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E C O N O M I A
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México D.F. Miércoles 10 de septiembre de 2003

Alejandro Nadal

Duplicidad de la OMC

Lo primero que hay que disipar es la ilusión del "libre comercio". La Organización Mundial de Comercio (OMC) no ha construido un sistema real de apertura comercial. Todo lo contrario: bajo sus auspicios se ha erigido un intrincado sistema proteccionista que privilegia a los países ricos y sus empresas trasnacionales.

Por esa razón, lo único que ha quedado del Preámbulo del Acuerdo de Marrakesh y de la Declaración Ministerial de Doha (en la que se lanzó la "ronda para el desarrollo") son promesas incumplidas y palabras huecas. Los "compromisos con el desarrollo sustentable" y con la "necesidad de mejorar el nivel de vida en las regiones más pobres" se quedaron en el aire. Y para los miles de millones de pobres, marginados y explotados del mundo, la vida cotidiana sigue arrastrándose en condiciones deplorables. Su diario marco de referencia son las barreras que protegen los privilegios trazados para beneficio de las empresas trasnacionales de los países ricos.

Tampoco se materializaron las promesas de mayor crecimiento y desarrollo para las economías que siguieran la receta de mayor apertura comercial y financiera. No hay una relación causal entre la liberalización comercial y financiera, de un lado, y el crecimiento o el desarrollo del otro. Es más, desde que se intensifica el proceso de apertura comercial en el mundo, la tasa de crecimiento del PIB de todos los países decrece notablemente. Y los únicos que pudieron mantener tasas de crecimiento superiores a la media fueron aquellos que hicieron todo lo que prohíbe la OMC (y sus amigos en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial).

Frente a las críticas, la reunión de Cancún busca preservar el proceso proteccionista de la OMC. Para ello se prepara un comunicado ministerial flojo que refrendará los compromisos vacíos de Doha con el desarrollo y la equidad. De este modo se dirá que se sigue trabajando para hacer realidad las promesas que hasta ahora son sólo eso, promesas.

Hay varias cortinas de humo que impiden ver lo que ocurre en la OMC. La primera es la polémica sobre agricultura. Si bien algunos países subdesarrollados podrían obtener mejor acceso a mercados para sus productos agrícolas, pueden caer en la trampa de las ventajas comparativas estáticas y quedar atrapados en un papel de proveedores de materias primas. Por otra parte, el reclamo sobre subsidios debe manejarse con cautela, pues parecería que se está de acuerdo en eliminar el apoyo a la agricultura, cuando el verdadero problema son las exportaciones a precios dumping por debajo del costo de producción. Finalmente, para el gobierno mexicano el tema de los subsidios es una bendición en su juego de culpar a los demás mientras se mantiene como socio sumiso y dócil frente a la maquinaria de la OMC.

Todo eso sirve para ocultar que la montaña de reglamentos refrendados por la organización sirve esencialmente para proteger los intereses de las grandes corporaciones de los países ricos y disciplinar severamente a los subdesarrollados. Los ejemplos más importantes (pero no los únicos) son los acuerdos sobre propiedad intelectual (TRIP) y sobre inversiones (TRIM).

El primero extiende los privilegios obtenidos por patentes, marcas y derechos de autor para las grandes trasnacionales. Se permite la apropiación de recursos genéticos y variedades vegetales. Y se protege la segmentación y control de mercados aun en el caso de medicinas. El acuerdo alcanzado para Cancún sobre este tema no es una solución: no permitirá el acceso rápido a medicamentos baratos. Además, proporcionará mayor margen de acción a la burocracia de la OMC, sometida totalmente a los intereses de los países ricos en la aplicación de las reglas del acuerdo.

El TRIM impone una camisa de fuerza a las naciones subdesarrollados mediante restricciones severas en política industrial. Es el síndrome de "cuando estés arriba, tira la escalera" y niega el acceso a los instrumentos que utilizaron los países desarrollados del planeta para lograr su industrialización. El anexo del TRIM prohíbe recurrir a instrumentos como los requisitos de desempeño, ampliamente usados por todos los países hoy industrializados. Al prohibir el uso de estos instrumentos se condena al atraso a los subdesarrollados.

El futuro de la OMC es hoy muy incierto. Pero no porque los países ricos se nieguen a eliminar sus subsidios a la agricultura y ello ponga en peligro las negociaciones futuras sobre "libre" comercio. La verdadera amenaza para el sistema de comercio internacional proviene de un proceso de decisiones cada vez menos transparente y más sometido al cabildeo de las trasnacionales y las presiones de las naciones ricas. En Cancún, los anfitriones del gobierno mexicano, Derbez a la cabeza, serán ejemplo y jugarán este triste papel de amanuenses de los ricos en la OMC. La única manera de rescatar un sistema justo de comercio pasa por redefinir reglas de comercio justo, respetando las asimetrías, y permitiendo a los países subdesarrollados el acceso a políticas adecuadas de desarrollo.

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