ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

šNo se vale!

EN EL MINICACHONDEO previo al maxicachondeo de la temporada "grande" que los burócratas untados de la delegación Benito Juárez dan por autorizada en la monumental Plaza México, la lluviosa tarde de ayer comparecieron tres toreros con unas cualidades, una voluntad y una afición inversamente proporcionales al nivel neuronal y empresarial de los promotores taurinos mexicanos.

NO SE VALE que a un escenario donde caben 42 mil espectadores, con trabajos hayan asistido 3 o 4 mil despistados a beber y a gritar estupideces: "štorea!", cuando alguno de los alternantes se jugaba la piel frente al novillo, o "Ƒquién es ese güey?", cuando al matador en retiro y apoderado Alejandro Silveti su poderdante le brindaba la muerte de un astado de regalo.

NO SE VALE que en el gobierno del "cambio" las oscuras pataletas y enjuagues del intocable promotor de la plazota prevalezcan por encima de una tradición empresarial taurina defeña que asumía el compromiso de hacer y reforzar figuras en ciernes, a la vez que llenaba la plaza, daba un servicio taurino de calidad y hacía un buen negocio, tan transparente como los resultados económicos y artísticos que obtenía.

NO SE VALE que tres muchachos mexicanos sobrados de cualidades para convertirse en diestros taquilleros tengan que esperar a que los inefables empresarios-taurinos-que-arriesgan-su-dinero decidan coordinarse para sacar toreros noveles atractivos, capaces de interesar y de generar partidarismos y utilidades.

NO SE VALE que el potosino Ricardo Loredo, sobrado de decisión y entrega, triunfador el año pasado en la plaza Antonio Velázquez, de Tlalpan, y taxista de medio tiempo en su ciudad natal, se presente en la otrora plaza más importante de Latinoamérica con cuatro novilladas toreadas en lo que va del año y, aún así, anteponga la decisión a la falta de sitio y el aguante a la técnica para cubrir con solvencia los tres tercios, mientras un juez, manirroto con los figurines españoles, le niegue la oreja mayoritariamente solicitada.

NO SE VALE que el michoacano Jacobo Hernández, con ocho años en la brega, dos de ellos de bracero, triunfador también en la Antonio Velázquez y en diferentes plazas de los estados, imaginativo y vistoso con el capote y sabiendo ligar con la muleta, se tope con subalternos-empleados de la empresa que, en el colmo de la ineptitud, estrellan novillos en tablas o los dejan saltar hasta en tres ocasiones al callejón.

NO SE VALE que el poblano Jesús Luján, triunfador 14 tardes en El Relicario, de Puebla, donde cortó 20 orejas, haya exhibido tanto sello y tanto celo, tanto sabor y tanta transmisión con el público, gracias a un estilo amexicanado -lento, de mano baja- que muchos creían agotado, en tandas con ambas manos salpicadas de imaginación y de adornos, hasta cortar una oreja en medio de un aguacero, y aún no sea el novillero puntero que la afición espera.

NO SE VALE, en fin, que los complejos de un falso promotor taurino tiren por la borda tanta vocación torera de México.