / y dejan de creer / en la fuerza de sus opresores.

La duda no es un estado que uno se impone, ni una vivencia voluntaria. Tampoco es un ropaje prestado o un reflejo de los tiempos. Más bien es parte del equipaje con el que se nace, parte de la mirada con la que se observa el mundo, signo de inconformidad y parte de las paredes que a uno lo rodean de pequeño. Paredes de yeso, paredes de progenitores, paredes de pérdidas, paredes de lecturas, paredes de realidad, paredes que impiden aceptar que la vida es fácil, que la vida es justa. En México, dudar del poder es ético. No dudar es inmoral.

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