México D.F. Lunes 15 de septiembre de 2003
CUMBRE DE CANCUN
Activistas festejaban y cantaban ¡Can't
you buy my world!
Con un golpe de martillo Derbez clausura la reunión
ROSA ELVIRA VARGAS Y ROBERTO GONZALEZ ENVIADOS
Cancun, 14 de septiembre. En cuanto el canciller
Luis Ernesto Derbez golpeó con el martillo de madera para poner
fin a los trabajos de la quinta conferencia ministerial de la Organización
Mundial del Comercio, la noticia corrió de inmediato por el edificio
sede del encuentro: Cancún "se colapsó''. Y no hubo más.
Los activistas de las ONG lo propalaban felices y en un santiamén
se armaron en coro y, traviesos, ufanos, entonaron la parodia de una canción
de los Beatles: ¡Can't you buy my world (love)''!
Los intentos realizados hasta el último momento
en el Cuarto Verde habían sido en vano. Ese es el sitio donde verdaderamente
se realizan las negociaciones, al que acceden sólo algunos países
en representación de regiones o de grupos vinculados por intereses
comunes. Desde la mañana participaban en la encerrona, entre otros,
la Unión Europea, Estados Unidos, Malasia, México, Brasil,
Kenia, India, China, Sudáfrica y Japón.
Derbez había pedido a los ministros que realizaran
nuevas consultas para desatorar el tema de compras gubernamentales, motivo
de una profunda oposición de la mayoría de los países
en desarrollo. Kenia, India y Brasil, al regresar del receso, ratificaron
su negativa. Y tampoco fructificó el nuevo intento del canciller
mexicano de dejar momentáneamente de lado ese punto y entrar a negociar
el tema de la agricultura.
"En
vista de que no hay acuerdos -dijo mientras golpeaba con el martillo- se
clausura la reunión." Cancún había sido -en cumplimiento
de pesimistas presagios- un fracaso, si bien éste se vaticinaba
por el lado de las negociaciones agrícolas y no por el que finalmente
"reventó''.
Para algunas de las delegaciones asistentes el súbito
desenlace fue responsabilidad del mismo Derbez Bautista. Así lo
dijeron los ingleses. El funcionario mexicano se defendió diciendo
que él ni siquiera habló con los británicos, pues
la Unión Europea estaba representada en las negociaciones por el
ministro Pascal Lamy. La duda quedó, sin embargo.
Para entonces todo había acabado. La zona de la
cafetería de la sala de prensa se convirtió en una romería.
Una vez que George Oduor, ministro de Kenia, comunicó
el rompimiento de las negociaciones, los rumores que ya circulaban se volvieron
certeza. Enseguida las ONG lo confirmaron: "mejor es un no acuerdo a un
mal acuerdo'', repetía sin disimular su gozo Wallden Bello, de Focus
sobre el Sur Global y uno de los más serios y documentados críticos
de la globalización. "La OMC no sobrevivirá a este colapso;
este es un segundo Seattle'', repetía el filipino en varios idiomas.
Metros más adelante, Rafidah Aziz, ministra de
Comercio Internacional e Industria de Malasia, proclamaba su victoria.
Mujer de larga experiencia en las grandes ligas de las negociaciones comerciales,
había llevado la conferencia de prensa en la que un grupo de países
-donde se incluyen varios africanos y asiáticos, y por el Caribe,
Cuba y Venezuela- exigieron el jueves que en Cancún no se discutieran
los llamados temas de Singapur (inversión, transparencia en compras
gubernamentales, competencia y facilitación del comercio), con el
argumento de que no estaban preparados para una negociación de ese
tipo.
Estratégicamente la ministra se sentó con
sus delegados en una mesa de la cafetería. "No habrá más
marginación; no más desdén de los puntos de vista
expresados por aquellos países con verdaderas dificultades. Y no
más intentos por exigir a otros por qué caminos irse. Recuerden
esto: somos pequeños, nos desdeñan y nos ponen barreras'',
declaraba sin cesar a quienes la entrevistaban.
De paso liberaba de responsabilidades a Derbez: "Esto
es sólo cuestión de la OMC. México es sólo
el anfitrión y Derbez sólo es el presidente de la reunión.
No estoy culpando a México o a Derbez..."
En medio de ese desorden, los periodistas lo mismo formaban
peloteras en entrevistas de banqueta que corrían -eran alrededor
de las 15 horas- a las máquinas de la sala de prensa para enviar
despachos inmediatos, sobre todo a Europa y Oriente. En el área
de conferencias un agitado, nervioso y mandón Keith Rockwell, vocero
de la OMC, decía que en breve llegarían a hablar ante la
prensa Zoellick, negociador comercial de Estados Unidos y una vez hecha
la clausura formal, Luis Ernesto Derbez y el director de la OMC, Supachai
Panitchpakdi, y que por ningún motivo quería ver a miembros
de las ONG en ese lugar.
Y así se hizo, con la diferencia de que mientras
los ministros mostraban caras largas y gestos de frustración y "profunda
decepción'', los activistas, entre ellas una feliz Lory Wallach,
se movían al ritmo de "Our world is not for sale my friend/ Just
to keep you satisfied/ You say you'll bring us health and wealth/ Well
we know that you just lied/ We don't care too much for Zoellick/ Zoellick
can't buy my world.
(Nuestro mundo no se vende, mi amigo/ sólo para
tenerte satisfecho./ Dices que nos has traído salud y riqueza;/
bueno, todos sabemos que mientes./ No nos importa mucho Zoellick/ Zoellick
no puede comprar mi mundo.)
(Y también se puede repetir este primer verso,
usando Lamy en lugar de Zoellick, dicen las instrucciones.)
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