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México D.F. Viernes 19 de septiembre de 2003

Gustavo Gordillo

Los pequeños gestos humanos

Treinta años después de haber sido clausurada la puerta de Morandé 80 en La Moneda, se volvió a abrir. Tradicionalmente era el símbolo de la comunicación ciudadana con su gobierno. Por ahí solían salir los presidentes de Chile hasta el golpe militar de 1973.

Más de 300 personas se dan cita para el acto conmemorativo de los 30 años. Es bastante diverso: representantes de denominaciones religiosas, intelectuales, dirigentes políticos y sociales, parlamentarios y amigos del presidente.

La primera gran ovación corona la entrada de doña Tencha, la viuda del presidente Salvador Allende. Por los monitores se observa el lento, pero vigoroso caminar del presidente Lagos hasta que abre y reinaugura la puerta de Morandé. Otra gran ovación se acrecienta a su entrada al Patio de los Naranjos en el Palacio de La Moneda, donde se realiza el acto principal.

Estas últimas semanas hemos sido testigos del destape santiaguino. No es el destape madrileño lleno de fogosidad, pasión y buen humor. Como lo señala el presidente Lagos, el telón de fondo es un dolor "que entró en la memoria de la nación y con el cual debemos vivir".

Pero sí es el destape de las cosas que primero se intentaron borrar de la historia, luego del habla popular y finalmente incluso de la memoria ciudadana. En cambio nuevas generaciones -la mitad de los chilenos no habían nacido hace 30 años- han podido leer y ver en los medios imágenes de La Moneda bombardeada o del presidente mártir, de las manifestaciones de entonces, discursos y documentos poco conocidos. Han visto y escuchado debates fuertes y antagónicos, pero también confesiones inusuales y perdones pedidos u ofrecidos. Se han confrontado con sus verdades en el lento tránsito del dolor a la memoria. Memoria compartida, pero no necesariamente común, como agudamente lo señala Lagos.

Recientemente he tenido el privilegio de presenciar, junto con mi colega Hernán Gómez, momentos intensos de reflexión que se expresarán en varias entrevistas con actores claves de la izquierda chilena de hace 30 años. Muchos lo siguen siendo.

A todos ellos casi como ritual les preguntamos qué de lo que habían hecho hace 30 años no lo harían ahora. Les pedimos leer en la clave del hoy, el pasado. Porque quizás así se construye el futuro. Autocrítica tal vez, pero sobre todo reflexión. Porque aunque es cierto que el mundo de hoy ha cambiado enormemente en relación al de hace 30 años, también lo es que algunos de los dilemas de ayer, sobre todo para la izquierda latinoamericana, siguen siendo los dilemas de hoy y sin duda de mañana.

Todos nuestros entrevistados hablan de la necesidad de construir mayorías estables para llevar adelante programas públicos ambiciosos. Todos reconocen la fuerza de la democracia como principio de civilidad. Así como el carácter siempre abierto de las construcciones institucionales para fortalecerla.

Las sensibilidades varían en el diseño mismo de las políticas públicas, en el rol del mercado y de la acción estatal, en las formas de integración mundial y en la manera de enfrentar los retos de la globalización. Pero es difícil encontrar a alguien que ponga en duda el derecho de todos a exponer y luchar por concepciones distintas. Asumir la diversidad parece ser un común denominador de esta nueva vieja izquierda chilena.

El evento de conmemoración se inicia con la interpretación de la Cantata de los derechos humanos, interpretada por primera vez en la catedral de Santiago en noviembre de 1978 en un acto organizado por la Vicaría de la Solidaridad.

El presidente Lagos al final de su intervención recuerda un párrafo:

Una ciudad yo quisiera

Construida en libertad

Un mundo ancho y abierto

Donde podamos amar

šPues sí! ƑDe qué otra cosa trata esta lucha que hermana dolor y odio, llanto y sonrisa, desazón y esperanza, sino de construir un mundo abierto donde podamos amar?

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