México D.F. Domingo 14 de septiembre de 2003
CUMBRE DE CANCUN
Marcha sin violencia
En coreano, ayer lengua oficial de protestas, declaran
muerta a la OMC
LUIS HERNANDEZ NAVARRO Y FABIOLA MARTINEZ ENVIADOS
Sobre los escombros de tres vallas metálicas destruidas,
con mil 500 personas sentadas en silencio sobre el suelo mojado, dos coreanos
prenden fuego a un par de monigotes de cartón, tela y madera que
representan a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Cuando
el humo ha tomado el lugar de las llamas alguien saca una enorme bandera
estadunidense y la incendia también. La multitud se pone de pie
y estalla en júbilo.
Las vallas que separan a los altermundistas de
la Policía Federal Preventiva fueron derribadas. El movimiento ha
obtenido un triunfo simbólico. "Hemos ganado. Podemos decir con
convicción que la OMC morirá", asegura uno de los oradores
coreanos. Oficialmente la protesta del 13 de septiembre concluye.
El coreano como idioma oficial
A pesar de la participación sindical y de algunas
ONG, la marcha fue conducida por la memoria de Lee. El idioma oficial de
la movilización contra la OMC fue el coreano.
Y
es que, más que una sola iniciativa, la protesta "Contra la globalización
y la militarización" se convirtió en dos acciones distintas
con un mismo punto de partida y dos destinos diferentes. Una estuvo integrada
por pequeños contingentes sindicales que al llegar al kilómetro
cero efectuaron un mitin y se retiraron. Otra, compuesta por la delegación
coreana, integrantes de Vía Campesina y jóvenes pertenecientes
a grupos de acción directa, siguió hasta las vallas que separan
la zona hotelera de la ciudad con un solo objetivo: derrumbarlas.
Y el que un grupo disímbolo de fuerzas contestatarias
haya logrado coincidir en el alcance y los límites de la iniciativa
tiene una sola explicación: la enorme autoridad moral y política
que adquirió la delegación coreana ante los globalicríticos.
Ellos, junto al trabajo previo de Vía Campesina, hizo posible que
se produjera el milagro de que distintos grupos del Bloque Negro y fuerzas
del Bloque Blanco (promotores de la desobediencia civil que rechazan las
acciones de violencia selectiva) colaboraran en las labores de seguridad
y orden de la marcha, prácticamente sin fricciones. Logro, además,
el compromiso de no provocar enfrentamientos con la policía.
Fue por ello que esa convergencia de grupos de acción
tomó el control de las posiciones que rodean la valla, cuando alguien
hizo explotar una paloma y otro más prendió un soplete y
comenzó a tratar de romper las cadenas con las que la policía
sujetó el enrejado, antes de que el contingente llegara en su totalidad.
Uno de los integrantes del servicio de orden advirtió: "No se va
a aceptar ninguna provocación. No vamos a permitir que cinco estúpidos
provoquen violencia. No vamos a dejar que nadie venga aquí a armar
un desmadre. Venimos bien coordinados."
Minutos después un amplio cordón de mujeres,
entre las que se encontraban varias indígenas chiapanecas que fueron
aclamadas por la multitud con el grito de "EZLN", ocupó el lugar
de la avanzada y pasó a controlar las operaciones.
El señor Lee
Desde su inicio, la creatividad y la imaginación
fueron el sello de la marcha. Sus integrantes lo mismo dibujaron una pancarta
de la diosa maya de la luna -"guerrera invencible"- para destruir a la
OMC, que construyeron con cartón un símil de Chac, deidad
maya de la lluvia, de cuatro metros de altura, enojado "por la privatización
del agua", al que empujaron durante todo el trayecto.
En la retaguardia quedaron un conjunto de organizaciones
que originalmente debían marchar al frente: sindicales, ambientalistas,
indígenas, estudiantiles. Cerrando la protesta, se colocaron decenas
de representantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Para la
ocasión sacaron a pasear a esta ciudad sus mejores frases, aquellas
tantas veces dichas: "Fox, entiende, la patria no se vende... Aquí
se ve la fuerza del SME". Más adelante participaron algunos integrantes
de los Teamsters de Estados Unidos y un contingente del Frente Auténtico
del Trabajo (FAT) de México. Llegaron también pequeñas
comisiones de los trabajadores del Seguro Social, de la sección
18 de la CNTE y del Instituto Mexicano del Petróleo.
Los telefonistas, que habían anunciado la participación
de "tal vez mil 500 personas", provenientes de todo el sureste, casi brillaron
por su ausencia: sólo participaron unos cuantos de sus afiliados.
