México D.F. Lunes 8 de septiembre de 2003
Los dos gobiernos están convencidos del
rencuentro, pero el paso definitivo no es claro
El Grito de México en Cuba, leve signo de mejoría
en las relaciones bilaterales
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 7 de septiembre. México celebrará
su fiesta nacional en Cuba luego de tres años de no hacerlo, en
una modesta, pero significativa mejoría del ambiente entre los dos
gobiernos.
La embajadora mexicana, Roberta Lajous, distribuyó
invitaciones para la ceremonia del Grito de Independencia la noche del
lunes 15 y una recepción en su residencia el martes 16. Paralelamente,
el fin de semana comenzó la tradicional jornada cultural mexicana
de septiembre.
Hace dos años la cancillería mexicana canceló
todos los festejos patrios en el exterior, en señal de luto por
los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. El año pasado
le prohibió al embajador Ricardo Pascoe organizar las celebraciones
o participar en las que llevaron a cabo las autoridades locales, en un
episodio que se sumó a la espiral de confrontación que arrastraban
los dos gobiernos.
Ahora el programa cultural se prepara en plena armonía
entre la embajada mexicana y las instituciones cubanas.
Aunque son amistosas, estas señales no reflejan
el fondo de las relaciones bilaterales. Después de pasar por la
peor crisis de su historia, los dos gobiernos parecen convencidos de un
rencuentro, pero el paso definitivo no está claro ni al alcance
de la mano.
Más aún, la forma de reactivar las relaciones
es un conflicto en sí mismo. Para Cuba, la clave es que México
deje de respaldar la resolución anual sobre la isla en la Comisión
de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU). Para México, el punto está en que Cuba reanude el
servicio y restablezca las garantías de la deuda común, que
mantiene contra la pared al Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext).
La relación está en uno de sus momentos
más bajos, sin la irritación de los dos años anteriores,
pero sin una alternativa sólida de solución; con el riesgo
de que todavía pueda empeorar, aunque con la expectativa creada
en ambas partes de que más les conviene hallar un arreglo.
Dos entornos casuales traen de nuevo este mes al primer
plano la cuestión bilateral: las celebraciones en La Habana y la
posible coincidencia en Nueva York de los cancilleres Luis Ernesto Derbez
y Felipe Pérez Roque, en su habitual asistencia a la Asamblea General
de la ONU.
El hermetismo oficial domina el tema, que funcionarios
de ambos países sólo evocan en público con generalidades
y cautela. Informes recabados por La Jornada permiten reconstruir
al menos los trazos fundamentales de la situación.
Ginebra, principio y fin
El
conflicto quedó abierto apenas iniciada la gestión del presidente
Vicente Fox, cuando el nuevo gobierno mostró que la anunciada defensa
internacional de los derechos humanos se centraba en la práctica
en la cuestión cubana.
En los primeros meses de 2001, el giro desembocó,
entre otras consecuencias, en el abandono de una tesis que la diplomacia
mexicana había acuñado: abstenerse en la votación
sobre Cuba que anualmente se realiza en la CDH, en Ginebra, desde 1988.
La tesis decía aproximadamente: "México
tiene reservas respecto a la observancia de los derechos humanos en Cuba.
Pero este proyecto de resolución, al ser selectivo y sesgado, no
sirve al interés de los derechos humanos. No proponemos enmiendas,
porque sigue siendo un proyecto politizado, que no es nuestra visión".
Esa fue la base de la abstención de México
en Ginebra durante las votaciones sobre Cuba, excepto cuando votó
en contra (1990 y 1999) y cuando la respaldó (1989, 2002 y 2003).
En 2001 también se abstuvo, pero la argumentación ya era
virtualmente en favor del proyecto.
En México una primera interpretación sugiere
que aquella fórmula expresaba el entendimiento del presidente Fidel
Castro con los gobiernos priístas, en el cual no se tocaban temas
internos, y por lo tanto quedó invalidada tras las elecciones de
2000. En otra perspectiva, el cambio es defendido como la inevitable consecuencia
de una política congruente con la oferta política foxista.
Pero una forma más de ver ese cambio es que se
trata de una adhesión sin matices a la hostilidad estadunidense
contra Cuba, que rompe el factor de equilibrio que representaba la isla
para México, de cara a la asimetría estructural en el trato
con Washington y que no beneficia al interés mexicano.
Un cuarto enfoque es que la congruencia proclamada por
la Secretaría de Relaciones Exteriores queda en entredicho, cuando
los derechos humanos de los indocumentados en Estados Unidos, de lejos
el tema internacional más lacerante para México en el terreno
humanitario, no ha merecido una ofensiva diplomática en Ginebra.
En el análisis cubano, el cambio de política
aleja a México del conglomerado de aliados y lo acerca al terreno
del enemigo. La Habana sostiene que la resolución de Ginebra, incluso
tan elemental como la de este año, cumple el papel de colocar el
caso de la isla en la agenda de la CDH y de servir de plataforma para la
política estadunidense.
