México D.F. Viernes 29 de agosto de 2003
JOVENES Y CRISIS
Ajenos a las causas colectivas, los grupos oscuros
reflejan el triunfo del individualismo
La depresión y el pesimismo propician movimientos
juveniles apáticos y apolíticos
Sin ninguna esperanza en el futuro, repelen la
realidad mediante disfraces
KARINA AVILES
El "futuro ha muerto". Entristecidos, con el luto en su
ropaje, la palidez en el rostro y la noche en el asfalto salen de sus barrios
en Ciudad Azteca, desde la San Felipe de Jesús, de Neza, de la Narvarte
para asistir al ritual del "entierro de la esperanza", porque para ellos
lo único seguro en la vida es la muerte.
Son
los chavos de "la escena o el movimiento oscuro", los "expulsados del paraíso",
los trashumantes de la noche, "los desterrados del cielo", los "muertos
en vida". Son los jóvenes ansiosos de sentir la penumbra del arte
medieval, autores de cuentos y poemas existencialistas, de terror, de fantasía
vampiresca, lectores de Nietzsche, Rimbaud, Baudelaire, Poe, admiradores
del escritor de Drácula, Bram Stoker, o de la creadora de
Frankenstein, Mary Shelley; músicos de la desilusión,
actores que protagonizan papeles de la decadencia social, dibujantes de
la depresión.
La ceremonia de sombras
La gran plaza se ha quedado casi a oscuras. Por sus cuatro
costados entran figuras de aspecto fúnebre, necrófilos que
se unen bajo la cúpula del Monumento a la Revolución -en
cuyas bases moran los restos de Madero, Villa, Carranza, Calles y Cárdenas-,
para iniciar la ceremonia de las sombras.
Sus siluetas estampadas en la plancha de cemento parecen
revolotear cual vampiros. Llevan capas, largas faldas negras aterciopeladas,
camisas blancas con olanes, vestuario con el que se reconocen, se abrazan,
se admiran y rondan el primer trago de alcohol en la noche sabatina.
Entre ellos, la figura altiva del Fantasma se abre
paso. Aparece con un sombrero de copa alta, una capa morada, una falda
lisa que cae sobre la piel de unas botas negras de suela ancha. En su rostro
pálido resaltan líneas moradas que salen de la comisura de
sus ojos hasta enroscarse en sus sienes. Todos lo buscan. Aunque lo niegue
es el líder del grupo, reconocido por ser uno de los pioneros de
la escena oscura mexicana. Con cierto sigilo susurra: "nosotros no tratamos
de cambiar al mundo, porque no podemos".
El movimiento oscuro está integrado por góticos,
darks, vampiros, fetiches, expresiones que devienen del punk y nacen
frente a la crisis que atraviesa esta manifestación en la Inglaterra
de finales de los años 70. En el caso de México, señala
Alfredo Nateras, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa,
los miembros de la escena surgen a mediados de los años 80, como
una expresión en la que buscan no ser iguales a los demás,
en un contexto en el que la globalización intenta homogeneizar.
Rosario Castillo, sicóloga social y autora de una
de las pocas tesis de licenciatura sobre este movimiento, explica que la
música, la vestimenta y el arte oscuro son elementos en torno a
los que se agrupan los chavos de la escena, quienes guardan diferencias
entre sí.
Por ejemplo, dice Castillo, los góticos gustan
más de la elegancia y el refinamiento en el vestir -telas de encaje,
terciopelos, olanes-, porque las bases de su estética las toman
del medievo; los darks prefieren sólo la ropa negra sin mayores
ornamentos; los vampiros buscan aparentar como tales, rescatan la belleza
femenina y las ideas de inmortalidad. Los fetiches casi siempre visten
de cuero, portan cadenas, collares de perro, látigos y su forma
de ser es más introvertida. Sin embargo, añade, todos dan
cuenta de la filosofía del desencanto, del pesimismo, de la muerte
interna.
Anna Varney, vendedor de incienso en las calles,
se define como "gótico medieval". En el grupo de los chavos de Revolución
es uno de los más jóvenes.
"Nací
triste. En mis ojos no se veía la luz. En el kínder conocí
a un amigo alemán. El y yo estábamos siempre en un rincón.
En mis cumpleaños empezaba a llorar. La felicidad de los demás
a mí me deprimía mucho".
La luz mortecina del alumbrado delinea su imagen cadavérica
en este escenario donde una ligera neblina junto con un aguacero que cae
sobre la plaza simulan un set de película de terror.
"Desde que me despierto -continúa Anna-
me pongo a entristecer mi tiempo". Primero, con la música que escucha
y después con los poemas que escribe. De inmediato, sus manos forradas
con unas medias adaptadas como guantes sacan de su morral varias libretas
de versos y unos casetes de su músico favorito, a quien le tomó
prestado su nombre.
