.. |
México D.F. Domingo 7 de septiembre de 2003
Bárbara Jacobs
Carta a una joven poeta
Mi querida A.J.: Cómo me emocionó tu carta; cómo te quiero. A medida que te leía, me iba ganando la belleza de tu prosa, la intensidad de tu alma en ella, la claridad, el hecho de que me hubieras escogido a mí para darte la bienvenida al mundo valiente y viejo de la literatura. No sé de qué manera agradecerte la confianza sino agradeciéndotela.
Puedo decirte que escribir es un asunto de 24 horas al día, cada día: a lo largo de toda la vida. Su mayor goce es cuando tu trabajo cobra forma y nace: y sabes que esto sucede cuando sientes que tu mente, tu corazón, y el conjunto de tus emociones se vertieron en ese trabajo y esto te dejó, transitoriamente, sin ellos. Tu cuerpo es el mejor radar: ya sea que te permita seguir o que, por el contrario, te detenga. Hazle caso. Si te detiene, después de que te haya parecido que todo el esfuerzo que empeñaste resultó perdido y sin sentido, encontrarás, cuando tu trabajo lo quiera, que estás lista para volver a empezar. Escribir es un asunto de volver a empezar. De corregir una y otra vez.
La escritura se alimenta de libros y de vida. ƑQué leer? A los famosos clásicos, por supuesto, o esos autores que el tiempo ha mantenido vivos. Entre ellos, encontrarás a algunos que te acomoden más armoniosamente que otros, quizás porque su voz te penetra con mayor fuerza. Pégateles. Lo más seguro es que unos se refieran a otros, y que alguno hable de otro del que los demás no quieren acordarse. Sigue las pistas de los que te latan. Pero también lee a clásicos más cercanos a nuestra época. Aplícales idéntico procedimiento: compenetrándoteles, en particular a los que toquen tus cuerdas más sensibles, por algún motivo o por ninguno. Obviamente, luego lee a los autores del siglo XX y hasta a los de éste, los que son y los que pudieron haber sido contemporáneos nuestros. Y sigue este plan en orden o en desorden, pero no te apartes de él. La preparación termina el día que uno muere.
Tu juicio sobre los autores modernos será sólido (aunque nunca absolutamente seguro) una vez que adquieras la práctica de compararlos con los autores anteriores con quienes ya te habrás familiarizado. Sucede entonces que, medio inadvertidamente para ti, entre ellos se descartan y se eligen, se agrupan, se señalan y apuñalan y, de pronto, ante ti ves con toda claridad que existen "los buenos" y "los malos" (tú y yo sabemos que "los feos" jamás faltan). Es muy buena práctica ponerte a prueba a ti misma leyendo al azar a autores de los que no sabes nada y arriesgar un juicio sobre ellos. El juicio y el gusto llegan a ser una unidad. Lee cuanto puedas: de todas las épocas y culturas, de todos los géneros; lee todos los temas. Pero inclínate y da preferencia a la poesía, el teatro, la narrativa, el ensayo; los géneros menores: autobiografías, cartas, diarios, cuadernos de apuntes, biografías. Lee la serie de entrevistas que George Plimpton (que creo que conociste en Harvard) reunió como Writers at Work: The Paris Review Interviews. Sin excepción, las entrevistas son una escuela invaluable. Pero también lee la prensa. Mantente medianamente informada, no más. Y no tengo que decirte que escuches música, ni cuál; ni que ames, si locamente, mejor. Asiste al cine, al teatro, paséate por las playas y los bosques, y no te pierdas de exposiciones (siempre efímeras, hélas) ni de museos, aunque, desafortunadamente, tengas que sacrificar, por falta de tiempo, los deportes.
Lo mejor es hacer tus lecturas en su lengua original; pero si no es posible, da con la traducción más aceptable, tu olfato de gato te orientará. Tomaría un avión y me iría con un par de botellas de vino a celebrar contigo la elección de vida a la que finalmente te vas a adentrar. En ella, habrá momentos en los que estarás más que triste y enojada y llena de inquietud; pero nunca vas a estar aburrida, ni de verdad pensar que tu vida es inútil.
Procúrate toda clase de libros de referencia, diccionarios, enciclopedias. Trata de ampliar el alcance de tus intereses lo más que puedas.
Así como el mejor maestro es el que logra que sus estudiantes no sean sino ellos mismos; así ante la pregunta de cómo es la vida de un escritor, la respuesta sería: la que sea su vida propia. Tienes de donde escoger, pequeña.
|