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México D.F. Viernes 12 de septiembre de 2003
FORO DE LA CINETECA
Carlos Bonfil
Las mujeres verdaderas tienen curvas
Recelo matriarcal
Propuesta para revertir un estereotipo
FAT IS BEAUTIFUL, gordura es hermosura. La protagonista
de la comedia Las mujeres verdaderas tienen curvas (Real women
have curves), de la colombiana Patricia Cardoso, no tiene problemas
de peso particularmente serios: no es obesa, tampoco bulímica ni
asiste a grupos de autoayuda de comelones compulsivos. Simplemente no se
ajusta a los estereotipos de belleza femenina que maneja la publicidad
en los medios, y mucho menos a las expectativas de una madre posesiva,
llena de aprensiones, para quien una figura esbelta es la mejor recomendación
para un matrimonio. La acción transcurre en el barrio este de Los
Angeles, en el seno de una familia chicana de clase media, cuyos modestos
ingresos dependen de un taller de costura, y que no tiene la posibilidad
de procurar a sus hijos una educación superior. En esta familia
tradicional reinan la resignación, el culto a la virginidad, las
buenas costumbres y el recelo matriarcal ante cualquier posibilidad de
cambio.
LA
PERSPECTIVA DE que la joven Ana (América Ferrera) pueda obtener
una beca completa para la Universidad de Columbia en Nueva York, y lograr
así cierta emancipación del medio familiar y de las agobiantes
faenas laborales, despierta una violenta reacción en la madre, Carmen
(Lupe Ontiveros), en la que se confunden frustración personal, baja
autoestima y una buena dosis de envidia, todo ello disimulado como preocupación
materna (''Yo tuve que trabajar desde los 13 años, ahora es su turno").
RETOMANDO EL TONO festivo de una comedia de éxito,
Casarse está en griego (My big fat Greek wedding),
con sus toques de melodrama familiar y costumbrismo pintoresco, la cinta
de Cardoso busca revertir el estereotipo de la mujer latina en Estados
Unidos, complaciente y resignada, temerosa de Dios y atenta a la voluntad
paterna, para diseñar el perfil de una mujer inteligente y sensual,
relativamente emancipada, que resiste vigorosamente a los empeños
de una madre acomplejada que pretende transmitirle sus propios miedos e
inseguridades.
LA CINTA SE basa en una obra de teatro de Josefina López,
también coguionista, presentada con éxito en 1990 en un escenario
latino en San Francisco. Su paso a la pantalla grande no revela mayores
sorpresas. El pretendido tono de reivindicación feminista rápidamente
se disuelve en las complacencias humorísticas de un guión
sin densidad ni fuerza, en búsqueda siempre afanosa de frescura.
Una secuencia clave como el ''liberador" Full Monty femenino en
el caluroso taller de costura, tiene como contrapunto la mirada sentimental
al hogar que la joven Ana tarde o temprano tendrá que abandonar.
Y el tono dominante es el de una serie televisiva de desencuentros familiares
con desenlace optimista.
Como señala un comentarista de un diario californiano:
''La película de Patricia Cardoso tiene tanta complejidad como el
flan que la madre le prohíbe comer a su hija". Algunas situaciones
muestran mayor eficacia, pero esto se debe esencialmente al talento de
Ontiveros (toda una figura en el cine chicano, y protagonista memorable
en Chuck and Buck, de Miguel Arteta). Su personaje, madre ya madura,
presume de una improbable preñez, cuando en realidad sólo
tiene síntomas de menopausia. Su hija le pregunta irónica:
''¿No serán sólo gases?" En el registro dramático
la propuesta no alcanza mayores alturas. Una cinta a medio camino de sus
intenciones, destinada a ser un éxito de temporada, y sin gran presencia
en este foro, su inesperado puente hacia la cartelera comercial.
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