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México D.F. Domingo 14 de septiembre de 2003
Guillermo Almeyra
Kirchner y el FMI
El gobierno argentino se negó a pagar al Fondo
Monetario Internacional (FMI) en la fecha establecida 2 mil 900 millones
de dólares del servicio de la deuda exterior (en la deuda con los
tenedores de bonos del Estado la cesación de pagos viene desde 2001),
pero la amenaza del mayor incumplimiento en la historia de ese organismo
obligó a éste a modificar sus pretensiones y permitió
al gobierno conseguir un pago menos desfavorable para la Argentina (ya
que el FMI pretendía imponer nada menos que un aumento de las tarifas
de los servicios públicos, privatizados y en manos de empresas extranjeras,
un aumento del superávit fiscal para asegurar mejor el pago de la
deuda externa y medidas de restructuración del Estado). Sin el FMI,
el país sin embargo empezó a salir del hondo pozo donde la
política neoliberal, promocionada y exigida por aquél, lo
había hundido. Inclusive este año el crecimiento del producto
interno bruto podría llegar a 5.5 por ciento, lo cual no es poco,
pero debe ser relativizado al tener en cuenta la terrible caída
que lo había llevado al nivel de 1970. Las reservas monetarias crecieron
notablemente (entre otras cosas porque, con la crisis, disminuyeron las
importaciones), la inflación es baja para Argentina, hay reanimación
del turismo, de la construcción, del comercio mayorista y las colas
de los candidatos a emigrar descendientes de europeos ante las embajadas
extranjeras ya no se ven, lo cual indica una cierta recuperación
de la esperanza en el futuro nacional. El enfermo sigue grave, pero no
está ya moribundo.
Eso plantea qué hacer frente al buitre -el FMI
y el capital financiero internacional- posado en su cabecera y que no quiere
perder su presa. La ultraizquierda vocifera que el presidente Néstor
Kirchner, como antes su predecesor Eduardo Duhalde, dice que no pagará,
pero sólo para consumo interno, y que después pagará
puntualmente cada libra de carne que le exige el Shylock financiero. Otros,
más sensatos, ven que los gestos demostrativos y los símbolos
tienen enorme importancia política. Y deducen que la resistencia
a pagar cuando le exigen y a hacer lo que le ordenan tiene dos objetivos:
principalmente crearse una sólida base popular que le permita eventualmente
resistir las presiones internacionales y, segundo, diciendo que no pagará
a costa del hambre de los argentinos (y no que no pagará nada),
negociar desde una mejor posición de fuerzas porque el default
es peligroso para el FMI y puede darles un ejemplo a muchos otros países
que transitan por la vía argentina al subdesarrollo y a la miseria.
¿Cuáles serían las ventajas y los
inconvenientes de hacer, por ejemplo, lo que hicieron los revolucionarios
rusos al derribar al zarismo o los chinos que expulsaron a Chiang Kai Chek
a la isla de Formosa y desconocieron las deudas y los compromisos anteriores
porque no habían sido asumidos por la nación, sino por la
tiranía que la oprimía? La cesación de pagos real
cerraría para empezar las negociaciones con el FMI para conseguir
nuevos préstamos y reduciría al mínimo el monto de
las inversiones extranjeras directas en Argentina. Si la sangre llegase
al río, por vía judicial se podría lograr el embargo
de los barcos y aviones argentinos y de los bienes argentinos en el exterior
e incluso, en condiciones extremas, de las exportaciones. Pero, de todos
modos, la "ayuda" del FMI equivale a la ayuda de quien le tira a alguien
que se ahoga un salvavidas de plomo, porque aumenta la deuda, y con ésta
el servicio de la misma y, por consiguiente, la necesidad de nuevos préstamos
para pagar préstamos. Además, buena parte de los fondos argentinos
en el exterior (que ascienden a casi 100 mil millones de dólares,
equivalentes a dos tercios de la deuda externa) han sido exportados ilegalmente
por capitalistas nativos o empresas radicadas en Argentina. Por último,
las exportaciones argentinas tienen un fuerte componente trasnacional,
pues son empresas extranjeras las que exportan petróleo o automóviles
y maquinarias, y buena parte de los exportadores de granos y oleaginosas
son también trasnacionales. De modo que a éstas y al capital
financiero le habría podido salir el tiro por la culata si Argentina
fuese obligada a la cesación de pagos, no sólo porque el
ejemplo sangriento que pretenderían dar al mundo les resultaría
dañino, sino también porque Argentina es un país importante
en la economía latinoamericana y un cambio radical en ella tendría
indudables repercusiones sobre la economía brasileña en dificultades
y sobre toda la región (Paraguay, Uruguay, Bolivia, Chile) que tiene
fuertes lazos económicos y políticos con Argentina. Si el
capital internacional pusiese contra la pared al gobierno de Kirchner,
éste podría, por último, comenzar a hacer lo que hasta
ahora ha evitado, es decir, tocar los intereses de las empresas extranjeras
y hasta lanzarse contra la oligarquía terrateniente, que es la fuente
de las divisas y del poder burgués en el país. Por eso el
FMI y George W. Bush se ven obligados a negociar. Kirchner está
lejos de ser un radical (ha permitido, por ejemplo, las maniobras militares
estadunidenses en Argentina) pero los nacionalistas acosados a veces prefieren
contragolpear porque es más decente caer peleando, si hay que caer,
que ser utilizados por Washington como trapeador.
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