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México D.F. Viernes 19 de septiembre de 2003
Leonardo García Tsao
San Sebastián 2003: las ventajas de estar al final
San Sebastian.
Antes de inaugurarse, la edición 51 del Festival de Cine de San Sebastián ha debido enfrentar problemas de organización. Primero, el actor hollywoodense Chazz Palminteri ha cancelado su participación como presidente del jurado, aduciendo compromisos de trabajo. Segundo, los empleados del lujoso hotel María Cristina se han puesto en huelga demandando un aumento de sueldo; el carecer de servicio de recamareras, meseros, botones, etcétera, no sería grave si no fuera el punto central de reunión del festival, puesto que aloja a las estrellas invitadas, los poderosos del cine español y las delegaciones de las películas en competencia. (Igual, no deja de causar gracia la imagen de Sean Penn, digamos, forzado a desempeñar labores de limpieza en su propia habitación).
También se anticipa algún problema con la proyección especial del documental La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Julio Médem, que ya ha sido atacado por algunos medios de derecha, aduciendo una justificación de la ideología del partido separatista vasco ETA.
Pero el festival se ha vuelto experto en superar adversidades. Dada su posición tardía en el calendario de festivales, San Sebastián ha sabido compensar el ser el último de la fila. Como ningún otro en su categoría, este festival se ha distinguido por secciones paralelas tan atractivas que rivalizan en interés con la propia competencia.
Para demostrarlo, San Sebastián abre fuego desde el primer día. Si bien es tradicional que un festival inicie con una estrategia de calentamiento y ofrezca sólo dos o tres proyecciones -la película de inauguración y una que otra función de prensa--, en la celebración donostiarra no hay piedad para el jetlag. Desde la tarde de hoy jueves, su día de apertura, todas las secciones de la edición 51 se iniciarán con el horario completo de funciones, por lo que el asistente tendrá a elegir entre 24 títulos.
También contra la tradición, la primera película de la competencia no se trata de un título estadunidense o español, sino cubano: Suite Habana, el regreso al cine del cineasta Fernando Pérez después de La vida es silbar (1998), que promete ser un interesante híbrido entre ficción y documental. Que yo recuerde, el festival nunca había inaugurado con una producción latinoamericana,
La sección Zabaltegi (Zona abierta), se divide entre las llamadas Perlas de Otros Festivales y la competencia de Nuevos Directores, donde la mexicana Nicotina, de Hugo Rodríguez, tratará de llevarse el Premio Altadis, cuya generosa dotación de 120 mil euros ciertamente sirve para financiar una siguiente producción. (Sería, por otro lado, un premio muy apropiado: Altadis es el nombre de una tabacalera).
También hay un premio de dinero -aunque, menor, claro- en la sección Horizontes Latinos, cuyo nombre fue modificado del anterior Made in Spanish porque el año pasado el jurado tuvo la puntada de premiar una película made in English, Aquí concursa el otro título nacional, Sin ton ni Sonia, de Carlos Sama. El cine argentino lleva las de ganar aquí con nueve participantes, casi dos terceras partes del total de 15. (Por cierto, Nicotina es parcialmente mexicana. Tanto su coproducción como su director, guionista y fotógrafo son de origen argentino, si bien los tres estudiaron en el Centro de Capacitación Cinematográfica).
En esta ocasión, el jurado de Horizontes Latinos es encabezado por Arturo Ripstein, ganador de dos Conchas de Oro, lo cual podría garantizar algo de lluvia en el festival (es una superstición de los festivales que el realizador lleva las nubes a dondequiera que vaya). Hasta ahora, el espléndido tiempo veraniego parece contradecir ese supuesto.
Sin duda tiene su malicia política la sección Amigos y vecinos, amplio programa dedicado al cine del noroeste de Africa, conocido como el Magreb. En él se incluyen producciones de Argelia, Marruecos y Túnez que datan desde los años 70. No es de suponer que algún partidario de Aznar asista a esas funciones.
Mientras, las retrospectivas dedicadas al cine de autor se dividen, como de costumbre, entre un director clásico, el hollywoodense Preston Sturges, y uno contemporáneo, el británico Michael Winterbottom. El grado riguroso y exhaustivo de esa programación es ejemplar. Por ejemplo, de Sturges -experto en comedias cuyo nombre no significa nada en el analfabetismo cinematográfico actual- se exhibirá no sólo la totalidad de su obra como director, sino también las películas en las que colaboró como guionista. Nada así se suele organizar en nuestro país, sobra decir.
Por si eso pareciera insuficiente, el festival se redondea con un repaso de la producción española reciente, las masivas funciones infantiles en el Velódromo, los premios Fipresci a las películas del año -la turca Uzak, de Nuri Bilgué Zheylan, y la danesa Reconstruction, de Christoffer Boe- la jornada del cine vasco, los proyectos sin terminar de En Construcción... y un homenaje a El espíritu de la colmena, película emblemática de Víctor Erice. Ser el último de la fila ciertamente obliga a empujar con mayor fuerza. [email protected]
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