Sergio
Zermeño
El machismo ultrajado
29
de noviembre, Han sido encontradas en Ciudad Juárez otras ocho
mujeres jóvenes, salvajemente asesinadas. En ocho años
250 cuerpos ultrajados, estrangulados, violados, torturados, han sido
descubiertos en esta patria de la maquila, avanzada laboral de un
modelo globalizador que ha sido capaz de concentrar a un millón
y medio de jóvenes en la frontera; en 80 por ciento de los
casos eran mujeres entre 15 y 25 años, cuerpos en plena juventud,
miradas de lince capaces de coser, atornillar, soldar, ensamblar pequeñísimos
objetos en la electrónica, en el vestido, en tantas actividades
que realizaba las manos de obra sumisas y baratísimas, que
eran nuestro orgullo competitivo.
El resto de los mexicanos concurrimos azorados a estos informes mórbidos
y desde hace mucho tiempo le damos vuelta a la noticia con resignada
indiferencia en busca de olvido, con la esperanza de que alguien encontrará
al culpable, que las autoridades harán algo o, al menos, un
especialista nos explicará este fenómeno que constituye
no puede ser de otra manera una excepción, algo extraordinario
de nuestro entorno que por ningún motivo queremos que nos involucre
o nos califique.
Pero las hipótesis y las pistas de investigación van
y vienen sin que ni autoridades ni especialistas se responsabilicen
por su jerarquización: primero surgió el escenario de
un "asesino serial", a la manera de los desequilibrados
mentales de las series negras estadunidenses. Se detuvo, entonces,
al egipcio Sharif (un individuo de origen árabe que no ha logrado
demostrar su inocencia). Como todos sabemos los asesinatos siguieron.
Luego se levantó la hipótesis que Víctor Quintana
escribió en estas páginas: se trata de "una red
del crimen organizado, un cártel fronterizo, que con la complicidad
de los agentes policiacos produce videos, recrea el escenario de las
drogas, el sexo, la tortura y la muerte".
Y, sin embargo, han venido apareciendo datos desconcertantes: una
serie inconexa de malhechores, difícilmente ligados al maquiavelismo
del narco, desorganizados, pero que se encuentran muy lejos de demostrar
su inocencia: pandillas de choferes de tráilers (Los Ruteros),
que ni son de adentro ni son de afuera; otras pandillas conocidas
como Los Toltecas, y tantos sospechosos más que vuelven el
asunto extremadamente complejo.
Entonces, sin exonerar a las autoridades ni a la policía de
Juárez, y a pesar de lo dramático de los escenarios
anteriores, contamos hoy con los elementos para construir un escenario
aún más tremendo.
En la Edad Media la cacería de brujas se desató cuando
las mujeres comenzaron a tener un rol protagónico, haciendo
imperar una racionalidad instintiva que ponía en cuestión
la jerarquía y el papel preponderante de las instituciones
y del orden: fueron entonces juzgadas y quemadas.
Hoy, en nuestra realidad mexicana, esas mujeres jóvenes de
Ciudad Juárez y de toda la frontera norte son las que tienen
un empleo, las que tienen la disciplina y sin duda la resignación
para trabajar por ese salario, con esas cadencias infernales, con
esos horarios... Pero, dígase lo que se diga, son las que al
final de la semana reciben un salario, llegan a los bailes con algo
que se llama capacidad de pago (de las bebidas, de los tacos a la
salida... son las que en ciertos momentos del bailongo en el galerón
se dan el lujo de escoger con qué tipo quieren bailar y salir
y seguir). Los hombres están ahí, esperando cruzar la
frontera y desempeñar el rol más heroico de ganar en
dólares. Pero mientras eso no se logra y eso no se logra
fácilmente (y parece que cada vez menos), los varones
se reúnen en los espacios públicos para beber o jugar
futbol (con mucha dificultad para encargarse de los hijos y del hogar).
Al terminar la semana son las mujeres las que tienen recursos, por
modestos que sean. Son ellas las que tienen el "poder" social
y eso no es fácilmente asimilable. Aparece entonces un machismo
"ultrajado" en todas partes.
Los medios de comunicación y la frecuencia de los asesinatos
confieren a esta agresión de género cierta "normalidad"
en el ambiente cotidiano (en términos estrictamente sociológicos
a eso se le llama una "moda" y abre un espacio a la impunidad:
"si otros matan mujeres, el que lo haga yo no puede ser tan grave").
Esta es quizá una hipótesis que hay que analizar en
el caso de las asesinadas de Juárez.
Nuestro más exitoso enganche a la globalidad tiene el rostro
horrendo del desorden, de la degradación, de la ruptura de
los balances seculares y, entonces, del asesinato y la cacería
de brujas.