México D.F. Viernes 12 de septiembre de 2003
11-S: SEGUNDO ANIVERSARIO
Los atentados dieron a neoconservadores los argumentos
para promover la guerra
Recurre el Pentágono a viejas doctrinas para
vencer a la resistencia iraquí
Los problemas con la ocupación generan dudas
sobre la política exterior estadunidense
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 11 de septiembre. Hace
poco el Pentágono organizó una presentación de la
película clásica La batalla de Argel para algunos
de sus oficiales; la idea era que se podrían detectar algunos paralelos
con la situación que enfrenta Washington en su ocupación
militar de Irak, las dificultades de combatir a la guerrilla y los problemas
de largo plazo provocados por brutales campañas de pacificación.
"Cómo ganar la batalla contra el terrorismo y perder
la guerra de ideas", se leía en el volante que sirvió de
invitación a los oficiales del Pentágono a la película
sobre la brutal campaña de represión francesa contra el Frente
de Liberación Nacional de Argelia. "Niños disparan contra
soldados a quemarropa. Mujeres plantan bombas en cafés. Pronto la
población árabe entera se agita en un fervor enloquecido.
¿Te suena? Los franceses tenían un plan. Ganan tácticamente,
pero fracasan estratégicamente. Para entender por qué, ven
a una muestra poco común de esta película".
El hecho de que se proyecte esta película en el
Pentágono sugiere que la guerra en Irak no avanza particularmente
bien y los problemas con la ocupación provocan dudas sobre la visión
y estrategia de la política exterior aun entre la propia cúpula
en la capital.
Esta semana, el jefe del estado mayor reconoció
que la ocupación militar duraría más, costaría
más, y probablemente provocaría más muertes de estadunidenses
que lo previsto. Unas cuantas horas después, el vocero de la Casa
Blanca se vio obligado a reafirmar que el presidente mantiene su confianza
en el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en medio de rumores de su
posible renuncia. Fuentes del Pentágono dicen que algunos de los
asesores de Rumsfeld pronto podrían encontrarse desempleados.
La
justificación para la invasión de Irak ha cambiado en semanas
recientes, pasando de la eliminación de armas de destrucción
masiva (particularmente con el hecho de que no ha encontrado ninguna),
a la de derrocar a un dictador brutal, responsable de asesinatos masivos
y tortura brutal.
Pero los fracasos militares en Irak están provocando
que algunos políticos en casa pregunten nuevamente por qué
se involucró Estados Unidos en Irak y con ello se ha intensificado
el debate sobre la doctrina estratégica de guerra preventiva que
está detrás de la aventura bélica contra el país
petrolero.
Este debate ha cambiado con cada nueva explicación
de la guerra en el Golfo Pérsico durante los meses recientes. Hace
ocho meses el secretario de Estado, Colin Powell, presentó ante
la Organización de Naciones Unidas lo que dijo era un "grueso archivo
de inteligencia", demostrando los peligros que representaban las armas
de destrucción masiva en Irak. Pero como aún no se ha encontrado
una sola, en julio el secretario de Defensa Donald Rumsfeld reconoció
que su gobierno no contaba con "nuevas pruebas dramáticas" que,
en su momento, los hizo concluir que era necesaria esta invasión.
"Actuamos porque vimos las pruebas existentes en una nueva luz bajo el
prisma de nuestra experiencia del 11 de septiembre", dijo Rumsfeld ante
el Congreso.
Pero aun eso no es toda la verdad. "El día que
tomó posesión Bush como presidente -el 21 de enero de 2001-
su equipo llegó al Pentágono con planes para una invasión
de Irak", divulgó un oficial del Pentágono el año
pasado. La verdad es que el vicepresidente y varios de los altos funcionarios
nombrados para el Pentágono por el presidente Bush habían
abogado por una acción militar contra Irak como elemento de una
doctrina estratégica de hegemonía global desde por lo menos
1992.
