México D.F. Domingo 14 de septiembre de 2003
México debe encontrar otra inspiración
para defenirse como nación, recomienda
El nacionalismo revolucionario, agotado, sentencia
David Brading
Factores medulares en la conformación de la conciencia
han perdido vigencia; la migración, los tratados y la globalización
marcan un tiempo de transición en la identidad del país,
explica
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
A partir de los años 80 el nacionalismo surgido
de la Revolución Mexicana empezó a perder fuerza. Frente
a ese hecho y dados los cambios geopolíticos y económicos
en el mundo, ''México tiene que encontrar otra inspiración
y otros ideales para definirse como nación''. La opinión
es de David Brading, uno de los historiadores asistentes al encuentro académico
Nacionalismo mexicano, ayer y hoy, que concluyó el viernes.
En entrevista sobre el tema, el historiador inglés
señala que factores que en distintos momentos fueron medulares en
la conformación de la conciencia nacional ahora han perdido vigencia;
por ejemplo, la reivindicación del mestizaje, la economía
proteccionista, la defensa ante agresiones externas, la religión
y el movimiento agrario, entre otros.
''La migración, los tratados económicos
con Estados Unidos y en general la llamada globalización -que no
es más que la penetración capitalista- marcan un tiempo de
transición ante el cual México tiene que encontrar otros
modos de definir su nacionalismo''.
David
Brading es doctor en historia por el University College de Londres, especialista
en estudios latinoamericanos de la Universidad de Cambridge y autor de
libros como Octavio Paz y la poética de la historia mexicana
y La virgen de Guadalupe. Imagen y tradición.
Desde la perspectiva de Brading, la primera formulación
teórica del nacionalismo mexicano, propiamente dicho, la hizo Vicente
Riva Palacio, en un capítulo de su obra México a través
de los siglos. Hasta entonces, sólo se puede hablar de protonacionalismo.
El académico explica que durante la época
colonial la religión jugó un papel decisivo ''en la formación
de lo que se ha llamado el patriotismo criollo. La Nueva España
fue una sociedad de castas, entre las cuales la dominante estaba conformada
por los europeos y los criollos españoles. Ellos fueron lentamente
formando la conciencia de ser herederos de un pasado que no era europeo
y en ese proceso fue elegida la Virgen de Guadalupe como patrona del pueblo''.
Por eso -remarca el entrevistado- ''no es coincidencia
ni simple ocurrencia que Miguel Hidalgo la haya tomado como símbolo
del movimiento de independencia de 1810. Ya desde 1746 los obispados, ciudades,
ayuntamientos, reino, habían proclamado a la Guadalupana como su
patrona principal. Hidalgo, que por un lado era un clérigo muy instruido
y por otro estaba muy cerca del pueblo, conocía la fuerza de ese
símbolo". Sin embargo, entonces ''aún no se podía
hablar de una nación mexicana. En el siglo XVIII y principios del
XIX se les decía mexicanos a los antiguos habitantes de la región,
a los moradores de México-Tenochtitlán y a los pueblos indígenas
que hablaban lengua mexica. Cuando Hidalgo levanta al pueblo y empieza
la insurgencia, aún no se llamaba México a todo el territorio.
Fue muy lentamente que el nombre se fue adaptando para todo el país''.
Entre los principales ideólogos del movimiento
independentista estaban Carlos María de Bustamante y fray Servando
Teresa de Mier, cuyo concepto de nación rechazaba la conquista y
suponía el retorno al país que éramos antes de ello,
pero que en realidad no existía, ''era un concepto, con su apelación
al pasado indígena, pero surgido de la imaginación para justificar
la independencia''.
Era una idea ''muy rara'' porque tanto Teresa de Mier
como Bustamante ''eran muy católicos y guadalupanos, pero apelaban
a un pasado indígena y a la vez proponían una nación
republicana. Era una mezcla extraña de republicanismo, protonacionalismo
y catolicismo, con apelación al pasado indígena; una mezcla
que se va a quebrar cuando se da la lucha entre conservadores y liberales.
''Los conservadores reivindican su descendencia de los
españoles, mientras algunos liberales vuelven a insistir en el aspecto
indígena. Pero los intelectuales liberales clásicos -Mora,
Ocampo, Ramírez e inclusive Altamirano- lo que realmente quieren
es crear una nueva sociedad y están inspirados en la Revolución
Francesa y en los derechos humanos. Crean una constitución federal
y democrática que dice que la soberanía reside en el pueblo".
Pero según David Brading, ''realmente ni Juárez
ni sus colaboradores fueron nacionalistas, en tanto que formularan una
teoría al respecto, fueron más bien patriotas, en primer
lugar republicanos con aspiraciones demócratas, pero no tuvieron
un concepto sustancial que fuera creando la nación mexicana. Tuvieron
algunos apoyos populares, pero en general la población es mayormente
pasiva. Incluso Ignacio Ramírez dice: 'hemos hecho una república,
pero no tenemos ciudadanos'. La mayor parte de la población es rural,
vive aislada".
Para el historiador inglés es claro que la conciencia
nacional y la idea del nacionalismo sólo existía en parte
de la elite ilustrada, no en el pueblo.
Es hasta la revolución que se da "el florecimiento
de elementos de un verdadero nacionalismo mexicano", con su acento anticlerical.
Son tres sus ideólogos: Andrés Molina Enríquez, Manuel
Gamio y José Vasconcelos. Lo interesante -acota Brading- es que
los tres tenían ideas muy distintas, pero tenían en común
que sus propuestas no excluían a ningún sector de la población
por razones étnicas o de clase social, como sí ocurrió
durante el porfiriato".
Ahí se empezó a perfilar un concepto ''con
muchas contradicciones pero muy rico y original. Aunque detrás de
ese nacionalismo revolucionario también estaba el proyecto de un
Estado y de una clase política profundamente autoritaria".
Es el modelo que heredó y usufructuó el
PRI, el modelo que ya perdió fuerza y vigencia.
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