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México D.F. Viernes 5 de septiembre de 2003
¿DE QUE SE TRATA?
Una
vez más, un reportero de esta casa editorial fue víctima
de actos prepotentes, ilegales y torpes de intimidación por agentes
de la Procuraduría General de la República (PGR) que, como
se narra en estas páginas, se presentaron ayer en las oficinas de
La Jornada a exigirle que, "de manera económica", esto es, sin un
citatorio ni otro documento legal, les revelara sus fuentes de información.
El pasado 19 de junio el reportero en cuestión,
Gustavo Castillo García, publicó en este diario la nota de
un decomiso de cocaína en Culiacán. En el texto, Castillo
García consignó las divergencias entre las versiones aportadas
por la Policía Federal Preventiva (PFP) y la Procuraduría
General de la República (PGR) sobre la cantidad de droga asegurada.
Asimismo incluyó el dato, obtenido de fuentes oficiales -y no mencionado
en el reporte de la PGR-, de que uno de los tres detenidos en el operativo
correspondiente, Luis Antonio Félix, había declarado ser
sobrino del narcotraficante Ismael El Mayo Zambada. Ayer, dos agentes de
la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), que dijeron actuar bajo las
órdenes expresas "del procurador (Rafael) Macedo de la Concha",
llegaron a la sede de este periódico pretendiendo exigir al autor
de la nota "que nos platique de dónde sacó la información.
Necesitamos saber quién lo dijo para nosotros sustentarlo también",
argumentaron los policías.
Esta grosera pretensión de los agentes de la AFI
de obtener, por la vía pretendidamente fácil de intimidar
a un reportero, información que son incapaces de conseguir mediante
el desempeño profesional y serio de sus tareas, ocurre en el marco
de un debate planteado por este diario a raíz de una serie de hostigamientos
policiales semejantes, tras señalamientos de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH) sobre la improcedencia de que las instituciones
de procuración de justicia porfíen en presionar a los reporteros
para que revelen sus fuentes de información. El pasado 17 de enero
esa institución señaló la necesidad de que la PGR
"adopte una postura clara y expresa respecto al derecho que tienen los
periodistas de reservarse su fuente de información" y estableciera
"lineamientos internos" que normen "circunstancias, condiciones y casos
en los que un periodista sea requerido para rendir su testimonio en la
integración de una indagatoria, respetando ante todo su derecho
a no revelar sus fuentes de información", de acuerdo con los instrumentos
internacionales que norman el desempeño periodístico, de
los cuales nuestro país es signatario.
Unos días más tarde, la CNDH envió
a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados
una iniciativa de reformas legales orientadas a garantizar que los periodistas
no fueran presionados por autoridades judiciales para revelar sus fuentes
de información. El propio procurador Macedo de la Concha había
ofrecido, en el marco de ese debate, que no se repetirían los atropellos
y los abusos referidos.
A la luz de los antecedentes referidos, la impertinente
"visita" de dos empleados de la PGR pareciera una provocación deliberada
-para transmitir el mensaje de que la PGR se siente capacitada para pasar
por encima de la ley, de la CNDH, de la libertad de expresión y
hasta de su propia palabra empeñada- o bien una alarmante expresión
de indisciplina, descontrol y anarquía en el seno de la institución
responsable de procurar justicia en el ámbito federal. Sea como
fuere, se trata de una acción inaceptable, repudiable y absolutamente
contraria a los propósitos de respeto a los derechos humanos y la
libertad de expresión formulados hace cuatro días por el
presidente Vicente Fox en su tercer Informe.
Si el titular de la PGR y sus empleados se empeñan
en contradecir, con sus acciones, al Presidente, corresponde al gobierno
federal corregir la contradicción. Las tareas de quienes hacemos
La Jornada consisten en cerrar filas contra nuestros reporteros hostigados,
mantener la ética profesional de nuestro proyecto periodístico
-que nos define como informadores y no como informantes de la policía-,
informar con honestidad, propugnar la vigencia de la legalidad nacional
e internacional en el país y preguntarnos de cara a la sociedad,
y preguntarle al gobierno, cuál puede ser el propósito de
esta ofensiva contra la libertad de expresión y el derecho a la
información. ¿De qué se trata?
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