Paul Wolfowitz y Douglas Feith, altos funcionarios de
la Defensa estadunidense, son miembros de una agrupación de neoconservadores
que, junto con varios funcionarios y estrategas del equipo del vicepresidente
Dick Cheney, ayudaron a preparar un borrador de la Doctrina de Seguridad
Nacional, proponiendo la acción preventiva de Estados Unidos y el
mantenimiento de la superioridad militar absoluta, en los últimos
días de la presidencia de Bush padre.
Este mismo grupo organizó varias campañas
de cabildeo en los años 90 para presionar al gobierno de Bill Clinton
a lanzar una ofensiva militar contra Saddam Hussein. Pero se quedaron frustrados
hasta que los atentados del 11 de septiembre les regalaron tanto los argumentos
como la voluntad política para promover la guerra.
Sólo unos días después de que cayeron
las Torres Gemelas en Nueva York, el famoso periodista Bob Woodward, del
Washington Post, reportó que los funcionarios del Pentágono
ya desarrollaban sus planes para un ataque contra Irak. También
actualizaron el borrador de la doctrina estratégica de 1992, cuya
nueva versión fue formalmente presentada el 17 de septiembre de
2002 como "la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos".
Esta "nueva" estrategia describe un mundo en donde Estados
Unidos es, y continuará buscando ser, el poder militar dominante.
"Nuestras fuerzas serán suficientemente fuertes como para disuadir
a potenciales adversarios de buscar un incremento militar a la espera de
sobrepasar, o igualar, el poder de Estados Unidos", declaró Bush
en este documento. También afirmó el derecho a la acción
preventiva para destruir toda fuerza que pudiera representar una amenaza
futura a la seguridad de Estados Unidos.
De hecho, Estados Unidos notificó al mundo su disposición
de trabajar para cambiar gobiernos y destruir enemigos aun si estos no
representaban una amenaza inmediata a su seguridad. Dentro de esta lógica,
el argumento racional de largo plazo para derrocar a Hussein no fueron
sus supuestas armas de destrucción masiva, sino el intento de "estabilizar"
Medio Oriente y resolver el conflicto entre Israel y Palestina eliminando
a uno de los regímenes que habían otorgado apoyo a los atacantes
suicidas palestinos en el pasado.
Siria e Irán también han sido advertidos
de que deben cesar este apoyo o sufrir consecuencias similares. En efecto,
Wolfowitz y sus colegas neoconservadores argumentan que nunca podrá
haber paz en el Levante hasta que se resuelva el conflicto palestino-israelí,
y que ese enfrentamiento no será resuelto hasta que las fuerzas
externas que brindan apoyo financiero a Hamas y a otros grupos radicales
sean obligados a suspenderlo.
Aunque hay cierta lógica en esta doctrina, como
ilustra el caso de Irak, los estrategas estadunidenses continúan
subestimando la importancia de la resistencia popular nacionalista. Es
poco probable que acabar con el apoyo externo a los "radicales" palestinos
detendrá sus actos de resistencia, al menos de que esto sea acompañado
con un acuerdo justo que ceda a los palestinos su derecho de vivir y trabajar
en su propio país.
Esta parece ser el mismo error fundamental de cálculo
en Irak. Derrocar al régimen de Saddam Hussein, argumentó
Washington, abriría un espacio para cultivar la democracia en ese
país, y la mayoría daría una magna bienvenida a sus
"libertadores" estadunidenses. Insistían en que podría tardar
unos cuantos meses para limpiar a ese país de los escombros del
régimen de Hussein, pero al final se establecería un modelo
para toda la región.
La decisión de algunos del Pentágono de
exhibir la Batalla de Argel sugiere tal vez que algunos están
empezando a cuestionar esta lógica. El Directorio de Operaciones
Especiales y Conflictos de Baja Intensidad, la unidad que organizó
la proyección de esta película, informó que la discusión
que se produjo después fue animada y que hay planes para exhibirla
unas cuantas veces más. Claro, los franceses tuvieron éxito
en su campaña de corto plazo para suprimir a los argelinos. Pero
al final, los argelinos ganaron la guerra.
|