Para México, esta es una votación más
de las decenas que se realizan anualmente en el sistema de las Naciones
Unidas y es atendible en la medida en que el propio gobierno mexicano admite
el escrutinio internacional y la relación activa con observadores
de derechos humanos. Para Cuba, este es un caso de alta prioridad en su
política exterior y tiene un rango estratégico.
La posición mexicana en Ginebra fue motivo de un
agrio alegato público cubano en 2001 y el detonador inicial de la
crisis del año pasado. Una consecuencia fue que Castro precipitó
lo que ahora es un conflicto adicional: la disputa por la deuda.
El 30 de abril de 2002, la Gaceta Oficial de Cuba
publicó un decreto firmado por Castro, según el cual unas
declaraciones del entonces canciller Jorge G. Castañeda, que vincularon
la deuda bilateral con el conflicto político, "constituyen una amenaza
para el normal desarrollo de las entidades cubanas vinculadas a este crédito,
como Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, SA (Etecsa) y Telefónica
Antillana (Telan), y un inadmisible intento de presionar y desacreditar
a nuestro país".
El decreto consideró que una potencial "acción
malintencionada" de Castañeda pudiera desembocar en perjuicio para
las empresas cubanas. En otras palabras, Cuba temía que el escalamiento
de la crisis bilateral llegara a amenazar las garantías que la isla
ofreció para la renegociación de la deuda bilateral.
Esas garantías eran los flujos de moneda fuerte
que generaban las operaciones internacionales del consorcio telefónico
Etecsa, integrado por Telan, como socio mayoritario, y por la italiana
Telecom (29.29 por ciento de la sociedad).
La deuda cubana, que en México era reconocida como
"ejemplar" por su servicio y desarrollo, se había redocumentado
en marzo de 2002, para consolidarse en un solo paquete de 380 millones
de dólares a cargo de Bancomext.
El decreto anuló las garantías unilateralmente
y ordenó que las asumiera el gobierno. Después de intentos
iniciales de avenimiento, por razones comerciales y por mandato normativo,
Bancomext reclamó el incumplimiento por vía legal.
El juicio se abrió en tribunales italianos, porque
ahí radica una parte importante de los enlaces internacionales de
Etecsa. Dos cuentas de la empresa fueron congeladas por mandato judicial,
con fondos equivalentes en su momento a 30 millones de dólares.
Los cubanos replicaron con una contrademanda en un tribunal en Francia.
Al mismo tiempo que corren los juicios, con una tendencia
favorable a Bancomext, ambas partes han tenido contactos regulares a lo
largo de un año para llegar a un arreglo privado. Los cubanos ofrecieron
inicialmente asumir el débito como deuda soberana, lo que fue rechazado
por los mexicanos. Luego han dejado abierta la opción de ofrecer
otra garantía.
Algo siempre ha quedado claro: la decisión es política
y de alto nivel.
Sin embargo, a estas alturas no hay nada concreto y sigue
corriendo un litigio "en el que sólo están ganando los abogados",
según una fuente al tanto del caso. No hay estímulos al comercio
bilateral, porque no hay crédito, que a la vez no existe por el
conflicto. El año pasado la balanza comercial cerró en 178.9
millones de dólares, según informes de ambos países,
el nivel más bajo en una década.
Con una cartera vencida de poco más del equivalente
a 700 millones de dólares, Bancomext afronta el débito cubano,
que representa más de la mitad de ese monto, como una presión
inesperada e innecesaria, que irrumpió en el curso de la peor crisis
financiera del banco, que ya está despidiendo personal y examinando
un eventual plan de fusión con Nacional Financiera.
En el horizonte ha aparecido, en consecuencia, un costo
político adicional para las relaciones bilaterales, en el caso de
que no haya arreglo con Cuba y por alguna otra causa se deteriore más
aún la situación del banco mexicano.
Para la parte cubana, la asfixia en el flujo de moneda
fuerte, el escalón más débil de su economía,
es una fuente de conflicto permanente y de grandes proporciones.
Los platos rotos
A consecuencia de la crisis de los pasados años,
los dos gobiernos tienen un escenario de abundantes platos rotos: ambos
jefes de Estado se agraviaron mutuamente y los gobiernos perdieron la interlocución
política, privilegiada, de primer nivel, que se mantuvo durante
décadas.
En este lapso, Cuba hizo sentir el año pasado su
fuerza multilateral, basada sobre todo en sus alianzas tercermundistas,
para impedir la elección del mexicano Jaime Sepúlveda como
director de la Organización Panamericana de la Salud. Luego, aunque
indirectamente, contribuyó a cerrarle el paso al actual secretario
de Salud, Julio Frenk, para que llegara a la dirección de la Organización
Mundial de la Salud.
Cuba perdió la oportunidad de imprimir en México
los libros de texto para sus escuelas. Además, cerca de 300 jóvenes
mexicanos estudian aquí en la Escuela Latinoamericana de Medicina,
donde obtendrán un título que carece de validez en México.
Cuba perdió a su principal aliado en América
Latina y el que pudo ser su principal socio estratégico. Los empresarios
mexicanos están perdiendo un mercado que, con todo pragmatismo,
están recuperando los estadunidenses.
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