El verdadero Anna Varney es un cantante alemán
de música gótica. "El es andrógino y sólo da
conciertos para los espíritus en los panteones. El siempre necesita
un oyente, pero siempre lo rechazan. Así pasa conmigo", confiesan
sus labios rojinegros.
Al menos desde 1998, los góticos y darks
toman cada sábado este espacio. Unos platican horas y horas de los
detalles de las próximas actividades "oscuras", otros hablan de
la música -The Cure, Lacrimosa, Bauhaus salen para bien o para mal
en sus referencias- de su cuento o poema más reciente, de la vestimenta
del grupo, pero los acontecimientos del mundo o el cuestionamiento social
poco o nada interesa en sus encuentros.
El Fantasma expresa que "en el movimiento no se
conciben las ideas políticas, debido al aislamiento en que se encuentra
cada uno de nosotros. El mundo está dentro de nosotros mismos. La
propuesta eres tú, después eres tú y siempre eres
tú. El bello de la fiesta eres tú, el magnífico eres
tú".
El investigador Alfredo Nateras lamenta que estamos ante
el triunfo del individualismo, y las causas colectivas al igual que la
utopía ya no existen.
El atuendo de los del movimiento ni siquiera llega a ser
una forma de protesta. Ellos toman sus estados de ánimo, los transforman
en atavíos oscuros, pinturas negras y los muestran como en un escenario.
Los disfraces
Llevar
permanentemente el disfraz no es fácil para muchos de ellos, tanto
por sus relaciones familiares como laborales o de estudio. Antes de que
llegara al monumento, Cesy tuvo que utilizar como vestidor -como
siempre lo hace- unos andadores que están cerca de su casa para
transformarse "en un dark o gótico. Que la gente me etiquete
como quiera".
En la calle se quitó su ropa de "civil" para ponerse
unos pantalones de terciopelo negro, una camisa de igual color con una
tira de olanes al centro y encima de la misma un abrigo largo afelpado.
Después sacó su bolsita con pinturas. Polveó de blanco
todo su rostro para "ponerme una máscara que oculte mi fealdad",
pintó sus párpados con sombras negras para representar a
"los hijos de la noche clavados en mi mente" y retocó sus labios
con un lápiz negro para simular "un gusano recorriendo mi ser triste".
Cesy es músico. Tiene un grupo "dark-gótico"
llamado Queen of Tears, que se ha presentado en espacios como El Oscuro,
un bar que abrió apenas hace tres meses y justo a donde esta noche
se dirigen para continuar la ceremonia de las sombras.
El Oscuro está a unos pasos de la plaza, en una
de las calles principales que desembocan a la misma. Tal como es, con sillas
y mesas de plástico, muñecas descabezadas, jaulas sin pájaros,
cabezas de muñecas encerradas en jaulas, pero eso sí, completamente
en tinieblas, les gusta a las criaturas de la noche.
El dueño de este local -que entre semana tiene
identidad de marisquería y el sábado de bar dark-
David Vera, dice que su objetivo es que "estos chavos tengan un espacio
donde expresarse en lugar de estar en las calles". Aunque entre la plática
confiesa que su pretensión es hacer un "restaurant underground"
con meseras tatuadas, exposición del dolor, estatuas de cera, museo
del tatú y toda la cosa.
Entrar al bar cuesta cinco pesos. En la puerta, la Mortis
ya espera a sus amigos góticos y darketos. Ella era hasta
hace poco obrera, pero como tantos otros miles fue despedida. Ahora vende
caramelos en las avenidas y le gusta actuar de "sombra" o de "muerta" en
los pocos espacios donde puede.
De súbito llega un vampiro, cuestión poco
usual porque no se les ve muy seguido por este lugar. Observa fijamente
con sus ojos rojos encendidos (usa pupilentes), como si se dispusiera a
chupar la sangre de una víctima abre su boca de la que salen dos
enormes colmillos (son fundas de plástico que compra en el Chopo),
lo acompañan dos crucifijos que cuelgan de sus orejas y a cada movimiento
de las manos pareciera estar a punto de dar el zarpazo con sus enormes
garras que surgen de sus dedos (son anillos).
Los mitos esparcidos -inclusive por ellos mismos- de su
creencia en Nosferatu, participación en misas negras, sacrificios
y adoraciones a seres del más allá los derrumba este vampiro
"realista", quien dice que la sangre "sólo en moronga" y Dios
y el Diablo "sólo en ficción".
Es más, dice que cuando los evangelistas le gritan
en el Metro "¡te vas a condenar al infierno! Yo les respondo: ¿creen
que hay un infierno más que éste? Estamos conscientes de
que damos un aspecto brutal ante la sociedad, pero cada quien es como quiere
ser".
La noche no es eterna como muchos de ellos lo quisieran.
Entonces, empiezan a recoger sus pertenencias: un futuro muerto, una existencia
llena de vacío y una melancolía que no cabe en ninguno de
sus morrales.
Inician la partida para dentro ocho días regresar
aquí o a otros de los pocos sitios donde no producen terror y pueden
ser ellos mismos.
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