México D.F. Jueves 11 de septiembre de 2003
Martí Batres Guadarrama
Salvador Allende, el precursor
La conmemoración de los 30 años del golpe militar contra Salvador Allende tiene, obvio es decirlo, una fuerte carga de nostalgia y de dolor. Se suceden en el estado de ánimo las sensaciones de euforia por el triunfo socialista en Chile de l970 y las grandes gestas de aquellos días, con la pesadumbre, la frustración y el genocidio perpetrado por el régimen de Pinochet a partir de 1973.
Más allá del recuerdo y el sentimiento, sin embargo, la conmemoración es motivo de reflexión para la evaluación y para la definición de futuro. El episodio chileno no es simplemente una página emblemática en la historia de las luchas de los pueblos de América Latina. Tampoco es lisa y llanamente parte del "pasado de la izquierda". Tiene, antes bien, un caudal amplio de conceptos y enseñanzas que se adelantan a las discusiones de nuestros días y a la materialización del ideal más avanzado de la humanidad de nuestro tiempo: la democracia con equidad social.
Allende gobernó Chile tres años. Pero todo lo que sucedió en aquellos días fue tan intenso, tan rápido, tan inmediato, que a la luz del tiempo pareciera haber gobernado durante mucho más tiempo. El suyo no fue un gobierno socialista sólo de nombre, como muchos de los que hemos conocido, cuyas cabezas llegan al gobierno con plataformas de izquierda y realizan su gestión con programas de derecha.
Allende llegó al gobierno (que no al poder) con un programa de transformaciones sociales, que puso en marcha desde luego. Puso la economía bajo la dirección del Estado chileno, nacionalizó el cobre, estableció programas alimentarios para todos los niños, alentó la reorganización de trabajadores, abrió un nuevo horizonte para las universidades, repartió tierra a los campesinos, en fin, llegó por la vía electoral al gobierno, y desde el gobierno comenzó a hacer una revolución social.
En ese lapso histórico, tan breve como fructífero, al mismo tiempo que se realizaban reformas sociales para buscar el anhelo de la igualdad social se respetaban las libertades democráticas, se mantenían las instituciones de la democracia política, tales como: elecciones libres, pluripartidismo, libertad de expresión y de manifestación, entre otras.
El gobierno de la Unidad Popular trabajó en medio de la crítica feroz de la prensa opositora y vio pasar debajo de los balcones incesantes manifestaciones de las señoras de la clase media de derecha que acuñaron con sus actos el concepto de cacerolismo. Con todo y oposición, crítica, manifestaciones y hasta desestabilizaciones, el proyecto de los socialistas chilenos triunfó en la conciencia popular, pasando de una votación de 36 por ciento en 1970 a una de 44 por ciento en 1973.
Al contrario de lo que algunos piensan, el proyecto fue exitoso. Lo fue tanto y tan rápido que el gobierno de Estados Unidos se asustó. Allende demostró que su proyecto socialista era compatible con la democracia. Los estadunidenses demostraron, por el contrario, que sólo respetaban el voto, las elecciones, la democracia, si mediante éstas ganaba la derecha.
Con el voto llegó Salvador Allende al gobierno. Con la bota militar se inició el primer ensayo neoliberal en Latinoamérica. No lo olvidemos: el neoliberalismo no entró a nuestras naciones por la puerta de la democracia, sino de la dictadura. Con ello, en la mayoría de los países latinoamericanos se conjugó lo peor de la política con lo peor de la economía: autoritarismo y pobreza, ausencia de libertades y enorme desigualdad social.
Durante largas décadas parecía ofrecerse a los pueblos del mundo, especialmente a los pobres del planeta, alcanzar el bienestar social a cambio de sacrificar sus libertades individuales. Se llegaba a decir incluso que la democracia era burguesa y que reñía con la igualdad social. Recientemente se ha avanzado más en la democracia de nuestros países. Cayeron Pinochet en Chile, el PRI en México y el PCUS en Rusia. Sin embargo, ahora hay más desigualdad social. Pareciera que ahora la oferta es obtener democracia y libertades a cambio de sacrificar el Estado de bienestar social.
En América Latina nunca estuvo tan cerca la unidad de la democracia y de la equidad social. Ese es nuestro reto actual, es el sueño de nuestros días: construir un Estado de bienestar social que sea simultáneamente también un Estado democrático y de derecho. Equidad social y democracia política. Beneficios colectivos y libertades individuales. Igualdad y diversidad. Como decían los españoles: socialismo y libertad. Ese es el gran triunfo moral, histórico e ideológico de Salvador Allende, y es la ruta a seguir.
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