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México D.F. Viernes 29 de agosto de 2003

El historiador busca desmitificar la conquista en La caída de México-Tenochtitlán

Moctezuma se suicidó, asegura Montell

MONICA MATEOS-VEGA

México carga en su espalda el peso de una gran herida, que se abrió durante la conquista española: considerar a los indígenas menores de edad y arrogarse su tutelaje por quienes detentan el poder, señala el autor de La caída de México-Tenochtitlán (Joaquín Mortiz), Jaime Montell.

El historiador lamenta que a casi 500 años de la derrota del gran imperio mexica ''nuestros indígenas sigan marginados y en la miseria, como extranjeros en su propia patria, hablando en otro idioma. Ese es el gran trauma que se generó en la conquista y que ha impedido que se integren nuestras dos sangres, la española y la indígena, en una sola identidad nacional. El egoísmo y la ambición de los poderosos tiene mucho que ver en esto''.

Montell evita caer en estereotipos o mitos en su libro, y describe a Hernán Cortés como un político "hábil y sagaz, que siempre trataba de sacar las mejores condiciones de un asunto en su favor. Primero con la conciliación y después con la violencia, a diferencia de otros conquistadores que sí fueron crueles, como Francisco Pizarro, por ejemplo. Cortés, extrañamente, entendió muy rápido el carácter indígena y se pudo comunicar con ellos de manera muy perspicaz; tenía tal carisma que muchos indígenas -enemigos de los mexicas- se acercaron a él y lo aceptaron como líder''.

En entrevista con La Jornada, el escritor explica que el otro gran personaje de esta historia es Moctezuma Xocoyotzin, "de quien no es cierto que fue cobarde, débil, supersticioso o traidor. Cuando Cortés llegó tenía 17 años en el trono, fue un guerrero valiente, pero se enfrentó ante el dilema de no ser amable con el que se dijo embajador del rey de España -de quien ignoraba el poderío-, mientras sabía que Cortés había fomentado la rebelión entre los totonacas. Moctezuma trató de hacer lo mejor para su país y para su gente. En ese juego como de ajedrez que ambos libraron finalmente Cortés lo venció, no por ser mejor político, sino por faltar a su palabra, a la honra, y tomarlo preso."

También es un mito, agrega, que Moctezuma murió de una pedrada en la cabeza. ''Propongo que se suicidó, pues en varios cronistas encuentro ciertas claves: unos dicen que, luego de la pedrada, se arrancaba las vendas de la cabeza diciendo que quería morir, y Bernal Díaz del Castillo dice que pidió a sus acompañantes una bebida con la que 'se pasmó'. Después de eso describe que Moctezuma ya está muerto. Pienso que se suicidó, pues era la única salida digna y honrosa que le quedaba."

En 1994, cuando el historiador británico Hugh Thomas dio a conocer La conquista de México, no existían investigaciones recientes acerca del tema. Entonces las anteriores dos historias completas de la caída de Tenochtitlán, escritas por mexicanos, databan de finales del siglo XIX (la de Alfredo Chavero y la de Manuel Orozco y Berra).

No obstante, Thomas habló de los acontecimientos "con una gran falta de sensibilidad. Ninguno de los protagonistas le era simpático: los españoles eran bárbaros, salvajes, crueles, ambiciosos e ignorantes, y los indígenas eran supersticioso y tontos. Además, incurre en ciertas inexactitudes en el tratamiento histórico", considera Montell.

Lo anterior motivó al escritor e historiador veracruzano a investigar durante cinco años para poder escribir La conquista de México-Tenochtitlán, grueso volumen publicado por Porrúa en 2001, del cual ahora aparece un resumen, "más liviano y accesible, sin florituras y rebuscamiento", editado por Joaquín Mortiz.

El historiador Jean Mayer opina acerca del trabajo de Montell: ''sin exageración, esta obra no tiene equivalente (...) Es, desde luego, mucho, pero mucho mejor que La conquista de México, de nuestro simpático y muy taquillero lord Hugh Thomas''.

Para Montell, la historia no es más que el relato de experiencias de vida, sin academicismos que la hagan aburrida. De tal manera que hasta la comedia aparece en su relato, ''por ejemplo, cuando los indígenas, muy hospitalarios, llevaban de comer a los españoles tamales o guajolote asado, le ponían el plato también al caballo, porque no sabían qué clase de alimento tomaban éstos. No obstante la amabilidad recibida, los españoles utilizaban a los caballos para amedrentarlos.

''En una ocasión, Cortés ordenó que escondieran a un rejón en una choza cercana después de haber olido a una yegua en celo, pues recibiría a una comitiva indígena. Luego pidió que cuando estuviera platicando con esos personajes mexicas, que llevaran a la yegua por detrás de la choza para que el rejón empezara a relinchar, dar de coces, y así poder decirles que el rejón estaba muy enojado porque quería oro.''

A pesar de los episodios ''tragicómicos'' -recuperados por Montell tanto de "cronistas amenos y detallistas", como de Bernal Díaz del Castillo y de otros "que le pusieron de su cosecha"-, el encuentro entre los mexicas y los españoles fue, sin duda, "un choque violento, una sorpresa para ambas partes. Para los indígenas por la tecnología superior que tenían los españoles en cuanto a los armamentos, y para los españoles porque se enfrentaron a una organización social muy desarrollada, altamente refinada''.

El escritor añade que la práctica de los sacrificios humanos en la cultura mexica fue uno de los puntos que más ''alarmó'' a los españoles, porque "ellos no fueron capaces de entender otra sensibilidad religiosa, mucho menos los sacrificios y el canibalismo ritual. Lo único que pudieron pensar es que el diablo los tenía engañados, que toda la civilización mesoamericana vivía una situación satánica. En ese tiempo su concepción religiosa estaba basada en la lucha del bien contra el mal, por eso determinaron que todo lo indígena, no sólo sus manifestaciones religiosas, estaba equivocado, era producto diabólico y lo rechazaron en bloque."

-Si no hubieran existido los sacrificios humanos, Ƒcree usted que los españoles habrían tenido un mayor respeto por la cultura mexica?

-Tal vez. Es difícil especular. Pero sí es cierto que esa cuestión los sobresaltó mucho. Aunque hay estudiosos que opinan que la cuestión de los sacrificios humanos se ha exagerado, que fue un invento de los conquistadores, es imposible una conjura en la que todo mundo esté implicado para que todos digan lo mismo: sí hubo sacrificios humanos, y esa fue la nota roja del asunto.

''Pero no hay que caer en los ismos, en el españolismo o el indigenismo, cada quien tiene su punto de vista. Los crímenes son del tiempo y no de España. No vamos a juzgar al siglo XVI con los ojos del siglo XX. Hay que mantener y respetar la visión del tiempo, sin olvidar, eso sí, que es el peso de esta historia, aunado a la falta de amor por el país de quienes lo han gobernado, lo que ha impedido a México florecer como una gran nación.''

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