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México D.F. Viernes 5 de septiembre de 2003
Halliburton, ejército paralelo en EU
La guerra contra el terrorismo, filón para la empresa y el gobierno de Bush
HERMANN BELLINGHAUSEN
La "guerra contra el terrorismo", fase superior del capitalismo, ha significado para la empresa Halliburton y sus subsidiarias uno de los negocios más fabulosos de la historia corporativa. A la vista de todos, su abierta asociación con el gobierno estadunidense representa un caso paradigmático de tráfico de influencias, y ejemplo supremo de cuán redituable es la guerra para los halcones y los buitres. Sobre todo si se le agregan cómodas exenciones de impuestos.
Apenas la semana pasada, el Washington Post reveló que los contratos militares de Halliburton en la ocupación de Irak son mucho mayores de lo que se pensaba. La operación libertad iraquí ha representado tratos por mil 700 millones de dólares, pero podrían ser más gracias a instancias como el Cuerpo de Ingenieros del ejército estadunidense. También se estima que al menos la tercera parte del presupuesto (de 3.9 mil millones de dólares) para mantener las tropas de Estados Unidos en Irak va directamente a los contratistas privados como Bechtel, DynCorp y especialmente Halliburton.
Entre los servicios prestados por Halliburton en Irak, a través de su subsidiaria Brown and Root, se cuentan: construcción y mantenimiento de bases militares, apoyo logístico para los mil 200 agentes de inteligencia que cazan las famosas armas de destrucción masiva del depuesto Saddam Hussein, control y envío de correspondencia, servicios de lavandería, producción diaria de miles de raciones alimentarias para las tropas de ocupación, y creación y mantenimiento de un amplio sistema de letrinas en todo el territorio ocupado.
Nada nuevo bajo el sol, se dirá. Que las grandes corporaciones y la guerra sean tan compatibles es "normal". Más ahora que los mismos ejércitos nacionales (véase Colombia) se privatizan sin que se les llame mercenarios.
Pero nadie había llegado tan lejos. En palabras del reportero Michael Dobbs, del Post, el personal de Halliburton se ha vuelto ''parte integral del despliegue militar en Irak'', frecuentemente con uniforme castrense, si bien llevando en los hombros insignias de civil.
En la región del golfo Pérsico, Halliburton participa en la ''reconstrucción'' iraquí: edifica campos de prisioneros, grandes estructuras petroleras, bases de operaciones militares en Kuwait e incluso Jordania, donde su existencia se negó hasta ahora.
Daniel Carlson, vocero del Comando Conjunto de Armamento del ejército (Army Joint Munitions Command), citado por el Washington Post, declaró que las ganancias de Brown and Root en obras de ''contingencia'' vinculadas a la guerra podrían fluctuar ''hacia arriba o hacia abajo'', según los acontecimientos y el ''trabajo realizado''. No cuesta esfuerzo deducir que mientras más se complique la presencia militar estadunidense en Medio Oriente mejores perspectivas tienen los negocios de Halliburton y su subsidiaria.
Además de los contratos en Irak, Brown and Root ha ganado al menos 183 millones de dólares en la ocupación de Afganistán, en operaciones logísticas que, de acuerdo con el congresista demócrata Henry Waxman, "nada tienen que ver con la explotación petrolera", el cual se supone es el verdadero negocio de Halliburton a nivel mundial.
Este boom millonario de la empresa es inseparable de la fortuna política de Dick Cheney, actual vicepresidente de Estados Unidos, quien antes ocupó los estratégicos cargos de secretario de Defensa durante la primera Guerra del Golfo, e inmediatamente después, en 1995, la dirección de Halliburton, a la que renunció en 2000 para postularse con George W. Bush.
Entre texanos te veas
En un tiempo tan distante como la década de los 30, la constructora hoy conocida como Kellog Brown and Root cimentó su poderío gracias a los oficios del entonces joven congresista Lyndon B. Johnson, quien le consiguió un contrato de 22 millones de dólares para una hidroeléctrica en Texas, que marcaría el despegue de la empresa. En 1962, tres décadas después, cuando Johnson era vicepresidente de Estados Unidos, la constructora se fusionó con Halliburton.
Se dice que sin Brown and Root, que le debía el "favor" fundacional de su poderío, Johnson nunca habría llegado a gobernar su país. Además entonces (precisamente en Texas) fue asesinado el presidente John F. Kennedy, lo que llevó a Johnson a la Casa Blanca. También de ese momento data el inicio de la guerra de Vietnam, que permitiría a la constructora obtener contratos millonarios para erigir puentes y bases aéreas militares en el sudeste asiático.
México, por cierto, nunca ha estado fuera de los intereses de Halliburton. Aún después de la expropiación petrolera en 1938, la empresa permaneció en nuestro país, y en la actualidad representa, junto con Colombia y Bolivia, su principal sede en América Latina. Los contratistas de Halliburton siempre han sido parte del paisaje petrolero nacional, de Ciudad Madero a la torre de Pemex, con o sin reprivatización.