No importó que desde semanas antes anunciaran una y otra vez que
los enviados de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) -organización
a la que pertenecen- abultarían significativamente la presencia
gremial en Cancún. Tampoco importó que apenas ayer, el líder
de los telefonistas, Francisco Hernández Juárez, expresara
su malestar ante los participantes del Foro Sindical Internacional, porque
no bastaba con los análisis profundos para cambiar el estado de
las cosas. "Se requieren -dijo- acciones y movilizaciones concretas".
Como sea, la marcha fue concurrida y su tono festivo.
La banda de Seattle, International Noise Brigde, que mezcla música
de todo el mundo, ataviada con trajes grises con luminosas rayas naranja,
símil del uniforme de los trabajadores de limpia de aquella ciudad,
animó, incansable, la protesta. Los Desobedientes, también,
marcaron el ritmo con tambores y timbales. Les seguían, muy alegres,
con la intención de preservar "la resistencia pacífica",
una decena de grupos de igual número de causas. Ahí estaban
juntos los representantes de Resistencia Global; la Red Social para la
Educación Pública en América y los de Fian, organización
que promueve el derecho a la alimentación como parte fundamental
de los derechos humanos.
Un poco más adelante participaron en el festejo
Women's Environment Development Organization e integrantes del Partido
Verde de Italia y Estados Unidos, seguidos de tres jóvenes con largos
vestidos floreados, representando a la comunidad lésbico-gay.
Cerca de la mitad del contingente correspondió
a Vía Campesina. Allí estaban sus representantes de Uruguay,
Canadá, Haití, México, Sudáfrica, así
como los pequeños productores de Japón, Indonesia, Tailandia.
Ocupando un lugar central marcharon los coreanos, con sus chalecos beige
y un paliacate rojo amarrado a la muñeca del brazo derecho. Rodeándolos,
como parte de los servicios de orden, marchaba el Bloque Negro.
En la descubierta, decenas de carteles con la frase "¡OMC
mata campesinos. Lee no murió... la OMC lo mató!", fueron
enarbolados por los compañeros de Lee Kyung Hae. A tres días
de su muerte, su presencia se ha hecho tan fuerte que, muy probablemente,
Cancún estará siempre asociado a su nombre.
La radicalidad sudcoreana
En
el movimiento campesino sudcoreano existe una larga tradición de
lucha radical surgida de la movilización por una reforma agraria
profunda. La resistencia a la dictadura la alimentó. Con la sombra
de una exitosa distribución de la tierra en Corea del Norte, las
reformas rurales del sur buscaron atajar el fantasma del comunismo. El
reparto agrario dotó a pequeños agricultores de parcelas
que no superan las dos hectáreas, y estableció una política
de fomento con generosos precios de garantía para los productos
agrícolas. Los campesinos adquirieron un nivel de vida que equivalía,
en muchos casos, al de la clase media.
Muy probablemente es esta herencia de lucha radical la
que llevó a uno de sus dirigentes a afirmar: "Vemos que hay una
tradición cultural diferente entre las distintas organizaciones
que estamos reunidas en Cancún. Cuando nosotros decimos que vamos
a realizar acciones fuertes, eso significa acciones fuertes que pueden
tener como consecuencia arrestos y heridos."
La Ronda de Uruguay, que liberalizó los mercados
agrícolas, le dio un vuelco a esta situación. Acabó
con muchas de las subvenciones y obligó a abrir las fronteras, haciendo
imposible la sobrevivencia familiar con predios tan pequeños. Súbitamente
los agricultores vieron cómo su nivel de vida descendía al
que hoy tienen los campesinos mexicanos. Las quiebras, el abandono de las
parcelas y los suicidios de las cabezas de familia se volvieron una especie
de epidemia.
El rechazo a la OMC, entonces, no parte de consideraciones
ideológicas sino de una experiencia profunda. Sus políticas
están condenando a los campesinos a la desaparición. Por
eso se inmoló Lee. Por eso están hoy en Cancún luchando
como lo están haciendo.
Saber campesino vs tecnología Robocop
Dos mujeres del cordón que protege la valla se
trepan en ella. Con la ayuda de unas grandes tenazas cortan la malla metálica
y el alambre de púas. Al cabo de un rato son relevadas. "Somos como
hormigas", dice una de ellas.
La valla es un complejo de tres estructuras distintas
amarradas con grandes cadenas y refuerzos transversales. Varios bloques
de concreto en el piso dificultan su movimiento. Resulta imposible abrirla
a base de empujones, arietes o sopletes. Es la tecnología Robocop
de control de multitudes.
Mientras las mujeres siguen su labor, algunos coreanos
se abren paso entre la multitud. Jun Ki Hwan, integrante del Comité
de Planeación de la Liga Campesina de Corea, es su responsable.
