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México D.F. Miércoles 10 de septiembre de 2003

Mañana se cumple el centenario natal del autor de Dialéctica de la Ilustración

La trascendencia de Adorno va más allá de ser el padre de la teoría crítica

El filósofo se erigió en instancia moral y aguijón intelectual de la Alemania posnazi

Condenaba la industrialización de la cultura, pero amaba el tango

DPA

Francfort, 9 de septiembre. Reducir la dimensión del pensamiento del filósofo Theodor W. Adorno a considerarlo uno de los padres de la teoría crítica lanzada desde el mítico Instituto de Investigación Social de Francfort, es cometer una gran injusticia y reconocer torpeza intelectual.

adorno5_okAl cumplirse el centenario del nacimiento de Adorno (Francfort, 11 de septiembre de 1903 y muerto en Brig, Suiza, en 1969), se le vuelve a recordar en su dimensión integral: como filósofo, sociólogo, crítico, docente, brillante orador, inclusive como compositor musical, aparte de rescatarlo como instancia moral y aguijón intelectual de la traumatizada Alemania de la posguerra y el posnazismo.

La producción científica de Adorno no es apta para ser subsumida en un solo denominador común, para encasillar su pensamiento imprimiéndole un sello único, porque lo que aportó no se agota en lo escrito en sus tres obras fundamentales: Dialéctica de la Ilustración (editada junto a Max Horkheimer, en 1947); Mínima moralia, reflexiones desde la vida dañada (1951) y Dialéctica negativa (1966).

Tal vez por esa dificultad de aproximarse a la complejidad de la obra de Adorno, es que en el acercamiento a su persona en los libros que las editoriales alemanes editaron para festejar el centenario, el foco se haya centrado en los detalles de su vida privada y sus contradicciones. Como la de destacar ahora que a pesar de condenar la industrialización de la cultura, amaba el tango, o que se ofuscaba si se le molestaba al ver la serie televisiva Daktari.

El círculo de la barbarie

''La fuerza analítica del pensamiento negativo", como lo definió el filósofo y alumno en Francfort Herbert Marcuse, es una de las aristas para acercarse a ''ese genio" de Adorno, manifiesta el pensador Thomas Assheuer.

''No existe ninguna vida justa en medio de la falsa" es una de las frases de Adorno más citadas, por programática, escrita en Mínima moralia, reflexiones desde la vida dañada, obra convertida y su libro más leído, surgido en el exilio en Estados Unidos, adonde huyó de la persecución del régimen nacionalsocialista.

Pensador llegado del marxismo, Adorno ve en el ser humano una figura determinada por las estructuras autoritarias de la sociedad, pero, en un paso que va mucho más allá que sus precursores, considera que este dominio lleva a la ''no identidad" del hombre.

El hombre viene de la barbarie y vuelve a ella, la historia no evoluciona de lo salvaje a la humanidad, pero sí ''de la honda a la megabomba", expresa Adorno en Dialéctica negativa.

Efectos de un fatídico presagio

Los dirigentes estudiantiles de la rebelión del 68, en Alemania y en Francia, intentaron plasmar sus enseñanzas revolucionarias en la realidad, pero él mismo condenó la ''violencia estúpida" de la calle, para él, una confirmación de lo que criticaba. El icono del pensamiento rebelde fue condenado por el propio movimiento de protesta por ''su cobardía y tibieza" a la hora de las definiciones.

En Dialéctica de la Ilustración, Adorno, junto a Horkheimer, rompen con la ilusión de los iluminados, que creen en el avance moral, ético y la razón del ser humano. Para Adorno, ''la Ilustración se vuelca hacia el mito, se comporta hacia las cosas como el dictador al ser humano". "El mundo es un sistema del horror", esa es la síntesis de la obra.

En esta visión, forjada a partir del pensamiento negativo, la experiencia de la barbarie nazi y el exterminio del ser humano en los campos de concentración, Adorno llega a sentenciar: ''Escribir poesía después de Auschwitz es algo bárbaro".

Esta frase es sintomática para la influencia moral que ejerció Adorno en la intelectualidad revisionista y conservadora de su país. Así, el posterior premio Nobel de la Literatura, Günter Grass, lo relató, años después, en el libro Mi siglo, cuando reconocía que a su generación ''se le interponía como prohibición" esa frase de Adorno, ''como censura y ruptura irreparable de la historia de la civilización".

''El fatídico presagio de Adorno ha tenido efectos hasta hoy. Contra él tropezaron los autores de mi generación", reconoce Grass.

Pero, como recuerda Assheuer, a pesar de la negación del positivismo, Adorno advertía acerca de ''convertir el pensamiento negativo en un fetiche, en una actitud intelectual, que con tal de conformar la vanidad, ante todo dice que no".

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