México D.F. Domingo 14 de septiembre de 2003
José Antonio Rojas Nieto
A confesión de parte, relevo de pruebas
Hemos fallado en asegurar que cada persona y cada familia ejerzan plenamente su derecho a una existencia conforme a su dignidad humana. Esta es una de las principales sentencias que pronunciara el pasado miércoles el presidente Fox al inaugurar la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún. Esa afirmación me llevó a leer con detenimiento su discurso. Hace muchos días que no lo hacía de esa manera. Me sorprendió más cuando aseguró la necesidad de una nueva estrategia económica de los países desarrollados en virtud de que "seguimos en un mundo marcado por la exclusión, que ha restringido el bienestar a unas cuantas naciones y en el que millones de personas viven en condiciones de miseria, mientras crece la dramática brecha entre países ricos y pobres". Más todavía cuando afirmó que la globalización no puede profundizar la desigualdad. En esa misma mañana -como lo dieron a conocer todos los medios de comunicación del mundo-, el surcoreano Lee Kyung Hae, representante de la Liga de Agricultores de Corea, se quitó la vida en protesta por las reglas impuestas por la OMC, contra el "círculo vicioso" creado por las grandes potencias, reseñó La Jornada. šDescanse en paz! šAh! Allí mismo el discurso presidencial solicitó "otorgar un espacio a los grupos que legítimamente defienden alternativas económicas diferentes''... y me quedé pensando sobre México.
Frente a esas palabras presidenciales, no se puede entender cómo es que la política impulsada por este gobierno no frena la profundización de la desigualdad. Y para ello no vale -de veras que no- esgrimir los apoyos asistenciales, por útiles y urgentes que resulten en un momento determinado. A decir de todos, el factor clave para frenar y revertir la desigualdad es el empleo. Y atrás de éste están -šqué dudarlo!- la educación y la salud.
En México cada día hay más personas desempleadas. Los nuevos empleos son insuficientes para atender a quienes demandan trabajo. Y la desesperanza se extiende y se profundiza, y se muestra de mil formas, algunas de ellas terribles, francamente terribles. Y observamos un nuevo tipo de desempleados. Ya no sólo los jóvenes que no alcanzan trabajo; o las personas de baja calificación o maduras que son expulsadas. No. Hoy se desemplea a personal altamente calificado y de mediana edad. Y con todo ello se ratifica la vigencia del regresivo mecanismo para disminuir costos de producción frente a un entorno económico complejo, competido y drásticamente retraído.
ƑQué hacer, entonces, con un discurso impecable frente a una lacerante realidad y una práctica gubernamental que no la enfrenta a fondo? Además de la severa retracción que experimenta el entorno económico internacional, las acciones impulsadas por el gobierno federal durante estos primeros tres años no dan posibilidad de dudar respecto al sombrío panorama que parece esperarles a quienes buscan empleo. Por ello es indudable la urgencia de una alternativa de reorientación eficaz de la marcha de la economía nacional. Parece obligado el diseño de nuevas estrategias económicas para el desarrollo que deberán incluir, sin duda, otras opciones de solución al dramático problema del desempleo. El más grave de todos, sin duda. El que niega toda dignidad a la persona.
Le quedan tres años a este gobierno. Los mismo que tiene frente a sí el actual Congreso. Lo menos que se puede pedir es que se intente pensar las cosas de distinta manera. El mismo Presidente parecía sugerirlo este miércoles en Cancún: que se haga un esfuerzo de reflexión autocrítica, que se evalúe una estrategia económica que si bien ha garantizado el tan pregonado bajo déficit, también ha logrado -acaso por ello mismo- la persistencia de un bajo nivel de vida para los mexicanos y uno de los mayores índices de desempleo de nuestra historia reciente. Un crecimiento del producto por debajo del crecimiento de la población siempre es mala noticia; una evolución del empleo por debajo de la evolución de las necesidades de trabajo de jóvenes que se incorporan al ejército laboral, o de hombres maduros y experimentados que han sido expulsados de sus puestos, también es mala noticia.
Nos urge una alternativa. A este gobierno le queda un poco de tiempo para formularla e implantarla. Y frente a ello el Congreso tiene una de las más delicadas responsabilidades de los años recientes. Algo deberían hacer en conjunto. No es posible que se profundice la desesperanza y se vivan sus efectos más desastrosos. šDe veras que no! [email protected]
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