A partir de ese momento él tomará el control de la obra.
Representa al saber campesino.
Cuando la malla está suficientemente rota la brigada
dirigida por Jun coloca dos gruesas cuerdas de lazo trenzado en la parte
superior de la reja. Dando instrucciones con un silbato y haciendo señas
con las manos dirige a quienes tiran de los mecates. Son coreanos y jóvenes
de muchas nacionalidades quienes jalan hacia atrás. Inician una
larga batalla para hacerle un boquete al retén. Una batalla que
duró más de una hora y requirió de modificar la colocación
de las cuerdas. Una batalla animada de vez en vez por consignas a favor
del EZLN. Una batalla que necesitó de cinco jalones colectivos,
alentados con los tambores rituales, para que pudieran alcanzar su cometido.
Porque fue al quinto tirón que la malla fue desprendiéndose
lentamente. Sus fierros se retorcían como si fueran seres con vida
propia atravesados por un inmenso dolor en una batalla entre la vida y
la muerte. Y cuando no pudo resistir más y cedió a la combinación
de saberes campesinos y unidad de acción, la plaza pública
se convirtió en un gran festejo. Gritaron y festejaron los campesinos
con los darketos, asiáticos con indígenas. Completamente
desprendida de sus cimientos y arrinconada a un costado del camino principal,
la estructura de metal fue víctima de la ira y la rabia de muchos
manifestantes, que la patearon y golpearon con palos.
Comenzó entonces un nuevo homenaje a Lee. Uno más,
después del homenaje del derrumbe de la valla. "No vamos a dejar
que esta muerte sea en vano. Sacrificó su vida para acabar con la
OMC y para lograr la organización de los pueblos", dijeron sus compañeros,
mientras la multitud gritaba Lee, Lee, Lee. Con la audiencia sentada sobre
un piso mojado, distintos oradores, en su mayoría coreanos, tomaron
la palabra. Algunas mujeres reclamaban que no hablaran mujeres, y consiguieron
que cerca del final una mexicana y una africana hicieran uso de la palabra.
El mensaje que se escuchó a través de las distintas voces
fue el mismo: "Si fuimos capaces de derrumbar las barreras de la OMC seremos
capaces de derrumbar la institución de la OMC. Con el poder de los
pueblos podremos destruir a la OMC y al neoliberalismo."
Al concluir los discursos se dio paso a la quema de los
Judas-OMC. Cuando terminaron de arder junto a la bandera de las barras
y las estrellas la multitud volvió a estallar en júbilo.
Otra vez la fiesta. Cientos de crisantemos fueron repartidos entre los
manifestantes. De pie, con el brazo y las flores en alto, se dibujó
un enorme arreglo floral colectivo. Los coreanos comenzaron a regalar sus
sombreros a sus jóvenes protectores. Más abrazos. Con tambores
y música de banda la protesta se convirtió en fiesta.
¿Ideología?
Mientras
la multitud regresaba al kilómetro cero, algunas gentes buscaron
el enfrentamiento con la policía. El momento de mayor júbilo
se convirtió en el de mayor riesgo. Alguien aventó repentinamente
una cubeta con 20 kilos de mierda a la policía que había
pasado a ocupar el lugar de la valla. Los uniformados avanzaron. El pánico
se adueñó de algunos manifestantes.
Llegó el momento del forcejeo entre los jóvenes
que llamaban a regresar al kilómetro cero y quienes querían
enfrentarse con la policía. Descompuestos, algunos militantes de
un grupo local de Cancún comenzaron a acusar a todos los demás
de vendidos y de haber negociado el movimiento. "Nos hicieron distraernos".
Uno de los chavos le respondió: "Si te quieres dar en la madre con
la tira, pues dátela cuando la gente se haya ido". Sin mucho tacto,
su adversario le respondió que "preferimos la muerte, pero no solos."
Las acusaciones se precipitaron en cascada: la peor de
todas se repitió insistentemente: pequeñoburgueses. "Ustedes
sí tienen futuro. Están defendiendo a la policía.
Los indígenas y los campesinos no están aquí", señalaron
quienes querían enfrentarse con la fuerza pública. En respuesta,
no faltó quien asegurara que el grupo que hacía tan severas
denuncias estaba relacionado con el gobernador de Quintana Roo, perteneciente
al PRI, y que estaba interesado en crearle problemas al alcalde de Cancún,
militante del Partido Verde.
Poco a poco, los manifestantes regresaron al campamento
de los coreanos. En uno de los restos de las vallas quedaron las cenizas
de los monigotes que representaban a la OMC. A uno de ellos le había
sobrevivido, como si fuera una película de terror de Hollywood,
la cabeza.
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