A partir de 1990, el presidente George Bush padre allanó nuevos negocios bélicos a la empresa, que alcanzaría las estrellas en la segunda mitad de los noventa, mientras gobernaba Texas el hijo de Bush y Dick Cheney dirigía Halliburton. Hoy que este par encabeza el gobierno estadunidense, los trámites y concesiones se han simplificado considerablemente. Hoy tiene en Irak unos 20 mil empleados directos: uno por cada 10 soldados, mientras en 1991 era uno de cada 100.
Jim Hightower, ex comisionado de Agricultura en Texas, decía recientemente al periodista Greg Palast que el gobierno de Bush ha eliminado a los intermediarios: "Las corporaciones ya no necesitan hacer lobby. Ellas son el gobierno". En su notable investigación sobre los recientes y escandalosos fraudes electorales, gubernamentales y corporativos, recogida en el bestseller The Best Democracy Money Can Buy (La mejor democracia que el dinero puede comprar, Pluto Press, Virginia, 2002), Palast refiere que el ex comisionado solía quejarse de los intermediarios del emporio agroindustrial Monsanto en la Secretaría de Agricultura. "Hoy, Ann Venamin, ejecutiva de Monsanto, es la secretaria de Agricultura."
Capitalismo feroz
La libertad de mercado en la guerra ha generado una feroz competencia entre diversas corporaciones, pero después de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001 Halliburton lleva una imbatible delantera. Para ilustrarlo, Michael Scherer, corresponsal en Washington de la revista Mother Jones, acaba de dar a conocer un informe y un mapa interactivo de "El mundo según Halliburton".
El reportero apunta que el último par de años ha sido excelente para Halliburton: "Después del 11 de septiembre, el gobierno de Bush ha premiado a la segunda mayor compañía de servicios petroleros en el mundo con al menos 2 mil 200 millones de dólares en inversiones relacionadas con la defensa, la mayor parte para apoyar operaciones militares en el extranjero. La empresa también recibe generosos subsidios federales en algunos de los más lucrativos proyectos de oleoductos" (Mother Jones, agosto de 2003).
El mapa resume ilustrativamente la ubicación de las inversiones bélicas de Halliburton: Guantánamo, Bosnia, Kosovo, Turquía, Irak, Afganistán, Jordania, Filipinas, Rusia, Georgia, Uzbekistán (cerca de Chechenia) y Djibutí (y por lo tanto Somalia). Esto, sin contar las domésticas, de costa a costa, más Alaska, Hawai, Guam y Puerto Rico.
No menos impresionante es la diversidad geográfica de los paraísos fiscales donde las empresas de la firma lavan y acomodan su dinero: Islas Caimán, Bermuda, Barbados, Nevis, Santa Lucía, Panamá, Liechtenstein, Jersey, Mauricio. Su avance en la lista de Forbes entre las 500 mayores empresas es uno de los más acelerados; tan sólo en 2002 alcanzó 58 por ciento.
En los años noventa, las guerras del Golfo, los Balcanes y Somalia establecieron a Halliburton como el principal soporte logístico del ejército estadunidense. Ahora, documentos militares obtenidos por Mother Jones revelan que seis meses antes de la invasión de Irak, Halliburton ya había recibido un gran contrato federal para desarrollar proyectos en el golfo Pérsico. Para cuando cayó Bagdad, la firma había recibido 425 millones de dólares dentro de la operación Libertad Iraquí. Pero la verdadera bonanza está por venir: se estima que en 2005 sus contratos para la infraestructura de posguerra serán de 5 mil millones de dólares.
No extraña que al menos uno de los principales contratos se haya otorgado sin licitación a la venturosa firma. Sus competidores Bechtel y DynCorp se quejan del favoritismo mostrado por Washington, pero tampoco insisten mucho, pues ellos no tienen de qué quejarse, si bastante bien les va.
Con Cheney, Halliburton contrató personal dentro del Capitolio, incluido el antiguo jefe del consejo del Pentágono; a la vez, duplicó sus contribuciones políticas al Congreso. De ese modo logró detener investigaciones por presuntos fraudes de la empresa. Ahora, su principal lobista es el general retirado Charles Dominy, quien fue miembro del Cuerpo de Ingenieros Militares "que hoy sigue generando a la compañía ingresos por millones de dólares".
Para rematar, en lo que Mother Jones llama "el frente interno", Halliburton acaba de recibir un contrato de 391 millones de dólares para dar mantenimiento al Laboratorio Nacional Los Alamos, en Nuevo México (donde se hacen las bombas atómicas) y otros 200 millones para "actualizar" la seguridad de las estratégicas investigaciones biológicas en el Instituto Nacional de Salud (NIH), en Maryland.
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