México D.F. Viernes 12 de septiembre de 2003
Putin no tiene muchas opciones, estiman analistas
Moscú evalúa su apoyo al plan de Washington en el Consejo de Seguridad
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 11 de septiembre. Consciente de que Estados Unidos se adentra cada día más en el pantano posbélico de Irak, Rusia adopta una actitud "constructiva" hacia la nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que necesita Washington para endosar a la comunidad internacional parte de la riesgosa misión de enfrentar la respuesta violenta de los iraquíes descontentos con la ocupación de su país.
Con la consigna de sacar el máximo provecho al eventual apoyo de Rusia, el ministro de Relaciones Exteriores, Igor Ivanov, acudirá a la "reunión informal" con sus cuatro colegas de los restantes países con asiento permanente en el consejo, convocada para este sábado en Ginebra por el secretario general del organismo mundial, Kofi Annan.
La cita en la ciudad suiza obedece a las presiones de Estados Unidos para conseguir que las potencias que tienen derecho a veto acepten un acuerdo de resolución del consejo que, superada esta instancia previa, cuente con el mayor consenso internacional respecto al punto más controvertido de su proyecto para el futuro de Irak en el corto y mediano plazos: establecer ahí una fuerza multinacional bajo mando estadunidense.
Francia y Alemania -este último sin posibilidad de vetar- rechazaron al comienzo este planteamiento y ahora, tras emitir varias señales de flexibilidad, están dispuestos a negociar un texto.
Rusia se mantuvo de alguna manera a la expectativa, guardando distancias tanto de la posición crítica franco-alemana como de la urgencia estadunidense por involucrar más a la ONU, hasta que ayer los cancilleres Ivanov y Colin Powell sostuvieron una conversación "muy productiva", a decir del vocero del Departamento de Estado.
Es claro que si la reunión de Ginebra termina sin acuerdo, no será Rusia la que rompa el consenso exigido para la resolución por Estados Unidos, que quisiera tener ya lista en los próximos días, de preferencia antes de que comience el periodo en turno de sesiones de la Asamblea General de la ONU.
El respaldo de Rusia a ese documento -no es difícil anticiparlo- será la carta principal que llevará el presidente Vladimir Putin al rancho de su "amigo George", cuando dentro de unas semanas devuelva la visita que realizó a San Petersburgo, en junio pasado, el mandatario estadunidense.
Mucho se especula aquí qué puede pedir Moscú a cambio de no estropear la unanimidad que busca Washington para la creación de una fuerza multinacional, aunque se descarta que el Kremlin envíe soldados rusos bajo mando estadunidense, a menos que quiera hacer ese regalo a la oposición a tres meses de las elecciones para renovar la Duma o Cámara baja del Parlamento local.
La mayoría de los expertos coinciden en que Putin no tiene muchas opciones a la hora de condicionar su apoyo a Bush, pero tampoco excluyen que llegue a plantear una suerte de trueque, que incluiría una actitud menos hostil de Estados Unidos hacia el gran negocio que representa para Rusia desarrollar proyectos de energía nuclear en Irán.
Se dice que Moscú, para guardar las formas, incluso está dispuesto a suscribir el borrador de resolución de la OIEA (Organización Internacional de la Energía Atómica, dependiente de la ONU) que exige a Teherán someter, antes del próximo 31 de octubre, sus programas atómicos a un mayor control internacional, que aclare las sospechas sobre el uso militar que alega Washington.
Paralelamente, con estricto apego al lenguaje de la diplomacia, cuya eficacia se mide al momento de finiquitar las componendas a puerta cerrada, el canciller Ivanov reiteró hoy en Belgrado que Rusia espera que la resolución sobre el futuro de Irak recoja los principios que ha defendido durante el debate en el Consejo de Seguridad.
De entrada, es difícil que se cumpla lo que hasta hace unos días era, para Rusia, una condición ineludible: que la fuerza multinacional se constituya sólo cuando Bagdad tenga un gobierno "representativo e internacionalmente reconocido", salvo que comience a considerarse como tal la administración que encabeza el estadunidense Paul Bremer.
En realidad, más allá de lo que diga o deje de decir, Rusia no puede negar una verdadera preocupación por la perspectiva de que Irak continúe sumido en el caos.
El embajador ruso en la ONU, Serguei Lavrov, acaba de advertir: "Si la situación empeora (en Irak), va a estallar toda la región. Está en juego el futuro de muchos regímenes. Está en juego la seguridad de la zona más rica en petróleo".
Por otro lado, el deterioro de la situación en el país árabe ocupado permite a Rusia argumentar que un Irak devastado y cada vez más anárquico es una amenaza para todos, lo que en la práctica deriva en un claro intento de hacer borrón y cuenta nueva del contexto en que se produjo la invasión estadunidense.
"Ahora nadie tiene ganas de reanudar la polémica de si había fundamento o no para comenzar la guerra, de si hay allá armas de exterminio masivo o no. Son cuestiones que representan interés ya sólo para los historiadores", resumió así Lavrov la línea que está recibiendo del Kremlin.
Estados Unidos, no cabe duda, sabrá agradecer el pragmatismo de Rusia, sobre todo ahora que pareciera no tener otra prioridad que conseguir que la comunidad internacional sancione, por medio del Consejo de Seguridad de la ONU, que soldados de otros países compartan, con los militares estadunidenses, el horror (el honor, dice Bush) de morir en Irak.
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