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México D.F. Viernes 19 de septiembre de 2003

Jaime Martínez Veloz

Geografía de la violencia en Baja California

De manera reiterada hemos insistido en la responsabilidad que tiene Acción Nacional en el proceso de degradación social que ha sufrido Baja California luego de su ascenso al poder en 1989.

Los altos índices de violencia, inseguridad, adicciones, homicidios, criminalidad y delincuencia sitúan a Baja California entre los primeros lugares del país con estos flagelos. El análisis del comportamiento de las tasas de homicidio es un parámetro irrebatible en este sentido. De muchas maneras la violencia, como fenómeno de criminalidad, expresado en privación de la vida, es un indicador confiable del pulso de las sociedades.

En todas parte las causas de mortalidad son una radiografía de lo que nos aflige como país. En Oaxaca, por ejemplo, el síndrome de dependencia del alcohol es una de las principales causas de muerte. No supondríamos que la desnutrición en Baja California sea causa directa de muerte, al menos no en la proporción que lo es en Chiapas, donde sí es importante. Pero así como la desnutrición y el síndrome de dependencia del alcohol son causa de morbilidad en estados en la miseria, la muerte por agresión es característica de Baja California.

Si bien podríamos suponer que la miseria y el hambre alientan la violencia, para lo que nos ocupa Baja California registra, en tiempos del PAN, tasas de homicidio a la par o superiores a Chiapas, Oaxaca o Guerrero.

En los años 80, Guerrero tenía una tasa de 64 asesinatos por cada 100 mil habitantes; en años recientes, su tasa se mantiene alta, pero la tendencia es a la baja: hoy presenta la mitad de hace 23 años. A principios de los 90, Oaxaca tenía tasas de 40 homicidios por cada 100 mil habitantes; hoy registra la mitad. En 1980, Chiapas tenía una tasa de 18 asesinatos por cada 100 mil habitantes, y aun en los aciagos años de violencia política, agudizada por los hechos de 1994, se mantuvo esa tasa.

En Baja California la tasa de homicidios en 1979, 1980 y 1981 fue de 9.1, 8.9 y 5.7, respectivamente. En 1989 alcanzó 13.5; 15 para 1990; 16 para 1991, y la tendencia va al alza: de 1997 a 2000 registró 14.7, 24.4, 25.8 y 17.2.

Estados "violentos" como Sinaloa padecieron elevados índices de asesinato en la década de los 80, cuando su tasa alcanzó 65 homicidios por cada 100 mil habitantes. Pero a partir de los 90 descendió a la tercera parte de esa cifra y se ha estabilizado. Los datos para el periodo 1997-2000 son: 24.8, 23.2, 21.8 y 18.6. Michoacán sufría, en 1980, una tasa de 46.2 homicidios por cada 100 mil habitantes, pero va a la baja: entre 1997 y 2000 los datos indican: 22, 16.5, 17 y 15.2. El megaestado de México, el más poblado del país, alcanzó en 1989 un "pico" de 39.3 homicidios por cada 100 mil personas, pero entre 1995 y 1998 presentó 24.2, 23.6, 20.7 y 19.4, es decir, una tasa a la baja o constante, porque en 1980 fue 18.1. De 1997 a 2000 el Distrito Federal tuvo tasas criminales de 14.3, 14.2, 12.2 y 10.8 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ni siquiera otros estados fronterizos, sedes también de famosos grupos del crimen organizado, como Chihuahua o Tamaulipas, padecen los niveles de violencia reflejados en muertes por agresión como en Baja California.

En 2000, el director de Seguridad Pública de Tijuana, Alfredo de la Torre Márquez, de quien se sospechaba servía a los Arellano Félix, fue asesinado. Uno de los sicarios era policía de las fuerzas especiales y destacado militante de Acción Nacional. Como policías, víctima y asesino trabajaban para grupos criminales enfrentados. El ex jefe de la policía de Mexicali, Antonio Carmona Añorve, frustrada carta fuerte del gobernador Elorduy para la Procuraduría de Justicia estatal, está preso en La Palma, acusado de proteger a Los Aretes.

Si algo indican los hechos reportados es que estados con tradición "violenta" o con las cifras más altas de miseria no padecen los niveles de descomposición que se inició en los años 90, cuando los panistas llegaron al poder, porque de todo México, Baja California es el único estado con una tasa de homicidios creciente en el marco de una situación generalizada de descensos en las tasas homicidas del país.

En Baja California, panismo y criminalidad están altamente correlacionados.

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