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México D.F. Lunes 8 de septiembre de 2003
Iván Restrepo
Plan trasnacional de café robusta en Oaxaca
Una crítica frecuente al actual equipo de gobierno es la descoordinación que reina entre las diversas secretarías de Estado y que en los cargos de mayor responsabilidad figuren personas que pueden saber mucho de negocios privados, pero muy poco de la realidad nacional y de los problemas de la gente. Esto podría explicar lo absurdo de un plan agropecuario que, de realizarse, afectaría a miles de personas que se dedican a la siembra del café y, de paso, al medio ambiente.
En México la cafeticultura destaca por su importancia económica y social. Sembrado en casi 400 mil hectáreas en 12 estados, el café es el cultivo perenne más sobresaliente de las zonas tropicales y representa inversiones millonarias e ingresos apreciables para los productores y el fisco.
De lo que pasa con el café en México y en los mercados internacionales, controlados por las trasnacionales de alimentos, depende la suerte de casi 2 millones de personas, muy particularmente de las casi 100 mil familias que lo siembran. En buena parte son indígenas que trabajan junto con su familia en sus propios predios o como jornaleros en otros de mayor extensión.
El cultivo de café se localiza preferentemente en regiones tropicales montañosas, con relieves excesivos y climas cálidos, semicálidos y templados, con abundancia de precipitaciones durante buena parte del año y asociaciones vegetales de selvas altas y medianas y bosques de encino y encino-liquidámbar, por ejemplo. Por su relieve y clima, los suelos de estos ecosistemas pueden fácilmente degradarse si estas formaciones vegetales se eliminan o deterioran al quedar la tierra expuesta a las lluvias del verano o al agua que traen los huracanes. La erosión también se deja sentir negativamente en áreas más bajas y en las cuencas de ríos y arroyos. Por eso quienes estudian el uso racional y sostenido de los recursos naturales afirman que el agroecosistema cafetalero tradicional, aun con sus defectos técnicos y el poco apoyo que recibe de las instancias oficiales, es muy importante por su diversidad biológica y por conservar energía.
Ese agroecosistema se integra con la combinación de diferentes árboles de sombra, frutales y cafetos, da ocupación productiva y no degrada el suelo. Es el que predomina en la cafeticultura nacional en cuanto a número de productores y superficie sembrada. También se asocia con un sistema de tenencia de la tierra ejidal, comunal o de pequeños productores privados que son minifundistas clásicos, a los que el modelo globalizador presta cada vez menos atención y eliminaría gustoso en aras de una falsa modernización agrícola. Y eso puede ocurrir con los planes de conocida trasnacional que elabora, entre muchos otros productos, alimentos para bebés, y está interesada en sembrar una variedad de café, el robusta, a pleno sol, por debajo de los 600 metros de altura, en detrimento del cultivo del arábigo, el grano fino y suave que se ha cultivado en México desde hace casi 200 años.
La entidad piloto para llevar a cabo esta desfavorable transformación productiva y ecológica es Oaxaca, donde se ocasionarían severos problemas en las áreas donde hoy se siembra el grano como parte del agroecosistema cafetalero tradicional. Cuando el discurso oficial habla de que es necesario conservar, diversificar y acrecentar los recursos naturales, evitar la erosión, cuidar los sitios donde se produce el agua y reforestar áreas degradadas, la Secretaría de Agricultura parece haber dado el visto bueno a este proyecto, alegando, entre otras razones, que la trasnacional amenaza con retirar sus inversiones de México si no se le apoya.
La voz de alerta sobre los numerosos daños que ocasionaría este nuevo modelo productivo de café no proviene del secretario del medio ambiente ni del líder de la Confederación Nacional Campesina, oaxaqueño él, ni de la encargada gubernamental de velar por el mejoramiento de los pueblos indígenas, que precisamente siembran café de altura. Tampoco del gobernador de la entidad. La advertencia es de un grupo ciudadano que encabeza el pintor y mecenas Francisco Toledo, defensor del patrimonio cultural y natural del país.
Si ya de por sí el café es un producto controlado por unas cuantas trasnacionales, lo estará más si se permite que la siembra también se decida en el exterior. No es ése precisamente el cambio que los mexicanos esperamos realice el gobierno actual. Es un retroceso
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